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La fragilidad de la economía condena a los sindicatos

CHILE - Hollywood, Puerto Montt y el Teniente

Ariel Zúñiga

Lunes 28 de abril de 2008, puesto en línea por Ariel Zúñiga

Los guionistas de Hollywood dejaron de entregar sus productos a la industria de las seriales televisivas poniéndola de rodillas. No lograron todas sus reivindicaciones, en general nunca una movilización sindical se lo propone, pero demostraron algo que de lo cual mucho se ha escrito pero más se ha omitido: la nueva economía no implica el fin de los sindicatos sino que el nacimiento de otros.

Según Toffler en el mundo existiría una guerra de civilizaciones pero no entre orientales y occidentales sino que entre los grupos organizados que controlan los distintos tipos de economía: la agrícola, que en algunas partes no ha variado sustancialmente desde la revolución neolítica; la industrial, sustancialmente inalterada en las factorías actuales del tercer mundo; y la nueva economía que su epítome es Silicon Valley pero su precursora es Hollywood. Según algunos autores este enfrentamiento visualizado por Toffler tomaría las formas de una “guerra civil” ya que no existiría en la actualidad un afuera de la civilidad; no existen bárbaros hostiles como sí los tenían los egipcios, los chinos y los romanos. Un sólo mundo, un sólo Estado, injusto y anárquico desde luego, enfrentado debido a la superioridad técnica de los industriales sobre los agricultores y de los productores inmateriales por sobre todos los demás.

Ninguna igualdad ante la ley, autodeteminación o soberanía vale en tanto la dominación se verifica y consolida mediante los hechos gracias a su eficiente organización, superioridad tecnológica, disposición de recursos financieros y en último término, poder militar determinante en sus espaldas.

Nuestro país casi completo se sitúa en los albores de la revolución neolítica. Sus exportaciones son productos primarios para industrias del tercer mundo y para el consumo básico del primer mundo. Chile es harina de pescado, concentrado de cobre y astillas de madera. Después de ellos vienen la industria salmonera, frutícola y vitivinícola.

Recordemos que Roma dominaba a Egipto y era este quien lo surtía de vino y de granos. No es ningún mérito propio el ser sólo eso y no sentar las bases para a largo plazo revertir esa situación nos condena permanentemente al último vagón de la cola.

Hace un mes los salmoneros consolidaron la tendencia re inagurada por la Confederación de Trabajadores del Cobre de negociar interempresas independiente que la ley lo prohíba expresamente. No me caben dudas que la libertad sindical está por encima de esas leguleyadas pero lo que quiero relevar es que independiente que se legalice la negociación interempresas la actual estructura económica del país sigue determinando que los trabajadores pierdan la guerra aunque sumen triunfos en las batallas: un artículo en el New York Times bastó para que la próspera industria del salmón de Puerto Montt se viniera cuesta abajo y con ello las expectativas de los trabajadores movilizados.

Sería burdo elucubrar una conspiración en todo esto pero no caben dudas que Marine Harvest en vez que perder dinero ganó mucho gracias al “boicot” yanqui. El virus ISA afectaba nada más que los embarques a los Estados Unidos ya que los japoneses y los europeos consumen una variedad inmune a esa enfermedad. Pero la empresa cerró sus plantas en Puerto Montt, dejando en el aire a todos los trabajadores movilizados, y fundó su petición de nuevas concesiones para la producción de salmones varios kilómetros más al sur. Desde luego que en los fiordos de Aysen los riesgos del ISA se mantienen pero las redes construidas tras años de trabajo organizativo de los salmoneros de Puerto Montt no.

Los guionistas de Hollywood hicieron lo mismo que los primeros sindicalistas: le pusieron una pistola al pecho a los dueños de la industria ya que su actividad era crucial y su conocimiento técnico insustituible.

Los mineros en cambio pueden quedarse a vivir en el Teniente sin causar pérdidas ya que la cesación en la producción sólo sube su precio y no agota las reservas. Eso de las pérdidas de millones al día son puros delirios de periodistas. El cultivo de salmones lo puede hacer cualquiera y también las labores de la agroindustria.

En cambio cualquiera no podía escribir los guiones de las seriales yanquis y por eso su movilización fue exitosa.

Tanto tiempo perdido en asambleas universitarias y sólo me granjeé enemigos por decir que podíamos tener tomada la universidad toda la vida si quisiéramos y no le generaríamos ningún trauma ni al país ni a los que controlan las universidades. Movilizarse significa una guerra y llegar en segundo lugar es la muerte; si no se amenaza con la muerte al contrincante él jamás tomará en serio nuestra posición. Si los mapuches quieren la araucanía, por ejemplo, deben incendiarla y no apagarla hasta que el mapa cambie; todo lo demás es literatura y de la peor, la del realismo mágico.

No tenemos actividades productivas estratégicas. Sólo extraemos lo que otros con industrias convierten en bagatelas con diseños y marcas que no les pertenecen; los que producen lo inmaterial se llevan las fichas de arriba de la mesa y la polución queda en Mexico, San Pablo y Beijing. Si protestamos mucho se relocalizan las industrias o somos sustituidos por robot.

El cobre podría ser nuestro rehén pero para negociar su nacionalización, no más prebendas para los mineros. Pero mientras lo hacemos en cualquier momento en India o Alemania alguien consigue darle las propiedades del cobre al hierro gracias a la nanotecnología y el dantesco trabajo organizativo de los mineros será historia de un día para otro como lo fue en Puerto Montt.

La única forma de revertir este panorama es mediante lo único que no se desvaloriza, el conocimiento. Si hemos de movilizarnos debe ser por la educación, pero no por una mejor educación, sino por LA mejor educación del mundo aquí y ahora y para todos. Todo lo demás es repartir pobreza y exponenciar las frustraciones.

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