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CHILE - El legado de Darwin y el Darwinismo

Ariel Zúñiga

Lunes 14 de septiembre de 2009, puesto en línea por Ariel Zúñiga

Los riesgos de pseudociencia darwinista.

La ciencia hoy apenas nos permite ser conscientes de la incomensurabilidad de nuestra ignorancia, estamos en los albores del conocimiento acerca de nuestra naturaleza física y biológica por lo tanto cada vez que aventuramos explicaciones sobre la relación de nuestra sociedad y nuestra naturaleza estamos torciendo la escasa evidencia que disponemos.

De forma estridente, Sebastián Piñera, mediante su canal de TV Chilevisión, ha emprendido una campaña darwinista. Sobre la excusa de los 150 de la publicación del “Origen de las especies” se releva el pensamiento científico del gran biólogo británico pero utilizándolo de mascarada para promover la aceptación del sistema tal cual es, adjudicando la desigualdad de la civilización y en especial del capitalismo, a una cuestión científica que debemos aceptar como natural.

Hace más de cincuenta años el politólogo Erns Cassirer distinguía con claridad el pensamiento de Charles Darwin y el nefasto darwinismo social. A esto último por lo general se le denomina “evolucionismo”; de la crítica a esa lectura interesada, superficial y mecánica de la selección natural, que ve en la competencia descarnada el origen de la vida, se ha nutrido el nuevo romanticismo posmoderno, aquel que considera a la ciencia como un enemigo.

Abrir la caja de Pandora de Darwin, por lo tanto, exige una serie de explicaciones previas que las exposiciones itinerantes destinadas a la clase ejecutiva, ávida de conocer aquello que se supone que ya todo el mundo sabe, o la serie “La Travesía de Darwin”, se niegan a desarrollar. Humberto Maturana en el primer capítulo de dicha serie lo deslizó, no se puede hacer una lectura lineal de Darwín, es decir, no se puede en la era de la complejidad retroceder al vulgar pensamiento social de mediados del siglo XIX que desembocó en las nefastas teorías rascistas y europeocentristas de Spengler o Gobineau.

Esa cruzada darwinista más que ser un aporte a la “cultura” es una campaña destinada a la desinformación y a la aceptación de juicios pseudocientíficos vestidos de ciencia pura y dura. La selección natural es una interacción inconsciente, bastante lejana de la consciente organización que hemos forjado los humanos.

Conocer a Darwin poco sirve si sus juicios no son actualizados. Las complejas naturalezas humanas han sido irreductibles a la teorización más sofisticada y por lo tanto es insultante que algunos pretendan envenenar la mente de un pueblo carente de una educación de calidad promocionado una interpretación interesada, que además se encuentra distante en más de un siglo y medio del desarrollo de la ciencia.

La pléyade de economistas, de vulgares bufones del pseudoconocimiento fast food empresarial, transforma las complejas interpretaciones del biólogo forjadas durante su viaje en el Beagle, en ingeniería de aplicación inmediata para la venta de productos o la inversión de activos. El enigma de la selección sexual, por ejemplo, vislumbrado por el abuelo de Darwin, Erasmus, sólo fue mencionado por éste pero jamás fue desarrollado científicamente sino hasta hace cuatro décadas atrás. La elección racional no es una derivación de la selección sexual sino que precisamente el talón de Aquiles para la piedra basal de la economía académica capitalista. El egoísmo, por otro lado, ha pasado de ser un supuesto metafísico para convertirse en uno científico desde hace tres décadas, pero en ningún caso eso implica que las lecturas conformistas acerca de nuestra organización política y social tengan un asidero biológico y que nos sea imposible superarlo. El pensamiento de Darwin más que conducir a la aceptación de un mundo estático es la afirmación de que el cambio es la única constante conocida; de la compresión y el dominio de las fuerzas que producen dicho cambio depende en gran medida el proyecto de emancipación de la humanidad pues ello implica una superación, es decir, la transformación consciente de la humanidad .

El hombre comenzó su proceso de emancipación de la naturaleza biológica hace a lo menos siete millones de años; desde hace doscientos mil que su material genético no experimenta ninguna mutación por lo que exhibir a la sociedad actual consolidada recién hace doscientos años como el modo “natural” de organización es un descomunal atentado en contra de la ciencia que se pretende acercar al neófito. La primera civilización surge hace diez mil años, y el capitalismo comienza a construirse hace quinientos; durante siete millones de años no fue natural ni la civilización ni el capitalismo y el poco tiempo que lo hemos experimentado ha sido incapaz de producir en nosotros mutaciones genéticas de modo de adaptarnos biológicamente al sistema artificial que hemos creado y éste sea “natural”.

Muchas veces los críticos de las religiones son meros teólogos que pretenden la instalación de otras nuevas. Cuando en Chilevisión se promovía el seminario sobre Darwin se decía que hasta hoy mucha gente cree que el origen del hombre está en una manzana, me pregunto, ¿quienes son esos idiotas que aún defienden tan posición? Hasta el vaticano ha aceptado que la selección natural es compatible con el origen divino del hombre de acuerdo a su teología. El creacionismo vulgar defendido por fundamentalistas religiosos en los EEUU no posee un correlato en nuestro país por lo que tal mención publicitaria sólo habla de quienes están detrás de esta campaña de marketing pseudocientífico y a quienes apunta esa campaña: A personas con alto poder adquisitivo pero con un básico nivel de instrucción.

Cassirer explicaba que la génesis del nazismo y fascismo debían buscarse en el nacionalismo hegeliano y en el evolucionismo que traicionaba el pensamiento de Darwin, que en gran parte se nutrió de él. De ese modo era posible deducir que la mejora genética era producto de la competencia a muerte entre los individuos o entre colectividades y que no existía otra moral que la que imponía la naturaleza. Ese modo de razonar es errado pero es sumamente persuasivo para quienes no disponen de un andamiaje conceptual que les permita comprender los ruines intereses que están detrás de la promoción de dichos discursos.

En A Darwin Nightmare se critica esa moral “sálvese quién pueda” que nos pretenden vender como científica. La voluntad y la consciencia le permiten al ser humano darse la organización que se quiera, y si bien en ciertos contextos el egoísmo es más eficiente debe buscarse el modo que el altruismo también lo sea, es decir, no somos renacuajos obligados a prosperar en un charco o perecer sino que dioses que podemos recrear la humanidad para que esta se corresponda con nuestros sueños.


Notas:

 Cassirer, El mito del Estado, México, FCE, 1948.

 Sobre la selección sexual y el contexto de los juicios de Darwin, por ejemplo su desconocimiento de las investigaciones de Mendel en genética, ver, National Geographic edición chilena, espacial conmemorativo de Darwin Febrero de 2009.

 Sobre la investigación científica en selección sexual y el “gen egoísta” ver Birkhead, Tim. Promiscuidad : una historia evolucionista de la competencia entre espermatozoides Pamplona : Laetoli, Oceano, 2007.

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