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Opinión - Para que la lucidez no devenga en paranoia ni ésta en inmovilidad

Los infiltrados y lo infiltrado

Ariel Zúñiga

Lunes 7 de septiembre de 2009, puesto en línea por Ariel Zúñiga

La única arma de la policía es la delación […] el delincuente que actúa solo no corre el riesgo de delatarse a sí mismo
André Malraux. La condición humana.

Es preciso aprender a convivir con este método de tortura llamado infiltración para que no se nos infiltre el sistema por esta vía. Debemos ser conscientes que en el actual momento el sistema puede saber lo que quiera de nosotros, y no podemos sustraernos de ello, por lo que debe variar drásticamente nuestra táctica al respecto. Ellos nos miran, nosotros los miramos. La luz alumbrando todo lo que hacemos es el único modo de lidiar con las agencias de control pues nada pueden sapear allí donde no hay nada que sapear; y a nadie le debe resultar invasivo que aparezca el sapo en espacios públicos a cumplir su ruin cometido porque no hay nada que esconder. Este modo de enfrentar la infiltración es el único que permite crecer pues los nuevos adherentes no serán mirados como nuevos infiltrados y la tarea propia de la organización no se verá interrumpida con investigaciones internas.

Debido a la mera casualidad, dentro de mis escasos bienes poseo un furgón kombi. Mientras descubría el modo de arreglar los limpiaparabrisas una llave de punta de diez pulgadas entró por el ducto de la calefacción, una larga cañería de cuatro metros de largo que conduce el aire caliente del motor a la cabina, lo suficientemente ancha para que ingresara la llave pero estrecha para que mi mano entrara por allí. Le comenté a un amigo mecánico cómo podía hacer para sacarla pues producía un ruido insoportable en cada curva o frenada. Me contestó con un bostezo, luego agregó: “Sabes, eso es típico. Llegan hueones cuicos con todoterrenos con un ruido que no aguantan en el tablero ya que su hijo les introdujo alguna bolita. Cuando les doy el presupuesto prefieren considerar el molesto ruido como una gracia más de su hijo”.

Un niño de tres años tiene la capacidad de encontrar el punto frágil de un sistema que ha tenido de cabeza a cientos de ingenieros durante meses y que acumulan la basta experiencia de miles de colegas que han resuelto problemas equivalentes. Algunos sostienen que el hombre nace más inteligente de lo que llega a ser el mejor científico en su adultés, es tan impresionante el volumen de información que es capaz de procesar y hacer suya que aún ninguna computadora puede comprender lo que un niño al ingresar a la educación pre escolar. La educación se propondría amansar esta mente anárquica eventualmente capacitada para comprender el mundo en su completitud y desde su propia óptica. La educación busca que los individuos ordenen la información que disponen en cajones construidos por la obsesión de otros en vez que desatar la creatividad de cada uno construyendo sus propios compartimentos o derribando todos. El objetivo es que los individuos puedan usarse económica y políticamente para fines pre establecidos los cuales requieren de una porción insignificante de la creatividad de cada uno, es más, en la mayoría de ellas la creatividad es un estorbo que se debe atrofiar y en último caso, cuando todo ha fallado, criminalizar.

Los infantes usan de los principios lógicos con mayor rigor de lo que lo hace cualquier adulto salvo honrosas excepciones; es así como detecta de inmediato la mentira, la trampa y la manipulación. A medida que se le exige tolerarlas, el niño se hace consciente de su uso y dispone de ellas como una herramienta más. Cuando ha dado este paso no sólo ha adquirido las competencias primordiales para su supervivencia en una sociedad jerárquica sino que además ha perdido las habilidades espontáneas que le permitían discriminar y repeler a las mentiras; el niño madura cuando se transforma en un mentiroso más capaz de usar de los otros seres como a un instrumento complejo al cual se lo manipula invocando sus temores más profundos. Ya no es un niño, ha madurado, se ha insertado en el sistema y, lo que muchos no advierten, el sistema se ha infiltrado en ellos.

El niño domesticado y el panóptico.

Pero el sistema falla, así como los miles de ingenieros que no pueden contra la curiosidad de un bebé, millones de seres humanos logran sustraerse de los condicionamientos sociales conservando las aptitudes innatas que permiten diferenciar lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo con independencia de la moral infiltrada por la educación y los medios, e impuesta por la fuerza mediante las extorsiones policiales y comerciales. El sistema ha de enfrentarse a aquello que ha hecho su razón de ser el erradicar en su más tierna infancia; a la humanidad desatada, a la creatividad capaz de crearlo todo y también destruirlo. Instituye entonces poderosos sistemas de “inteligencia” destinados a combatir precisamente a la inteligencia propiamente tal. Dicha lucha es estéril para el sistema pues, tal cual cuando se ataca un virus, este se hace resistente y se apropia de las herramientas del agresor desarmándolo. A largo plazo todos estaremos muertos pero también estará en el suelo el sistema que dice ser hoy inexpugnable pues por más que intente aniquilar a la humanidad que late en su seno parte de ella sobrevive, se hace consciente que es más que un individuo, se organiza y finalmente le declara la guerra a lo inhumano.

El sistema dispone de los aparatos de control social más sofisticados y a la vez, de los más bestiales. Hoy es capaz de saber qué hace cada sujeto, con quién habla, de qué, donde está y hacia adonde va, todo esto con un mínimo margen de error. Por lo tanto es absurdo que los gobiernos y las empresas utilicen métodos como la infiltración de agentes o de la tortura con el fin de producir información que ya disponen. La finalidad de estas acciones es la de infiltrar en el individuo la desconfianza en sus pares, es atentar contra el crecimiento de las organizaciones limitandolas a comunidades marginales incapaces de luchar en contra de las fuerzas que los marginan.

La cuestión organizacional.

La izquierda en su gran mayoría se organiza de un modo heurístico, es decir, en grupos independientes capaces de comprender el todo y actuar, sin necesidad de recibir instrucciones de otras organizaciones situadas en una más alta jerarquía. En una parte de ella cada grupo es autónomo y a la vez no reconoce la jerarquía de ningún otro grupo. Del modo que sea esta forma de organización produce una compartimentación, deliberada en el caso de las organizaciones leninistas y espontánea en las libertarias para exponerlo en lineas gruesas. La compartimentación evita que el sistema sea vulnerable al síndrome Atahualpa, es decir, que la captura del líder implique la destrucción de la organización. Se trata de un sistema redundante, capaz de operar, recrear y reproducirse en las condiciones más adversas. La compartimentación espontánea es aún más segura que la deliberada y jerárquicamente dominada pues en esta última los sistemas de inteligencia pueden infiltrar a eslabones claves o incluso a las dirigencias. En cambio la compartimentación espontánea es imposible de infiltrar mecánicamente o que dicha infiltración produzca estragos para la lucha. Pero al mismo tiempo esta última carece de la capacidad de asestar golpes coordinados y de crecer, es decir, hacerse masiva. Cualquier crecimiento trasforma a los “anarquistas” en líderes lo que corroe su organización tanto por la vía de cuestionar los fundamentos espistémicos que hacen posible al modo heurístico de organización, como por hacer débil a la estructura por más, incluso cuanto más, numerosa esta sea ya que la muerte o captura de los líderes puede sellar la suerte del movimiento crecido de modo inorgánico.

El modo que está organizado el sistema.

Es importante comprender el modo en que está organizado el sistema capitalista de modo de no transformar a la lucha antisistémica en un alimento altamente proteico para éste. A lo que me refiero es que la búsqueda creativa de brechas en el sistema es una práctica que puede producir el colapso en cualquier momento pero mientras sólo sirve para hacer al mismo más inexpugnable y a los disidentes más vulnerables y castigados. Es preciso comprender cómo está estructurado el sistema que se pretende aniquilar de modo en que se lo busque dañar en sus puntos de falla y no en aquellos en que la fuerza desplegada no sólo no produce ningún efecto favorable sino que lo refuerza.

El sistema también funciona, en gran medida, como una organización heurística. Cada individuo, salvo las excepciones, busca el lucro por sobre cualquier otra consideración. Ya que la izquierda no es coherente ni en su modo de comprender el mundo actual ni respecto al que se pretende instaurar, es débil en sí misma ya que la atomización en vez que hacerla sólida e invulnerable hace que se disperse el poco poder que posee. En cambio el capitalismo no precisa ni de la comprensión del mundo ni de una doctrina racionalizadora compartida entre quienes lo reproducen; cualquier ideología, credo religioso o código moral es compatible con el capitalismo pues lo único que exige a sus súbditos es que intenten maximizar sus utilidades. Al crear una estructura en la cual es posible desatar la ley de la selva, abolida por el hombre en sus comunidades aún antes de que apareciera el lenguaje, los atávicos impulsos egoístas son reforzados pero no dentro de un contexto en que su uso garantiza el dominio sino que conduce a una trágica relación sadomasoquista en la cual el sujeto es dominador y dominado al mismo tiempo: Existe alguien más fuerte que él y alguien más débil. Por lo tanto dejarse llevar por el egoísmo no lo conduce a un eventual éxito como en el reino animal sino que al necesario fracaso. Sin embargo los individuos socializados de acuerdo a considerar bueno el ascenso aunque eso no los libere de la opresión difícilmente se dan cuenta de la trampa; aún se den cuenta al ser el egoísmo el motor del capitalismo es muy difícil que este se detenga. Un altruismo impostado tampoco le debilita pues no es más que una versión sublimada del egoísmo. Difícilmente se podrá destruir al capitalismo desde esa vía pues el egoísmo primordial es lo que ha permitido que el ser humano se constituyera en especie lo que hace de la lucha en contra de aquello que nos hace tales o una hipocresía o una esquizofrenia.

El sistema capitalista es tan sólo una versión de una organización jerarquizada que podemos denominar Estado. Los Estados surgieron como modo de organización por una serie de accidentes que produjeron acumulación de poder económico, político e intelectual, que sujetó a una serie de individuos que no pudieron ni resistirlo ni escapar de él. Este proceso es conocido como circunscripción. El capitalismo surge cuando una serie de accidentes conducen a que se acumule el suficiente poder económico, político-militar e intelectual como para subsumir a todo el mundo en un gran Estado. Este proceso se consolidó en el siglo XIX pero recién se hizo explícito a finales del siglo XX cuando se comienza a hablar de globalización. Sin embargo hasta hoy, pese a lo ostensible que es el fenómeno, gran parte del pensamiento científico omite referirse a un sólo Estado y es más se la denosta o como una teoría conspirativa o un delirio posmoderno, como en el caso de Negri y Hardt. Para muchos es más cómodo referirse al mundo como una suma de estados soberanos, una especie de federación, en la cual el poder desmesurado de algunos de ellos o de algunas empresas distorsiona su normal funcionamiento. Esta flagrante equivocación se produce por la dificultad de comprender la estructura de un Estado pues se cree que el modo en que lo hace es similar a lo que explican cada una de sus constituciones políticas. Olvidan que el derecho es una herramienta entre otras y por lo tanto carece de la virtud de crear las instituciones ni tampoco el de ser reflejo de ellas. Lo que requiere el Estado para funcionar es de instituciones, es decir, subsistemas que funcionen con independencia de los seres humanos que las constituyen, y el que el modo de organización sea predominantemente algorítmico, es decir, impuesto desde arriba independiente que esto sea mediante acciones, omisiones, delegaciones u avocaciones. No requiere de leyes ni de constituciones pues éstas, al igual que otras expresiones del poder, sirven a propósitos simbólicos, comunicacionales, por lo tanto la ley no indica como está constituido el mundo pues ha sido escrita por ese mundo constituido y para los fines de éste. El egoísmo primordial es el motor, o quizá la energía del motor, que mueve a la dinámica pirámide que es el Estado. Los individuos con su egoísmo se convierten en útiles para el Estado pero el Estado no podría utilizarlos sino dispusiera de un poder adicional o independiente del caudal que le proporciona el egoísmo. Es el monopolio de la fuerza lo que constituye al Estado pues el mundo entero, obstante las crisis de gobernabilidad que padece de modo transitorio en algún territorio específico, se encuentra pacificado y anexado a una totalidad que dispone de la fuerza. Independiente de la coexistencia de varios ejércitos supuestamente independientes, cada uno de ellos actúa en calidad de policía, es decir instituciones destinadas a la conservación del orden ya instituído. Los ejércitos, independiente de sus banderas, sirven al mismo propósito que es la conservación del sistema mundial de intercambio y producción en desigualdad. Sus intervenciones son en última instancia, sólo para cuando todo lo demás falló. Cualquiera puede intervenir en cualquier parte pues su jurisdicción es global pero en la práctica se busca que su operar no trasgreda los valores inculcados en la población con fines ideológicos. El mundo tal cual es es fácil de comprender pero muy difícil de tolerar pues el refugio de tanto egoísmo frustrado en la subordinación a una jerarquía casi infinita ha hecho que se conduzcan esas energías hacia “otros”, principalmente extranjeros, sujetos construidos para ser blancos del odio.

El debilitamiento de las mitologías nacionalistas producto de las fuerzas corrosivas de la globalización ha llevado a que se refuercen y sofistiquen los mecanismos de construcción de enemigos internos o de “otros” infiltrados en nuestras propias “comunidades”. Esa otredad los constituye en criminalizables, sujetos con los cuales el sistema se sirve para exhibir su poder a las masas y de ese modo ejercer el poder sobre ellas. De ese modo el sistema consigue regir a todos los individuos del orbe alimentado su economía y policía con sus pulsiones atávicas, y al mismo tiempo universalizar la amenaza velada de aniquilarlos del modo más doloroso posible si es que a pesar de ello se niegan a servir de instrumentos de un poder que los trasciende. Mientras la clase dominante se organiza heurísticamente, el mundo entero lo hace como una sociedad anónima, en que los socios poseen tanto poder como capacidad de infundir temor o infligir castigo en otros tengan. El resto, quien no es propietario de acciones de esa sociedad y disponen tan sólo de sus manos o intelecto para sobrevivir, vive subyugado a esta gran corporación que controla, de un modo disperso pero finalmente coherente, sus destinos.

La fortaleza del sistema que enfrentamos está dada por su capacidad de morar en nosotros mismos y por defecto en forzarnos a que bailemos a su ritmo. Tal cual es la organización que controla el mundo lo es la que pretende su derrocamiento, la gran diferencia es que la clase dirigente usa a las masas como un escudo, además de agencias especializadas para su domesticación, uso político y, en casos extremos, el exterminio. La disidencia no cuenta con agencias para domesticar, usar políticamente o exterminar a la clase dirigente; sus energías apenas le bastan para resistir. El sistema al construirlas como sujetos criminalizables las transforma en blancos de las balas perdidas lo que hace que destinen gran parte de su tiempo útil nada más que en sobrevivir.

Los agentes son creyentes.

Las agencias de control tampoco se bastan del egoísmo para funcionar, nadie tortura para ganar dinero solamente. Existen fuertes creencias que les permitan realizar tan infames tareas; la utilización de psicópatas es frecuente pero no es posible gobernar un cuerpo disciplinado de asesinos y soplones con el sadismo como condición suficiente de motivación. Hasta la emergencia de la guillotina el cargo de verdugo se heredaba pues nadie habría elegido esa carrera; la razón por la cual muchos ahora se dediquen a tareas aparentemente inofensivas, de modo voluntario, como los cuerpos de profesionales y burocracia de los sistemas de persecución criminal hasta las agencias de seguridad dedicadas a tiempo completo al seguimiento, infiltración, tortura y exterminio sólo es posible porque la burda ideología del sistema logra infiltrarse sin matices en algunos sujetos. No sólo eso, gran parte de los sujetos, hasta los más críticos, padecen grados de infiltración de esa ideología hegemónica desde el “miedo a la delincuencia” hasta el fanatismo nacionalista deportivo. Los agentes desde luego son los más convencidos y por lo tanto actúan como un “buen pastor”, alguien que piensa que sus sagradas finalidades pueden obtenerse atropellando esas sagradas finalidades en otros y conservarse intactas.

Las agencias, a pesar de ser organizaciones algorítmicas en tanto subsistemas, es decir en que los responsables de cada unidad deben seguir siempre políticas claras trazadas desde más arriba, sólo las creencias arraigadas permiten el cumplimiento de esas ordenes. La doctrina de la seguridad nacional no sólo está presente en las agencias nacionales y regionales sino que doctrinas equivalentes motivan a las de otras regiones del orbe.

Mientras viajaba a Santiago desde Valparaiso una película no me dejaba dormir. Resulta inconcebible que en un país en que se ha padecido la tortura de un modo tan brutal como en el nuestro se exhiba una película como “Taken”. El guión es tan simple como que a un fascista consumado, agente de la CIA en retiro, se le secuestra a su hija por lo que este no duda en dejar un regadero de sangre hasta dar con su paradero. Lo macabro es que no sólo mata, a todos los “malos”, sino que lo hace de un modo sádico procurando el mayor dolor y menosprecio por sus cuerpos. Incluso a uno lo mata mediante tortura explícita, es decir, no durante una orgía de sangre espontánea sino que premeditada y en un entorno controlado. ¿Cómo es posible entender, incluso entretenerse, con algo que debería asquearnos e incluso avergonzarnos? El que los pasajeros comprendieran una trama tan contradictoria, una que a un infante le sería imposible de asimilar por su innata tendencia a la lógica, es producto a que el sistema y sus juegos macabros se han infiltrado en los sujetos que potencialmente son objeto de dichos “procedimientos”. Este tipo de espectáculos no sólo son impuestos desde las agencias de seguridad “desde arriba” sino que conectan con una demanda en los sujetos lo que convierte en populares a dichos mensajes. Algo así ocurre con la serie 24, transmitida por el inefable canal Fox y que actúa en el papel patagónico el hijo de un reputado activista de los DDHH. En dicha serie se apela a los miedos más profundos y a los estereotipos más burdos para omitir incluso el proceso de construcción de los enemigos, a los cuales se castiga con toda la prepotencia y alevosía del poder instituido.

La tortura se ha hecho tan habitual en los medios y tan inhabitual que se proteste por ello que las frases hechas como el “nunca más” aparecen como una mascarada al ser vaciado su sentido elemental. El cuerpo de creencias comunes arraigadas en las agencias de control es un elemento indispensable de ellas pues de otro modo les sería imposible responder con la coherencia y plasticidad que se les demanda. Esto es compartido en todos los tramos gerenciales sean económicos, políticos, eclesiásticos, educacionales, etc. Desde la clase dirigente y sus agentes no basta el egoísmo primordial, es preciso algo más, ser parte de una mística que motive su intervención como una cruzada; que no duden jamás en que su perspectiva es la verdad y la que debe primar a toda costa; que todo, cosas, personas y hasta ellos mismos, son medios de un fin que debe alcanzarse por sobre cualquier otra consideración.

La infiltración es un modo de inmovilizar a la disidencia.

Las agencias de control dependen algorítmicamente de una clase dirigente mundial que no se organiza en tanto subsistema de modo algorítmico sino que heurístico. Y en su conjunto actúan compartimentadas pero para el cumplimiento de dichos fines lo que hace de las agencias de control, independientemente que hablemos de agencias nacionales, internacionales, públicas o privadas, un subsistema heurístico, redundante, tal cual es el concepto de la “inteligencia” estadounidense. Tal diseño permite una intervención eficiente pues no requieren del concurso de múltiples voluntades para actuar y la información que producen, muy sea compartimentada, es conocida por todos en pocos días por los sofisticados modos técnicos que facilitan el espionaje.

Debido a las infinitas capacidades técnicas que disponen las agencias de control, sus procedimientos “invasivos” no se realizan con la finalidad de obtener información sino que como una metodología de tortura débil. La tortura tampoco se realiza para obtener información por ser un método poco efectivo para ese fin, de hecho existen métodos simples y no letales de quebrar las resistencias mentales a decir lo que se sabe como el oxido nitroso más conocido como la “droga de la verdad”. Si la tortura fuera para extraer información no se comprende el porqué a ciertos sujetos se les somete a ella por largos periodos pues es ingenuo creer que alguien ante esos vejamenes se niegue a “colaborar”. La motivación de la tortura es una fingida investigación pero su motivo no es más que la tortura misma, la del flagelado, la de sus familiares, sus compañeros y la sociedad en general, por el efecto expansivo que ocasiona su padecimiento y la impunidad que trae aparejada. Es un modo de controlar a grandes grupos mediante el terror, no es por lo tanto un sistema de investigación de “inteligencia” destinado a desbaratar organizaciones sediciosas. Es tanto y más eficiente mientras más se sepa de ella pero al mismo tiempo más cínicamente se la niegue pues su misión es precisamente generar rabia, impotencia y sensación de vulnerabilidad en grupos humanos masivos.

La infiltración que hoy realizan las agencias de persecución criminal no tiene tampoco la finalidad de producir información destinada a desbaratar organizaciones sino que es un método de tortura pues destruye el tejido social en donde se implementa mediante la instalación de la paranoia. La organización consciente de la infiltración se ve forzada para depurarse a aplicar los mismos métodos que reniega y con ello el sistema al infiltrar un agente lo que realmente hace es infiltrarse en los miembros de dicha organización, en sus mentes y en sus cuerpos, haciéndolos agentes de su causa al actuar del modo que el sistema quiere que actúen.

El objetivo de toda tortura en la actualidad no es otro que romper la voluntad del combatiente. Como nos dejó en evidencia la divulgación de fotografías de los vejamenes de Abu Ghraib, ningún objetivo indagatorio se derivaba de esas acciones es más, la publicación de la fotografías no es sino la continuación de la tortura, o la consumación del objetivo masivo perseguido, tal cual lo es la entrega de datos falsos de detenidos desaparecidos. La idea es que la tortura sea omnipresente tanto para el flagelado, sus familias, sus compañeros y todo aquel que emprenda un camino contrario a los mandatos implícitos del Estado global.

Por lo tanto es preciso aprender a convivir con este método de tortura llamado infiltración para que no se nos infiltre el sistema por esta vía. Debemos ser conscientes que en el actual momento el sistema puede saber lo que quiera de nosotros, y no podemos sustraernos de ello, por lo que debe variar drásticamente nuestra táctica al respecto. Ellos nos miran, nosotros los miramos. La luz alumbrando todo lo que hacemos es el único modo de lidiar con las agencias de control pues nada pueden sapear allí donde no hay nada que sapear; y a nadie le debe resultar invasivo que aparezca el sapo en espacios públicos a cumplir su ruin cometido porque no hay nada que esconder. Este modo de enfrentar la infiltración es el único que permite crecer pues los nuevos adherentes no serán mirados como nuevos infiltrados y la tarea propia de la organización no se verá interrumpida con investigaciones internas.

En cambio, cuando se realicen acciones que puedan ser consideradas delitos, aún cuando el sistema pueda llamar delito a cualquier conducta sabemos que existen algunas en las que deliberadamente se sabe que no se pueden informar directamente a la prensa, se debe actuar solo o con la menor cantidad de compañeros posibles pues la única arma de la policía es la delación. Se deben optimizar los sistemas de seguridad y no se debe confiar en nadie por muy ultra compañero se diga pues el riesgo de terminar muerto o seco en la cárcel es muy alto para supeditarlo a tan precarios horcones. Crear una gran organización insurreccional es anacrónico no por el fin de la historia sino que porque el desarrollo de la técnica de espionaje impide que alguna nazca libre de infiltración. El desafío es, una vez más lo digo y no por majadería, el conseguir una coherencia doctrinaria equivalente a la de la clase dirigente de modo que nuestra organización heurística actúe coherentemente sin necesidad de hacer reuniones masivas públicas y deliberativas para ese fin. La coherencia doctrinaria permitiría que muchos hombres actúen espontáneamente como uno sólo, pudiendo potenciar la fortaleza defensiva que posee el anarquismo con una de carácter ofensivo que le permita golpear ahí donde duele, con toda su fuerza, en el momento correcto.

Por lo tanto la izquierda en vez que dedicar su tiempo a la estéril tarea de identificar a los traidores reales o potenciales debe consolidarse como un grupo minoritario pero coherente, tanto teórico como prácticamente, de modo de crecer desde esa coherencia. De nada sirven frágiles alianzas que no son más la pegatina de fragmentos incoherentes como lo fue recientemente el Foro Social Mundial o lo es hoy el NPA francés. Se requiere una coincidencia absoluta en a lo menos un par de asuntos, ese es el único modo que la izquierda trabaje como una inteligencia colectiva, redundante, independiente de los individuos que militen en ella. Una organización así es ininfiltrable, indestructible y capaz de crecer orgánicamente hasta subsumir a la población completa, desde abajo, aislando a la clase dirigente mundial y minimizando la muerte y el sufrimiento que produce la lucha espontánea y alienada. La coherencia teórica y práctica permitiría que cada pequeña acción sume al todo del mismo modo en que hoy cualquier acto solidifica y repotencia a la clase dirigente mundial.


Blog del autor : Violencia y Control

Notas:

 Sobre las ventajas de la inteligencia primitiva ver, Jared Diamond Armas, gérmenes y acero, Prólogo “La pregunta de Yali”. http://www.ehu.es/ernestolopez/Readings/1/Diamond%20Intro%20Castellano.pdf. También éste texto analiza en detalle el caso Atahualpa.

 Sobre el origen del Estado y el concepto de circunscripción ver: “A Theory of the Origin of the State: Traditional theories of state origins are considered and rejected in favor of a new ecological hypothesis”, Robert Carneiro. Science 21 August 1970: 733-738 DOI: 10.1126/science.169.3947.733

 Sobre el mega Estado ver, Peter Drucker. La sociedad postcapitalista. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 1993

 Sobre la clase dirigente mundial ver: Superclass : the Global Power Elite and the World They Are Making, Rothkopf, David J., New York : Farrar, Straus and Giroux, 2008.

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