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GUATEMALA - La resistencia antiminera de La Puya, una escuela social que interpela

Ollantay Itzamná

Domingo 8 de junio de 2014, por Jubenal Quispe

El Proyecto minero el Tambor cuenta con 19 partes. La mina Progreso VII Derivado, es una parte de dicho proyecto. Sus dueños son Exploraciones Mineras de Guatemala (EXMIGUA) y la norteamericana Kappes, Cassiday & Associates (KCA). Obtuvieron la licencia de operaciones en el año 2011.

Según indica Don Tono Reyes, uno de los líderes de la resistencia en La Puya, la mina Progreso VII Derivado se encuentra en las jurisdicciones de los municipios de San Pedro de Ayampuc (80%) y San José del Golfo (20%), en el Departamento de Guatemala.

La resistencia campesina se estableció en la puerta de ingreso a la mina, dentro del Municipio de San Pedro de Ayampuc, en el lugar denominado La Puya (por la existencia en el sitio de platas maderables del mismo nombre), desde inicio del 2012.

Desde entonces, campesinos/as de las diferentes comunidades, con rezos y alabanzas hicieron retroceder e impidieron el ingreso de camiones y maquinarias al lugar. Hasta que el 23 de mayo pasado, esta resistencia pacífica fue violentamente rota por escuadrones de antimotines de la Policía Nacional Civil (PNC) quienes escoltaron maquinarias pesadas, dirigidos por el Gerente de la empresa.

La Puya, una puerta minera más resguardada por la Policía Nacional Civil

Después de recorrer unos minutos por la ciudad de Guatemala, ingresamos a la zona agrícola. Siempre en el Municipio de Guatemala. Envidiable vegetación tropical nos recibe e impregna de penetrante aroma a tierra fértil agrícola. El empobrecimiento materializado en las covachas de láminas de zinc humeantes, es un común denominador del paisaje social en el camino.

Después de una hora de viaje, nos recibe el pequeño pueblo de San José del Golfo (a 33 km. de la ciudad capital), en cuyas paredes se leen: “Mina No. Vida sí”. Y a la salida de este pueblecillo, en dirección de La Puya, nos da la bienvenida un hormiguero de hombres armados, vestidos de color azul oscuro. Son efectivos de la Policía Nacional Civil que resguardar el ingreso a la mina Progreso. En total contabilizamos 15 carros y buses patrullas estacionados en fila en ambos lados del camino.

Inmediatamente aparecen en primer plano champas de plástico y zinc con evidentes signos de violencia. Campesinos/as adormitados, confundidos entre mantas destruidas, con consignas antimineras, chapaleando en el lodazal, nos miran con entusiasmo y sensatez. Cerca del ingreso a la mina, sentados en sillas de plástico, en forma semicircular, se encuentran jóvenes enchalecados de azul celeste con el logo de Procuraduría de Derechos Humanos (PDH).

Presentando nuestra credencial de prensa internacional rompimos el silencio, y preguntamos a los campesinos que nos seguían con sus miradas tristes y expectantes sobre ¿quién era el o la dirigente de la resistencia? Tres de ellos respondieron casi en coro: “Aquí no hay dirigentes. Dirigentes somos todos”.

Finalmente nos llevaron a la última champa de plástico y de láminas viejas, cerca del riachuelo y de la milpa, y nos presentaron a Doña Deodora.

Ella, con los ojos preñados de lágrimas, nos narró esta apasionante historia de esta emblemática resistencia pacífica campesina que ya dura más de dos años.

Doña Deodora Oliva: “Si los riyitos de aquí cerca ya están contaminados. De dónde ya vamos a sacar el agua”

“Mi nombre es Deodora Oliva. Tengo 56 años edad. Tengo cinco hijos. Soy de la comunidad de Guapinol, del Municipio de San Pedro de Ayampuc. Nosotros estamos aquí en resistencia pacífica desde hace dos años y tres meses porque no queremos que la empresa minera se instale aquí. Nuestras comunidades están debajo del cerro que escarbará la empresa para sacar el mineral”.

“El agua es muy escasa. Nos abastecemos de una naciente de agua que está justamente en ese lugar. De dónde ya vamos a sacar el agua. Si los riyitos de aquí cerca ya están contaminados. Eso es lo que nos hace estar en resistencia. Sabemos del daño que nos deja la empresa minera, para nuestra salud y para la misma tierra.”

“Su inspiración de ellos es que respondamos con violencia, como ellos vienen”

“Lamentamos que ya hemos sido atropellados en cuatro ocasiones en estos dos años y meses que estamos resistencia pacífica.” Siguió narrando Dña. Deodora.

“El viernes pasado vinieron ellos (la empresa minera y la policía) tan agresivos. Hay demasiados compañeros heridos, golpeados, hasta fracturados. Es lamentable que nuestros gobernantes nos hayan hecho eso.”

“La policía venía agresivo alentado por el dueño de la mina. Él decía que ése día entraba, y no importaba lo que se llevara por delante. A pesar de que se les rogó, (…) Hasta nos insultaron, porque nosotros siempre estuvimos con alabanzas, con rosarios. Ése día dijeron que Dios no tenía nada que ver con esto. Dice que utilizamos la religión, lo que nuestro Señor dejó, para obtener un arma para estar en frente de ellos. Eso no les gusta dice. Ellos dicen que confundimos las cosas”.

“Yo pienso que su inspiración de ellos es que respondamos con violencia, como ellos vienen. Pero, nosotros respondemos con cantos, con rosarios. Así, para no responder con violencia a la agresión que ellos traen.”

“¿Qué beneficios obtenemos? Nosotros como comunidades, nada. Lo poquito que la empresa les da a ellos (gobernantes) se queda con ellos. Mientras tanto, las comunidades seguimos en lo mismo. Ahora, incluso ya quieren exterminarnos. Eso nos hace resistir aquí pacíficamente.”

“A nosotros nos motivó la información que nos dieron los de la organización Sangre de Cristo sobre el impacto de las minerías. Así nos acompañaron sacerdotes. Antes hacíamos la vigilancia sin mucha organización para impedir el ingreso de las maquinarias al lugar. Pero, desde hace año y medio atrás, nos organizamos para vigilar en turnos las 24 horas. A las 5 de la tarde recibimos el turno y entregamos a las 5 de la tarde del día siguiente. Venimos hombres y mujeres. Somos 6 grupos de diferentes comunidades. Y cada 5 días nos toca venir”.

Luego de esta conversación, los comunarios en resistencia designaron a Don Carmelo Díaz (de 43 años de edad) para que nos acompañara en nuestra visita a las comunidades afectadas por el proyecto minero.

Metales pesados envenenarán las aguas y el mercado de la ciudad capital
Recorrimos las comunidades de Guapinol (de 85 casas, muchas de ellas multifamiliares), Los Achiotes (promedio de 60 casas), comunidades del Municipio de San Pedro Ayampuc. Y observamos la ubicación de las comunidades de San Antonio y Jabial, del Municipio de San José del Golfo. Estas comunidades serán directamente afectadas por la obra minera por estar ubicadas en la parte baja del cerro de donde extraerán oro y otros metales mediante el método de cielo abierto y la utilización del mercurio y cianuro para el aprovechamiento de los metales.

Pero, la contaminación no quedará sólo en dichas comunidades. Del cerro de donde extraerán los minerales, nacen dos riachuelos: La Barranca y Las Paridas. Este último, que la empresa considera de su propiedad, será mesclado con cianuro y mercurio en su naciente para extraer los metales. Estos dos riachuelos (que perduran en el verano), luego de unirse entre sí, corren y se juntan con el riachuelo Guapinol. Guapinol, a su vez, poco más abajo, se une al río Las Vacas. Y éste, al río Motagua (el más grande de Guatemala).

En nuestro recorrido, montaña adentro, a pie, por las quebradas, encontramos que las riberas de estos ríos son envidiablemente fértiles. Los comunarios aprovechan no sólo las vegas para cultivar maíz, frijoles, hortalizas, frutas y piscicultura, sino también bombean agua con motores pequeños desde estos riachuelos para cultivar en las partes elevadas.

De continuar la obra minera, el envenenamiento será mucho mayor de lo que se imagina hasta ahora. Estas comunidades venden sus productos a los mercados de la ciudad de Guatemala. De continuar el proyecto minero, hortalizas, verduras y granos básicos con alto contenido de plomo, mercurio, cianuro, y otros metales ingresarán directamente a las mesas de los hogares capitalinos. Ésta es una de las verdades inconvenientes aún desconocidas por las y los capitalinos.

Para llegar a esta conclusión, no se necesita ser experto en Estudios de Impacto Ambiental. Suficiente conocer la topografía del lugar. De dónde nacen las aguas, en qué dirección corren, y qué agua utilizará el proyecto minero. Además, por ciencia y por experiencia, sabemos que el cianuro liberado es imposible encapsularlo porque tiende a volatilizarse. Y, algo más, aunque el uso de este químico esté prohibido en los países del norte, en países como Guatemala con seguridad en minas a cielo abierto se usan mercurio y cianuro para aprovechar el oro y la plata.

Oficial Ramiro de la PNC: “Quién no va a defender el lugar donde vive. Yo también lo defendería”

Al retornar al punto de la resistencia de La Puya, luego de haber recorrido por las comunidades, encontramos que la presencia policial en el lugar había aumentado. La gran mayoría jóvenes con facciones mayas.

Abordamos al Policía más próximo al punto de la resistencia. Al igual que sus compañeros/as viste uniforme color azul oscuro, no lleva ametralladora como el resto, lleva consigo una pistola y un palo que también le sirve de bastón. Iniciamos la conversación amigable para romper el hielo, y esto fue lo nos dijo:

Le preguntamos: ¿Qué haría Ud. si debajo de su vivienda encontrasen oro y le obligasen a abandonar su vivienda? “No creo que ocurra eso, pero de ser así, yo también defendería lo que es mío”, nos respondió. Y, prosiguió: “Quién no va a defender el lugar donde vive uno. Sobre todo cuando son agricultores (señalando a campesinos en resistencia). La milpa y los frijoles ya no producen cuando la tierra se contamina. Yo defendería mi propiedad”.

“Nosotros aquí cumplimos órdenes. Tengo 13 años de servicio y estoy en la Comisaría de Mixco. Muchos de nosotros somos de aldeas, de comunidades. Yo sólo hice hasta tercero básico (de estudios). El problema que ellos tienen no es con nosotros”.

“Aquí nosotros patrullamos en tres turnos las 24 horas del día. Ellos (refiriéndose a la resistencia) igual patrullan en sus champitas (covachas). Nosotros, aquí, nos hacemos los fuertes aunque no tenemos dónde respaldarnos (descansar). El problema no es con ellos. Sólo cumplimos órdenes. A veces ellos (la resistencia) nos dan de comer. Pero, por lo regular, salimos en grupos a buscar comida. Esperamos que el diálogo avance. La violencia sólo crea más violencia”, concluye el Oficial de la PNC.

Don Tono Reyes: “Hoy, por hoy, estamos pisoteados por los partidos políticos, incluso por los de la izquierda”

Para averiguar las proyecciones políticas de esta resistencia social entablemos una entrevista con Don Tono Reyes, líder de la resistencia en La Puya, y así nos respondió:

“A la población guatemalteca, el sistema político lo ha prostituido económicamente. Le han atrofiado el pensamiento de la gente. Entonces, la gente vota por aquel que más le regala, y por aquel que más les miente. De eso se aprovechan los politiqueros (…) Nosotros, francamente, no creemos en ningún politiquero. Absolutamente todos son iguales. La resistencia del pueblo nos tiene que ir encaminando hacia una solución definitiva”.

“Guatemala tiene dueños (…), y sea de izquierda o de derecha quien llegue al poder, la cúpula económica los domina”.

“Hoy, primero de junio de 2014 no estamos preparados para convertirnos de fuerza social en fuerza política, y hacer los cambios. Posiblemente, el 2 de junio del 2014, que es mañana, posiblemente pensemos diferente. Pero, hoy, por hoy, estamos pisoteados por los partidos políticos, incluso por los de izquierda. Tenemos confianza que la resistencia social del pueblo rechace los modelos económicos neoliberales que nos quieren imponer”.

¿Los proyectos hidromineros necesariamente traen consecuencias negativas?

La resistencia antihidrominera integra a personas y comunidades. En los últimos años, los proyectos hidromineros están activando procesos de rearticulación e integración social en las comunidades. Este proceso de agregación social, en un país en acelerado ritmo de desintegración sociopolítico producto la sangrienta violencia generalizada, es de alto valor. Niños/as, jóvenes, adultos y ancianos/as involucrados y organizados en las luchas.

Las comunidades en resistencia se educan en el tema ambiental y en sus derechos. “Hasta antes de esta resistencia pacífica nosotros no sabía nada de las minerías. No conocíamos, pues, nuestros derechos. En esta lucha, en diferentes comunidades, organizaciones internacionales nos vinieron a formar. Ahora, somos como 4 mil personas que sabemos y conocemos por qué tenemos que defendernos”, nos narra Carmelo Díaz, mientras avanza por nuestro delante, cuesta arriba, descalzo, para mostrarnos las nacientes de agua que serán contaminados por la mina.

La religión, lejos de ser factor de desintegración, cohesiona a actores en resistencia. “Un pueblo unido, con la ayuda de Dios y la Virgen, jamás será vencido en su lucha”, nos concluye Dña. Deodora. La resistencia de La Puya, como en otros casos que conocemos en Centroamérica, fue y es dinamizada por la fe cristiana. Pastores y sacerdotes, evangélicos y católicos, cristianos y mayas, se unen y dinamizan las resistencias pacíficas aglutinadas alrededor de una demanda común: Defender el agua, la tierra, la vida. Existe en el trasfondo de estas acciones colectivas una conciencia ecoteológica y ecoespiritual fluida que aún discursivamente no son tan perceptibles.

Desintegración familiar y corrupción de las estructuras comunitarias. En el caso de la mina Progreso, como en otros casos, muchas familias y comunidades se desintegran, dividen y confrontan entre sí. Aprovechando la situación de necesidad del área rural, las empresas mineras contratan a la juventud campesina temporalmente por salarios básicos para trabajar como peones. Pero, en las mismas familias y comunidades, sus integrantes se encuentran en pie de lucha en contra de la presencia minera. Además, los agentes mineros corrompen, compran conciencia de dirigentes comunitarios para que firmen documentos de aprobación y aceptación del proyecto minero en sus comunidades a cambio de pequeños montos de dinero (que para el área rural son grandes).

El costo socioambiental jamás se sabrá en su real magnitud mientras no existan categorías para medir la destrucción y contaminación del entorno y la destrucción sociocultural de los pueblos. Mientras no se internalice en el sistema financiero de la empresa el daño ocasionado y dejado, jamás sabremos del costo sociambiental real dejado por estos proyectos. Lo único cierto es que existen pueblos mineros de antaño, donde, ahora, nacen “niños de plomo” (caso la Oroya, Perú). Pueblos sin personalidad, ni identidad alguna porque fueron removidos de sus lugares ancestrales. Montañas escarbadas y convertidas en artificiales lagunas azul plateadas desde donde los metales pesados continúan filtrándose hacia las tomas de agua. Incluso las inertes rocas molidas (cascajo) siguen soplando veneno a la atmósfera.

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