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COLOMBIA - La afroderecha, un fenomeno deplorable

José Eulícer Mosquera Rentería

Martes 1ro de febrero de 2011, puesto en línea por Barómetro Internacional

Desde mi apreciación, la afroderecha es heredera de aquellos/as “negros/as ameros/as” que durante la colonia, a cambio de míseras recompensas, jugaron el papel de sapos, y que además de mantenerse arrodillados rindiendo pleitesía a su esclavizador, eran utilizados por estos como verdugos de sus propias comunidades y como informantes en relación con los propósitos redentores de los/as africanos/as y sus descendientes que con dignidad luchaban contra la abominable institución de la esclavitud y contra el colonialismo. Sin embargo, nunca perdieron su condición de esclavos y esclavas. Recordemos que en lo que hoy es Brasil, el cimarrón Zumbi, de la República de Palmares y sus comunidades después de casi un siglo de existencia fueron derrotados por la traición de uno de sus hermanos, y que en lo que hoy es Colombia también al gran Benkos Biohó le tocó enfrentar la traición de algunos de los propios, amen de las que tuvieron que enfrentar los líderes haitianos Toussaint Leouverture y Jean Jacques Dessalines.

Lo anterior indica la necesidad de deslindar los campos, entre quienes estamos por los cambios estructurales que rediman de una vez por todas a nuestros pueblos, y quienes sean coequiperos o agentes de los opresores, de lo contrario, los necesarios cambios se van a aplazar indefinidamente, y nuestros pueblos, hoy bajo el neoliberalismo, continuaran sometidos a la más extrema marginalidad social, al racismo, las discriminaciones y a las peores humillaciones, porque además, otro indecoroso papel que le han asignado las oligarquías y los imperialismos a la afroderecha es inducir a nuestros pueblos y comunidades a la resignación, al conformismo y a aceptar la opresión como algo normal y natural. De allí la pertinencia del debate que han propuesto nuestros hermanos afrovenezolanos.

En general la afroderecha la lideran personas de capas medias, profesionales y negociantes, de mentalidad pequeñoburguesa y arribista, que por ende pueden estar con los de arriba o con los de abajo de acuerdo a las circunstancias, aunque su aspiración histórica es convertirse en clase dominante. Por ello el Movimiento Social Afrocolombiano de Perspectiva Revolucionaria debe mejorar su trabajo de fortalecimiento de conciencia y organización con las bases populares, especialmente con las masas trabajadoras y campesinas afros, convirtiéndolas en protagonistas de su destino, que serán las que garantizaran el rumbo correcto de la lucha y la depuración permanente de sus filas.

Precisamente, hace unos años publiqué mi texto “Los Grandes Retos Que Debe Resolver el Pueblo Afrocolombiano”, con el propósito de provocar este debate y que a través de él nuestro movimiento social avanzara hacia la construcción de una propuesta ideoteórica que lo oriente hacia su redención histórica. Sin embargo, mi propósito no tuvo el impacto esperado entre quienes se han considerado dirigentes o líderes del Movimiento Social Afrocolombiano, y mucho menos entre quienes han ocupado las posiciones burocráticas logradas a través de la Ley 70 de 1.993, o Ley de Comunidades Negras, quizás por el autodesprecio y la subestimación que han cimentado entre nosotros el colonialismo y el neocolonialismo eurocéntricos, o porque estas personalidades en su mayoría han estado distraídas en el consumismo inducido por el capitalismo desarrollista y neoliberal, para lo cual han tomado el tema de la reivindicación de la afrocolombianidad como comodín o como cabalgadura para acceder a contrataciones y a posiciones burocráticas bien remuneradas.

Como lo digo en mi texto referenciado, estoy convencido que no se puede llegar a una explicación clara de la problemática histórica de los pueblos africanos y de la diáspora, si los análisis no se enfocan desde la lucha de clases y de la naturaleza de los sistemas socioeconómicos imperantes. Y como afirma nuestro brillantísimo historiador e investigador social cubano, Manuel Moreno Fraginals, en su libro “La Historia Como Arma”: “Todo análisis de la africanidad en América Latina, fuera del contexto de la lucha de clases, es una divagación en el vacío. Nada puede hacerse si se olvida que el negro africano vino como productor de plusvalía, y sus descendientes han continuado en la misma función”
Así mismo comparto lo afirmado por nuestro gran maestro Manuel Zapata Olivella en su libro “Las Claves Mágicas de América”, de que para entender la historia de América hay que analizarla desde las confrontaciones clasistas, las simbiosis étnico-culturales y las racializaciones colonialistas.

Pero también comparto lo afirmado por algunos líderes afroestadounidenses, como Henry Wiston y Earl Ofari, de que pretender la redención de los pueblos africanos y de la diáspora africana bajo el capitalismo, es un mito o una vana ilusión, por la naturaleza de ese sistema y porque desde la Conferencia de Berlín de 1.885 las potencias capitalistas occidentales concertaron mantener a estos pueblos indefinidamente bajo el colonialismo, hoy neocolonialismo, y la marginalidad extrema, a objeto de abaratar el costo de la mano de obra a nivel mundial y de tenerlos en estado de máxima vulnerabilidad para disponer de sus territorios ancestrales cuando los proyectos de expansión de sus industrias y negocios lo requieran.

Además, no vale la pena luchar por la conquista del poder para entregárselo nuevamente a los capitalistas para que continúen devorando a nuestros pueblos. Como dijo Carlos Marx, después de lo ocurrido en la Comuna de París, los trabajadores no continuaran siendo los mismos ingenuos, de conquistar el poder para luego devolvérselo a sus opresores, así se presenten con nuevos ropajes. De allí que, si es el sistema capitalista quien ha tenido sumidos en la marginalidad, la pobreza absoluta, el racismo y las discriminaciones a nuestros pueblos, sistema que además con su prolongada crisis que viene desde los años de 1.970 ha demostrado su agotamiento definitivo, a estos no les queda otro camino que asumir la vía del socialismo, como el sistema socioeconómico que por ser de naturaleza ajena a la explotación del hombre por el hombre, a la opresión y al colonialismo, y que tiene por objetivo máximo satisfacer las necesidades sociales fundamentales, dentro de un ambiente social caracterizado por la solidaridad y el más elevado humanismo, no da cabida a racismos ni discriminaciones.

De allí que los movimientos sociales y políticos de los pueblos africanos y de la diáspora lo más razonable es que se articulen entre si, y que a la vez se unan, se articulen y/o compartan con las demás fuerzas democráticas y progresistas que luchan por la justicia social y por cambios estructurales progresistas, y encaminados hacia el socialismo, pero con identidad propia y sin abandonar sus procesos identitarios, porque además de la cuestión de clase, somos cultura e historia, componentes identitarios que dan cuenta de nuestra esencia humana. En este sentido los procesos que se desarrollan en Cuba, Bolivia y Venezuela se convierten en las experiencias más pertinentes, ejemplos a seguir y en soportes para las luchas de los demás pueblos, y por ende merecen nuestro respaldo total.

Cuando hablo de la reconstrucción de nuestras historia e identidad, de ninguna manera acepto la pretensión oligárquico-colonialista de que estas se inician en la colonia, ni mucho menos los ridículos cortometrajes cargados de estereotipos negativos sobre la africanía, que tradicionalmente han difundido las versiones oficiales de la historia, ya que en realidad procedemos de los pueblos más milenarios del mundo, y que ha quedado suficientemente demostrado en los serios trabajos investigativos histórico-antropológicos de insignes personalidades estudiosas de la africanía y de las ciencias sociales, como Arturo Ramos, Armando Fortune, Clovis Moura, Melville Herkovits, Isabel Aretz, Manuel Zapata Olivella, Nina Sánchez de Friedman, Jaime Arocha y Manuel Moreno Fraginals, entre otros, que nuestros abuelos y abuelas secuestrados y esclavizados por los colonialistas occidentales, trajeron sus culturas milenarias a estos nuevos contextos socioambientales e históricos, donde las recrearon en medio de dificultades que ningún otro grupo humano ha vivido. En este sentido y dentro de este proceso de reconstrucción, el primer paso a dar es asumir con orgullo nuestra herencia ancestral africana, condición insoslayable para ser pueblos y personas con alta autoestima y conscientes de unos derechos históricos, constitucionales y legales por reclamar y defender a como de lugar.

De esta manera entonces, es inaceptable que se promueva la vergüenza por nuestros orígenes y el odio hacia los pueblos africanos, bajo la falsa afirmación de que fueron ellos quienes nos vendieron, con lo cual de paso se limpia de culpas a los colonialistas y neocolonialistas, convirtiendo a las victimas en victimarias. Pues si bien los colonialistas lograron corromper a algunas familias africanas llevándolas a la comercialización de sus hijos e hijas, quienes idearon e impusieron la trata negrera fueron ellos, por su puesto, contando con la alianza estratégica con algunos gobernantes africanos, sin la cual seguramente no había sido posible este abominable negocio. Como dice la sentencia popular: “No hay nada que corrompa más que el oro y la plata”. Y a qui aflora nuevamente la cuestión de clase, ya que no podemos confundir la conducta depravada de algunos miembros de las clases dominante africanas, con los pueblos africanos, como tampoco podemos confundir a la clase burguesa, imperialista y colonialista europea, con los pueblos europeos, o a la clase imperialista estadounidense, con el pueblo estadounidense, que también son victimas de la explotación y de la opresión de esas mismas clases dominante, así en el seno de estos pueblos hayan personas de mentalidades racistas, discriminadoras y procolonialistas, como producto de la influencia ideológica imperialista, generada básicamente desde el aparato educativo y de los grandes medios de desinformación imperialistas. En estos pueblos lo que podemos encontrar es toda una cantera de solidaridad y de humanismo, como ha quedado demostrado en las marchas que realizaron Luther King y Malcom X, donde siempre marchaba un alto número de personas de otras etnias, culturas y nacionalidades. Igual ha ocurrido en Francia en las protestas de los emigrantes africanos y asiáticos, y en España con africanos y asiáticos que migran clandestinamente e indocumentados, que llegan extenuados a sus costas, y que en medio de la persecución policial no dejan de aparecer nacionales españoles que los protegen y les facilitan alguna ayuda. Así mismo no podemos olvidar las ayudas proporcionadas por el extinto campo socialista a los procesos de transformaciones revolucionarias de África, Asia y América.

Hoy cuando hemos entrado en el Año de los Pueblos Afrodescendientes, decretado por la Organización de Naciones Unidas, y que la afroderecha internacional está envalentonada, pretendiendo monopolizar los eventos y recursos destinados a la atención de las problemáticas de nuestros pueblos, para continuar engrosando sus cuentas bancarias personales, al tiempo que continúan con su indecoros papel de mercenarios, de diversionistas ideológicos, fomentadores del conformismo y la abyección, para que todo siga igual. Los y las afrodescendientes que realmente hemos dedicado nuestras vidas a la lucha por una vida decorosa para nuestros pueblos y comunidades, donde se superen la marginalidad social, el racismo y las discriminaciones, estamos en el deber de integrarnos y de articular nuestro trabajo en aras del éxito. Y en estos propósitos no dudo que podemos contar con el apoyo de los gobiernos de Hugo Chávez y de Evo Morales, en la medida que hagamos las cosas bien y con la mayor seriedad posible.

De allí la necesidad de inicialmente integrar un equipo de trabajo con los hermanos afrovenezolanos, en aras de organizar un primer encuentro, de donde debe salir una agenda de trabajo por la reivindicación social, económica y política de los pueblos afroamericanos y africanos. Considero que en lo inmediato en Colombia debería integrarse una comisión bajo el liderazgo del PCN y del grupo Cimarrón para iniciar los contactos en aras de este magno objetivo.

“Porque afros y no negros”.

Aun que este tema no se considere prioritario, desde mi apreciación tiene que ver con la dignidad de un pueblo y de las personas que lo componen. Ya en eventos internacionales de representantes de los pueblos africanos y de la diáspora, realizados desde los años de 1.940 hasta la Conferencia de Durban, Sudáfrica, 2001, y en estudios realizados por los más connotados investigadores de la africanía, se han argumentado las razones por las cuales no debemos llamarnos, ni permitir que nos llamen “negros”, ya que este fue un adjetivo convertido en sustantivo por el colonialista para minimizar o disminuir a los/as africanos/as, que perteneciendo a diferentes etnias fueron racializados/as, con lo cual pudieron catalogarlos como cuasi humanos y con ello justificar su empresa esclavista. De igual manera que utilizaron la expresión “indio” para estigmatizar y minimizar a los aborígenes de las Américas, así inicialmente la hayan utilizado por error al creer que habían llegado a la India.

En todos los países de las Américas que he visitado he encontrado que permanentemente se utilizan las expresiones “negro” e “indio” para menospreciar, disminuir e insultar. Pero a la vez en mis visitas y permanencias en diferentes países del mundo he podido constatar que a ninguna comunidad o persona le gusta que la racialicen. Es decir que la llamen: “Hola blanco/a” “hola blanquito”, “hola indio” “hola indiecito”, “ese indio”, “ese negro”, ese blanquito”, “hola mestizo”, “hola mesticito”, “ese mesticito”. Por la sencilla razón que los seres humanos ante todo somos células culturales e históricas. A cambio, las expresiones afrocolombiano, afrobrasileño, afrovenezolano, etc., están dando cuenta que se es portador de una cultura ancestral y milenaria, de una historia y de una nacionalidad, muy diferente a “negro” o “negros”, que son cosificantes, y que a lo sumo solo se refieren a un rasgo biológico o animal del individuo o pueblo.

Desgraciadamente los pobres modelos educativos que han imperado en nuestros países no nos han ayudado a superar muchas prácticas y expresiones degradantes heredadas de la colonia, las cuales perviven en el inconsciente colectivo, ya que han sido modelos eurocéntricos, individualista, de corte capitalista y procolonialistas. De tal manera que si nos proponemos dejar atrás al colonialismo y vivir en sociedades libertarias y con el más alto grado de humanismo, tenemos que desterrar el lenguaje y las prácticas colonialistas envilecedoras del ser humano.

Pues todo pueblo tiene el derecho a escoger su etnónimo o como llamarse, ya que todo nombre lleva intrínsicamente una condición dignificante, por ende, es un abuso que se le denomine como a otro se le antoje, y sobre todo si es con propósito envilecedor. Como ocurrió con el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, en uno de sus famosos consejos comunales hecho supuestamente para tratar las problemáticas más urgentes de la afrocolombianidad, donde les dijo despectivamente a nuestros voceros, y frente a la TV, que de donde es que sacábamos ese cuento de denominarnos afrocolombianos, y que para él no éramos sino negros y que nos seguiría llamando negros, porque esa era una forma cariñosa de llamarnos. Pero lo más seguro que a él no le gustaría que lo llamaran “mestizo” o “mesticito”, en vez de “paisa”.

Es innegable que algunas personas en ocasiones utilizan las expresiones “negro” o “negrito” cariñosamente, pero eso no deja de ser una manifestación de racismo. De ese racismo generado por el colonialismo europeo y que como concluyera Frank Fanon, va dormido en el inconsciente colectivo, que sorpresivamente despierta y se manifiesta como si fuera algo normal y natural, y que solo se podrá superar con cambios estructurales y desencadenando procesos educativos renovadores, libertarios y dignificantes de la condición humana.


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