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La política del shock

CHILE - La afición de Sebastián Piñera

Ariel Zúñiga

Martes 12 de octubre de 2010, puesto en línea por Ariel Zúñiga

Horas después del terremoto del 27 de febrero de este año escribí que el caos producido por el cataclismo podía ser utilizado como una excusa perfecta para militarizar la zona, implementar un capitalismo aún más agresivo, desmovilizar a las organizaciones anticapitalistas e incrementar el poder de la clase dirigente nacional [1]. Lamentablemente no me equivoqué, incluso se podría decir que mis malos augurios fueron superados por la realidad.

Piénsese que tales pronósticos se hicieron mientras gobernaba la recientemente laureada en Canadá como la mujer coraje 2010, la socialista de balneario Michelle Bachelet Jeria (funada justamente por ciudadanos chilenos por su militarización de la araucanía [2] ). La llegada de Piñera aseguraba que el desbande se acrecentara y así fue.

Salvo políticas comunicacionales la zona derruida sigue tal cual, el invierno se sorteó a base de caridad televisada y altamente rentable para los donantes-inversionistas [3] . Mediaguas del hogar de cristo vendidas a siete veces su valor al fisco, armadas por militares y sonrientes voluntarios de un techo para Chile. Dinero público a raudales para los oligopolístas del retail de la construcción. Un manto de silencio mediático a la disidencia y represión a los que osaran mencionar lo ocurrido.

Todo lo anterior habría sido exactamente igual, salvo algunos matices estéticos, si la concertación hubiese seguido gobernando. La nota distintiva, la rúbrica de la “nueva forma de gobernar”, fue el de meter a martillazos un vergonzoso proyecto de falso royalty, una impunidad tributaria que se extendía a cambio de una “imposición voluntaria” [4].

Los estados, desde que existen, se definen por capacidad de imponer tributos. Nuestra innovadora clase política ha encontrado el modo de dejar de hacerlo y aún así reclamar soberanía sobre el territorio en que las multinacionales explotan los minerales. O quizá el ingenio de nuestra clase política es el de hacernos creer que esos minerales, que la constitución declara que son nuestros, simplemente no lo son y además tampoco es parte de nuestro país el sitio en que están emplazadas las explotaciones mineras. Así podríamos entenderlo todo más fácilmente: No nos pagan impuestos ni royalty porque no son ni nuestros los minerales ni se los explota dentro de nuestro territorio; sería una extensión del “país virtual” creado con el tratado binacional minero con Argentina.

Y mientras en Argentina se aprueba una ley de glaciares que deja a la Barrick Gold colgando como loro en el alambre, en Chile, o lo que queda de él, Camilo Escalona se abraza mientras ríe a carcajadas con Laurence Golborne, el señor Corales de la mina San José y autor del infame proyecto que extiende la impunidad tributaria (llamada eufemísticamente invariabilidad).

Porque jamás existió una discrepancia conceptual entre la concertación y el gobierno en este asunto. Para que se entienda el rol de nuestra clase política, como viles mercenarios de las mineras extranjeras, Aylwin, Frei y Lagos (tres de nuestros cuatro ex presidentes vivos) se reunieron de inmediato con Piñera en la Moneda para tratar de salvar el proyecto. Lagos declaró que Piñera estaba siendo testarudo (el camello hablando de jorobas) pues era posible un proyecto de consenso. Lagos Weber, el hijo del ex presidente que nos lo instalaron como una extensión del pecado original, explicó públicamente la tesis [5].

Pues bien, la carcajada de Escalona demostró que la intención de la concertación jamás fue la de pedir a las multinacionales el valor justo por nuestros minerales sino que se lo vendiera (o regalara) un poquitito menos barato.

Lo que hace diferente a Piñera de sus predecesores es que en vez que tener una cara de palo tiene una de acero inoxidable y revestida con teflón. Su infame proyecto de impunidad tributaria era tan abiertamente lesivo para el país como el aprobado en definitivas pero fue capaz de acusar a los opositores del mismo (los que sólo regateaban) de antipatriotas y opositores a la “reconstrucción nacional”.

Qué más se puede esperar de un prófugo de la justicia electo como mal menor ante un candidato aún más momio y tránsfuga que él como Eduardo Frei Ruiz Tagle. Así y todo, de malas ganas y a falta de alternativa, votó por Piñera menos de un tercio de la población nacional; sólo participan de las elecciones los mayores de cuarenta años, chilenos atropellados por la aplanadora de la realidad; sujetos sujetados que no son más que jirones de sueños rotos.

Cualquier coyuntura ha sido usada para incrementar su poder y el de los suyos.

Ya sabemos todos los desmadres producidos con la excusa de la “reconstrucción”.

Piñera trató de aprovechar la coyuntura del indulto bicentenario para aprobar una ley de punto final y hasta para hacerlo por decreto [6].

La movilización de los Mapuche para hacer más dura la ley antiterrorista [7] limando las asperezas que pudieran hacerla susceptible de nulidad constitucional.

Se saca a los civiles de las cortes militares pero se deja a los milicos, y a los pacos, sujetos a ella (lo que asegura su impunidad) y además hace más duras las sanciones en contra del maltrato que pudieren recibir [8].

El show de los mineros enterrados en proceso de rescate para tratar de aprobar, entre gallos y medianoche, la central termoeléctrica de Barrancones. Aquí fue tanto el descaro que hasta el esnobismo farandulero se opuso con tenacidad revirtiendo la medida [9].

¿Qué más podíamos esperar de la aplicación del convenio 169 de la OIT?

Piñera envío un proyecto que no cuenta con la consulta previa que exige el documento [10] , por lo tanto, será una aplicación fallida del instrumento internacional, una manera de rechazar el convenio sin admitirlo.

Los Mapuche y la ciudadanía en general están extenuados por la larga huelga, es fin de semana largo así que muchos están en la playa, pegando en la pera, borrachos, drogados o gastando el dinero que no tienen en conciertos de rock que se pueden escuchar en casa bebiendo una piscola... dicho de otro modo es el momento propicio para una nueva cuchufleta de nuestro presidente, un engendro de brazos cortos y dedos muy largos.

Y si fuera poco detrás de la cortina del montado rescate en la mina San José se podrían llevar el oro del banco central en un barco sin que nadie se entere.

¿Quién podrá defendernos? Quien debiera hacerlo es la oposición, aquella que se conduele con la situación del perraje para que voten por ellos en las próximas elecciones. Es decir, quien debiera defendernos es la misma concertación que acaba de vender su voto a las grandes mineras (por una suma no revelada).

Lo más probable es que no lo hagan, y que nuestro cansancio y desorganización lleven a la aprobación-desaprobación del convenio 169 de la OIT postergando las demandas indígenas, apagando con bencina el incendio en el sur y en Rapa Nui.

Los países tienen los gobiernos que se merecen y nos falta mucho trabajo para merecernos un estadista, un patriota, al menos alguien decente. Nos queda mucho por luchar y construir, ni Piñera ni los concertafachos darán algo sin que previamente sean amenazados; recordemos que nuestro presidente sólo da su brazo a torcer si por ello va a ganar millones de dólares o porque le secuestran un hijo.

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