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BOLIVIA - El pecado original boliviano es la negación del indígena

Jubenal Quispe

Lunes 6 de agosto de 2007, puesto en línea por Jubenal Quispe

Cuando los conquistadores europeos invadieron Abya Yala, se encontraron con la “ingrata” sorpresa con que este continente ya tenía sus guardianes: comunidades humanas organizadas en base a una filosofía propia. Pero, como para el misionero de la cristiandad europea lo diverso era una amenaza letal para su existencia, entonces, procedió a aniquilar a los guardianes de Abya Yala, se adueñó de lo que hoy llamamos América y emprendió su fracasado proyecto de la “civilización” universal.

Para justificar este macabro proyecto se imaginó una pregunta esencial: ¿Los indígenas del “nuevo mundo” son seres humanos? De la respuesta a esta pregunta dependía la vida de los originarios y la identidad de los invasores, porque la “civilización” europea para autoafirmarse necesita negar al otro diferente. Cerca de un siglo debatieron filósofos y teólogos esta falsa pregunta, hasta que supuestamente una bula papal “resolvió” la cuestión.

Ginés Sepúlveda y los conquistadores sostenían que los originarios no eran seres humanos, por tanto, se les podía robar sus bienes, esclavizarlos y matarlos. Bartolomé de las Casas, Montesinos y otros cristianos auténticos sostenían que los originarios eran seres humanos con plenos derechos, y los conquistadores no debían someterlos, ni matarlos, mucho menos en nombre de la farsa de la “evangelización”.

Este debate estéril teóricamente fue definido por una bula papal de Paulo III, en 1537, que sentenciaba: “Los aborígenes del nuevo mundo son seres humanos, por tanto se les puede bautizar...”. Pero en los seudo cristianos, misioneros de la codicia, pudo más la tentación del oro y plata que el Evangelio o las determinaciones de Roma. Muestra de ello es que cinco siglos después, el pecado original de los americanos y de los bolivianos continúa siendo la negación de la humanidad de los indígenas, incluso por los propios indígenas alienados. Hoy, como ayer, el indígena sigue siendo considerado como un sub hombre o una especie humana primitiva.

Si en 1492, América contaba con cerca de 70 millones de habitantes, dos siglos después sólo quedaban cerca de 3 millones de indígenas en condiciones de bestias de carga. Sólo en el Cerro Rico de Potosí la codicia de la civilización europea sacrificó cerca de 8 millones de indígenas. ¡Ni describir el espeluznante comercio de esclavos! De los cerca de 20 millones de hermanos negros arrancados del África lograron sobrevivir al viaje y llegar a América unos 10 millones. La gran mayoría de estos últimos hubiera preferido no sobrevivir al viaje.

Si eso fue en la época de la colonia, en la época republica y democrática la situación es igual o peor. Sólo para mencionar la lucidez intelectual de algunos “pensadores demócratas” que cultivaron y cultivan el sentimiento y el pensamiento colectivo anti indio de muchas generaciones de bolivianos/as indico lo siguiente:

El escritor cruceño Gabriel René Moreno sostiene que: “El indio es una variedad arcaica, sombrío, asqueroso, huraño, prosternado y sórdido. Por su cerebro incásico es incapaz de asimilar el cristianismo” (Francovich, 1969:16) Si esta es la filosofía que rige las universidades como la Gabriel René Moreno, entonces, ¿Cómo esperar que lnuestros profesionales no sean racistas pervertidos? Para Guillermo Francovich, el indio no es más que una variedad de vida aglutinada con la naturaleza.

El Presidente Mariano Baptista (cochabambino) afirmaba que: “La clase letrada y cristiana siente por los aimaras un grande horror… yo los he contemplado desde mi niñez con espanto por la humanidad”. ¿No es esto el sentimiento que, hoy, invade a los citadinos ante la presencia organizada de los indígenas? ¡Ni hablar de las autonomías indígenas!

El Presidente José Manuel Pando (paceño) sostenía que: “Los indios son seres inferiores y su eliminación no es un delito sino una selección natural”. Éste llegó a ser Presidente gracias al sacrificio de miles de aymaras encabezados por Zárate Willka en la Guerra Federal. ¿Habrá razones, hoy, para asombrarse de la incontrolable xenofobia juvenil que nos invaden bajo rótulo de unión juvenil por la democracia?

Bautista Saavedra decía: “El indio es apenas una bestia de carga, miserable y abyecta, a la que no hay que tener compasión y a la que hay que explotar hasta la inhumanidad y lo vergonzoso”.

Este es el pensamiento xenofóbico oficial vigente que envenenó, envenena y envenenará todavía a las próximas generaciones de bolivianos/as.

Hoy, un buen porcentaje de los bolivianos/as todavía pone en cuestión la humanidad del indígena. Al indígena se le sigue expulsando de sus tierras, se le sigue robando su trabajo y succionando su sangre hasta matarlo. El indígena es “aceptado” (fuera de la mesa) en la medida en que cumpla labores aborrecidas por los refinados patrones sin exigir beneficios laborales. Nuestras hermanas indígenas todavía siguen sirviendo como objetos de iniciación sexual para los hijitos de los patrones.

El indígena es boliviano en la medida en que provea de alimentos a los mercados locales sin esperar ganancias, emita su voto electoral apoyando la candidatura de sus patrones y vaya al servicio militar para cultivar las haciendas de los Banzer, Baptistas, Gumucios y muchos otros. La indígena es católica en la medida en que asista a las misas dominicales acompañando a sus patronas beatas, para que éstas aparenten su fervor religioso.

Pero cuando el indígena asume sus derechos políticos y sociales, entonces, todos los discursos “democráticos y tolerantes” se acaban y resurge la interrogante. ¿Los indios son humanos? ¿Los indios pueden gobernar? Y cuando los argumentos del indio son contundentes en la defensa y el ejercicio de sus derechos, entonces, la pregunta es ¿Los indios gozan de la razón? Preguntas evidentes que subyacen en las actitudes cotidianas y citadinas.

Ahora, más que nunca, los bolivianos/as necesitamos descolonizarnos de la herencia colonial del desprecio y negación del indígena. Mientras los administradores de la herencia colonial sigan sospechando del indígena libre, la paz y la democracia de los privilegiados seguirán asediadas por la autoafirmación indígena.

Como nunca antes, los aborígenes en Bolivia estamos fortalecidos en nuestra auténtica identidad y ya no estamos dispuestos a seguir viviendo de glorias pasadas. Lo único que demandamos es que indios, mestizos, blancos, amarillos y negros tengamos la capacidad de reconocer la humanidad que subyace en cada uno de nosotros sin asustarnos o resistirnos a la interpelación legítima de los subalternizados. Estamos ante la oportunidad histórica de sentar la base filosófica de la bolivianidad en construcción. El presente y el futuro de Bolivia pasa por la liberación del miedo colectivo ante la irrupción indígena.

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