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CHILE - Sirviendo a dos amos

Ariel Zúñiga

Martes 12 de febrero de 2008, puesto en línea por Ariel Zúñiga

Criticar a mi ex Profesor Carlos Peña es difícil, no por el temor reverencial sino por su capacidad de defender varias causas al mismo tiempo. ¿Contradicciones? no, complejidad dirán. Pero yo me inscribo en la tradición que sostiene que la complejidad no es contradictoria; en el mundo hay belleza y un evidente humor negro pero eso no quiere decir que vivamos en una paradoja. Si servimos a dos amos aunque nos esforcemos no podremos serle fiel a ninguno; y si lo hacemos en un texto creo que aún no se ha derogado el principio de no contradicción y podemos utilizarlo para acusar el resultado cero de una suma.

No le tengo miedo a leer El Mercurio, sus eternas conspiraciones no me alcanzan y sé que no le puedo pedir algo distinto, lo que me pasa es que me cansa y en especial las crónicas de Carlos Peña. Me las sé de memoria, tal como cualquiera de sus ex alumnos. Comienzan con un título sugerente y una bajada para el bronce, luego se hace gala de una serie de lugares comunes dentro de un contexto cultural distinto al de los lectores de el Mercurio condimentadas con citas apócrifas de textos prohibidos durante la dictadura, concluyendo con una apelación teológica a Kant.

El público que lee sus prepicados se siente dispensado de pensar por sí mismo y de leer textos diabólicos ya que por seiscientos pesos y cinco minutos podemos acceder a una infusión de Montaigne, Adorno, Benjamin, Bukowsky o cualquier otro autor póstumo que goce de una celebridad contemporánea de best sellers, y que pensaban todo lo contrario a Carlos Peña. Si juntamos todas sus crónicas nos encontraremos con una versión criolla del libro de las virtudes de William Bennett. Pero esta vez no se trata de Martí o Guy de Maupassant llevando agua a los molinos de los neo conservadores estadounidenses, no queda claro para qué tanto verso si lo que se trata es solamente es de aumentar los ingresos y la fama ¿Será para agobiar al lector? ¿Para vencerlo en un torneo escolar?

La falta de una dirección clara, y o el servicio al mercado de envoltorios de pescados y del pensamiento en forma promiscua, es lo que hace sus textos complejos: Digo complejos de leer entre el viento salado y los niños haciendo castillos de arena al lado de uno. Complejos para quienes creen que Adorno es un adorno y Bukowsky un defensa central del Dinamo de Kiev. Lo suficientemente complejos, lo calculadamente complejos, para que estos lectores - que constituyen su público objetivo - le concedan la franquicia de referirse sobre cualquier tema y el privilegio de citarlo en cada reunión anti intelectual para pavonearse como el más intelectual de todos.

En la crónica de este domingo, Peña se refiere al ex general Santelices. La crónica está ubicada al final de la entrevista exclusiva del renunciado, y la bajada es una muestra de la diversidad del el Mercurio ya que se pone en contra del editorial, de las declaraciones públicas de la Alianza, de Viera Gallo, de la iglesia católica y del propio ex juez Juan Guzman que conoció el caso.

Es que Peña es un tipo polémico, un iconoclasta. Muchos estarán hablando en su contra pero concediendole algo más que el beneficio de la duda; entre paréntesis dirán que por eso - y otros incidentes parecidos - lo tienen vetado para sentarse en tolerancia cero de chilevisión.

Pero el artículo en ningún caso se trata de una crítica a la opinión publicada nacional, o a la iglesia, o una defensa a los vengadores de los DDHH. No, es sólo la teología laica al que Peña nos tiene acostumbrados. Todo se trata de que él, el continuador legal de Kant, dictamina que todos estamos obligados a la santidad; hasta dice que legalmente estamos obligados a elegir morir si la otra opción es matar.

Teología y además, integrista y fundamentalista

Ruperto Concha en su crónica radial de este domingo decía que en noviembre de 2008 se definía el futuro de los EEUU, y por ende de la humanidad, puesto que se dirimía si seguiríamos determinados por los fanáticos religiosos o por laicos. Sin embargo omitió que Obama es un fanático religioso tanto y más que sus contrincantes ¿La opción sería Clinton?

No, al igual que el diablo, dios - su más burdo imitador - cobra diversas formas. Carlos Peña es una fiel demostración de cómo se puede seguir dando sermones mientras se dice que se está emitiendo un juicio independiente e intelectualmente irreprochable.

La peor ideología es la que se considera a sí misma como no ideológica; la peor política la que se dice apolítica; el peor sermón, el del ateo.

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