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El nudo crítico

Freddy J. Melo

Domingo 17 de mayo de 2009, puesto en línea por Barómetro Internacional

Los esfuerzos de los poderes mundiales dominantes concentrados fundamentalmente en los Estados Unidos por quitarle entidad a la crisis en desarrollo, están haciendo aguas ante la magnitud del acontecimiento y la lucidez de los estudiosos honrados que desde todos los continentes analizan la situación. El estallido de la llamada burbuja hipotecaria rompió los diques levantados para ocultar la gravedad de lo que venía ocurriendo, y el giro entonces se dio hacia la circunscripción de los hechos en un solo ámbito, para minimizar culpas, proseguir organizando la mentira y buscar por sobre todas las cosas la salvación de los intereses en juego. Se trató de fijar la vista en la punta del iceberg, mientras el mundo corre el riesgo de un Titanic global. De “financiera” o “bancaria” exclusivamente se tildaría la crisis, y además se atribuiría la responsabilidad a un “exceso” de neoliberalismo, a no haberse prestado atención para introducir regulaciones oportunas. Es decir, no es cuestión del sistema capitalista, es solo una enfermedad acaecida por imprudencia. Y el remedio consiste en una intervención del Estado, lo más circunstancial posible, para una acción de “salvataje” de poderosos con gigantescas sumas de dinero público (más la promesa de no volver a incurrir en el pecado del juego especulativo sin debidas regulaciones y control), mientras los de abajo pierden viviendas, empleos, calidad salarial, servicios y perspectivas, y muchos se suicidan desesperados. En las crisis anteriores se suicidaban ex magnates quebrados, ahora es al revés: una primera diferencia. La curación, según la autorreceta de los grandes implicados, incluye el reforzamiento de dos instrumentos altamente corresponsables del desastre para que continúen manejando las decisiones económicas estratégicas de los países: el FMI y el BM. Gasolina para el fuego.

Pero las medidas no han funcionado, las bolsas siguen marcando un indócil grado de fiebre, la onda expansiva crítica se propaga por el planeta; y aparece la radiografía procedente de estudiosos serios, facilitando una síntesis que puede permitir a los profanos orientarse.

Esa radiografía describe un problema de magnitud inmune a exageraciones o hipérboles. La crisis financiera y económica está ligada a un nudo crítico que incluye las esferas energética, ecológica, alimentaria, social, política, ética, se expresa en el agravamiento de la pobreza y la miseria y asoma el riesgo de una catástrofe para el género humano; una crisis identificada como sistémica, global, general, integral, multidimensional, sin precedentes (más allá de todas las conocidas); una crisis que amenaza la supervivencia de nuestra civilización y expresa “los límites históricos del sistema capitalista”.

Esa crisis está más allá de todas las conocidas pues no se resolverá cabalmente en un reacomodo del sistema, dado que exige la transformación del mismo. Ya no es posible seguir viviendo como antes. El consumismo abrumador ha llegado al portal del agotamiento de la energía fósil, sin que haya ni ahora ni en lo previsible fuentes alternativas suficientes para continuar en la brecha; las multitudes hambrientas que la superexplotación capitalista imperialista ha ido creando y acrecentando tienen cada vez mayores dificultades para acceder a los alimentos, y la novedad de los agrocombustibles, que a lo sumo sólo serían un paliativo energético, incidiría brutalmente, ya lo está haciendo, en la crisis alimentaria; el calentamiento global, el gran peligro que se cierne sobre el futuro inmediato de la existencia humana, es resultado de la depredación inmisericorde que el modo de producción capitalista impone, y la acción necesaria para intentar la recuperación de la madre Tierra, tarea de todos, no puede quedar al arbitrio de los depredadores, maniatados por sus contradicciones y su afán insaciable de ganancias, que les hacen muy difícil dejar de considerar la naturaleza como un objeto de explotación.

El presente reclama un nuevo orden internacional, sustentable y legítimo, basado en el respeto a la naturaleza y a los pueblos, a la humanidad. El capitalismo en su fase imperialista decadente es el gran obstáculo. El problema es que todavía no se manifiesta la fuerza social organizada suficiente y clara para darle el empujón final. La consigna de Rosa Luxemburgo, inspirada en Engels, da hoy un salto cualitativo hacia su máxima expresión: socialismo o muerte. O el mundo da por fin al traste con el capitalismo, o el capitalismo hunde consigo al mundo. Se necesita por encima de todo, organización y conciencia. El ALBA, que recoge la esperanza de vanguardia de nuestra América, propone una vía en esa dirección.


freddyjmelo[AT]yahoo.es

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