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Parte 1

El legado de Fidel - La verdad temida por Trump

Ernesto Wong Maestre

Miércoles 21 de diciembre de 2016, puesto en línea por Barómetro Internacional

Algunas premisas de la reflexión

El primer presidente de los Estados Unidos de América fracasado en el intento de continuar extrayendo de Cuba su riqueza, a costa de la explotación del pueblo cubano, fue el republicano Dwigth Eisenhower quien gobernó su país hasta el 20 de enero de 1961, precisamente cuando unos cien mil jóvenes cubanos se enrolaron como maestros populares, al llamado del líder revolucionario Fidel Castro Ruz, y comenzaron la campaña de alfabetización de esos campesinos y obreros que el sistema capitalista excluyó del saber universal.

Por haber pertenecido a ese histórico contingente juvenil, haber aprendido de Fidel a ser justo y honesto, y recordar que ser revolucionario “es desafiar poderosas fuerzas dominantes” y “defender valores en los que se cree” (FC,1/5/2000), le recordaré al señor Trump algunos datos históricos ya que nuestro querido Comandante en Jefe ha partido a la gloria. Le respondo al candidato ganador de EEUU como acostumbraba Fidel a hacerlo ante las ignominiosas calumnias lanzadas contra Cuba por algunos de los once presidentes yanquis que siguieron el camino vergonzoso e injerencista del invasor Eisenhower, el que parece agradarle al próximo inquilino de la Casa Blanca.

En razón de ello, en la presente serie de artículos El Legado de Fidel que inicia con este trabajo La Verdad Temida Por Trump, pretendo mostrar las potencialidades ideológicas y políticas más significativas del legado de Fidel Castro que comenzaron a gestarse desde el asalto al cuartel Moncada en 1953, en todo el periodo de emigración a EEUU y México, luego en la guerrilla de la Sierra Maestra 1955-1958, en los años que nace y se consolida la verdadera república libre e independiente de Cuba (1959-1972), en la nueva institucionalización comenzada a integrarse al sistema socialista europeo (1972-1991), más tarde durante el “período especial” (1991-2000) y luego en la recta final hasta el “último minuto” del día 25 de noviembre de 2016 que como prometió estuvo batallando con la naturaleza.

A través del estudio de sus discursos públicos desde que Fidel asumió las riendas del país en 1959 se pueden extraer esas claves de su pensamiento que nutren su legado político, y que hoy son tan temidas por las oligarquías extranjeras porque socavan las bases argumentales del capitalismo monopolista y movilizan al sujeto histórico para guiarlo en su camino liberador e independentista frente al imperialismo yanqui. ¿Será por ello que el elegido presidente estadounidense Donald Trump fue tan insolente, prepotente y mentiroso al comentar días atrás el fallecimiento del líder cubano Fidel Castro calificándolo de “dictador” y al sistema político cubano de “totalitario”?.

Igual a los anteriores presidentes, Trump declaró su aspiración de devolverle a EEUU su poderío e influencia mundial. Si esa potencia e influencia fueron alcanzadas por los gobernantes estadounidenses a costa de la explotación de los trabajadores y trabajadoras de los pueblos de América Latina, África y Asia, practicada por sus monopolios, transnacionales y megacorporaciones, entonces el legado de Fidel Castro continuará siendo un obstáculo imbatible para Trump como lo fue para esos once presidentes gringos, ya que ese legado fidelista es la síntesis de su pensamiento, su obra humana y material y su praxis en los marcos nacionales e internacionales. Es el paradigma del revolucionario Fidel, arraigados en la cultura cubana y de otros pueblos o tomados como referencia y respetados como válidos para la lucha emancipatoria. Por ello resulta necesario recordar que “la cultura es el fundamento del movimiento de liberación nacional”, como habría dicho uno de los líderes africanos que tuvo más identificación con Fidel: el agrónomo guineano Amilcar Cabral quien se destacó en la fundación de la Tricontinental de La Habana en 1966 y lideró hasta su muerte en 1973 la batalla por la independencia de Guinea Bissau y Cabo Verde.

¿Por qué el legado de Fidel es y será un poder defensivo de altos quilates frente a las pretensiones imperiales de apoderarse de Cuba? Para contestar esa pregunta se debe haber respondido esta otra: ¿en qué consiste el legado de Fidel?. Ambas preguntas se responderán a lo largo de los artículos que componen esta serie. Para presentarla se ha optado por usar, generalmente, un orden cronológico de los acontecimientos en que líder-pueblo estuvieron involucrados transformando a Cuba y enfrentándose al potente adversario imperialista. De esa dialéctica se extraerán los rasgos genéticos del pensamiento de Fidel. Ellos son significativas tesis de su legado histórico que se fue construyendo con el tiempo y la praxis porque nada surge de la nada.

El legado de Fidel está arraigado en la cultura cubana

Durante nueve días el mundo estuvo observando en Cuba el comportamiento ciudadano y militante de millones de personas que en las ciudades cubanas expresaron, ante los restos de Fidel convertidos en símbolo, su admiración, amor y respeto hacia “el Caballo” como le llamaba cariñosamente el pueblo a Fidel, o hacia el “Comandante en Jefe” como se le denominó oficialmente y se hizo patrimonio de todas y todos los cubanos que coreaban una y otra vez, “Yo Soy Fidel”, “Yo Soy Fidel”, “Yo Soy Fidel”. Esa identificación del pueblo con Fidel es resultado de ese legado que fue construyéndose desde el asalto, organizado y liderado por Fidel, al principal cuartel militar de la dictadura de Fulgencio Batista, hasta este propio momento de su fallecimiento pues con su decisión personal de que al morir lo cremaran reafirmó un elemento crucial de su legado: la firme convicción en los principios éticos, políticos y morales con que condujo la Revolución Cubana, en los cuales se destacó, entre otros, evitar el culto del pueblo a su personalidad por las dañinas consecuencias que ello podría traer para el ritmo y profundidad del proceso de transformaciones sociales.

Por el arraigo popular del legado de Fidel en la cultura cubana y por la decisión soberana de ese pueblo y sus líderes actuales, dirigidos por el ya legendario comandante de la Sierra Maestra y genio militar Raúl Castro Ruz, de continuar la obra transformadora de la Revolución en Cuba, seguirá ello constituyendo un valladar infranqueable a los planes estadounidenses de entrometerse en los asuntos internos de Cuba para “cambiar el régimen” como si se tratara de un problema de reingeniería en una empresa. Ese pensamiento pragmático capitalista del agresivo Trump encontrará en el legado de Fidel un poder defensivo que no podrá vencer, como no lo pudieron lograr esos once ilusos mandatarios imperiales.

De ese legado fidelista, la ideología de la Revolución Cubana, como sistema de ideas compartidas por la gran mayoría de la población para construir el socialismo, es otro valladar infranqueable para Trump, como lo fue para los once presidentes anteriores, pues constituye un cuerpo sólido de conocimientos dentro de ese “mundo social” compartido con otros pueblos, de mucha significación para transformar las estructuras heredadas del capitalismo y construir el socialismo, solo a 90 millas del mayor adversario.

En ese contexto, el discurso del Comandante en Jefe adquirió un relevante significado para todas las generaciones de cubanos y cubanas, y de otras sociedades latinoamericanas o caribeñas, formadas al calor de esa intensa batalla por la sobrevivencia y la búsqueda del “buen vivir”, como diría Evo Morales, otro de los leales hermanos y admirador confeso de Fidel quien también aportará un legado a las generaciones actuales y venideras “Ninguna economía es duradera si produce desigualdades y exclusiones. Ningún progreso es justo y deseable si el bienestar de unos es a costa de la explotación y la miseria de otros” sentenció Evo como presidente Pro Témpore de la Cumbre del G77+China, celebrada en La Paz, Bolivia, en junio de 2014. También alertó: “Necesitamos construir una visión distinta del desarrollo occidental capitalista, transitando desde el paradigma del desarrollo sostenible al paradigma del desarrollo integral para el buen vivir. Ningún desarrollo es sustentable si la producción destruye la Madre Tierra”. No son secretas en absoluto las propias referencias del líder boliviano a las ideas socialistas y ecologistas de Fidel a quien considera su mentor político.

Sin dudas, el pensamiento social de Fidel se ha extendido por toda la región, a pesar de la manipulación mediática adversa, durante el medio siglo de vida y obra revolucionaria en Cuba. Ello constituye un reto a vencer o adaptarse para el capitalista Trump si este es incapaz de poder asimilar ese pensar en lo social, casi predominante en los foros de organismos multilaterales o en los movimientos sociales, y él trata de contrarrestarlo muy dogmáticamente con adjetivos descalificadores contra el indiscutible líder de pueblos, opuestos a la realidad, o con políticas agresivas que se revertirán en contra de sus intenciones reformadoras.

Así también calificaron a Fidel, cada uno a su forma y estilo, los posteriores presidentes a Eisenhower, tan fracasados en sus intentos anticubanos: John F. Kennedy (1961-1963), Lyndon B. Johnson (1963-1969), Richard Nixon (1969-1974), Gerald Ford (1974-1977), Jimmy Carter (1977-1981), Ronald Reagan (1981-1989), George H. W. Bush (1989-1993), Bill Clinton (1993-2001), George W. Bush (2001-2009) y Barack Obama (2009-2017) quien moderó su léxico contra la Revolución Cubana bajo el presupuesto de buscar “el cambio de régimen” en Cuba mediante el “smart power” aplicado codigna o compensatoriamente para promover también la creación de una oposición política dentro de la Isla (destinada al fracaso por su artificialidad, ilusión capitalista y su carácter anexionista).

El origen del subdesarrollo está en la base económica

Fue a solo cuatro meses de comenzar el gobierno revolucionario cubano cuando Fidel expuso una de sus principales tesis políticas a los veintiún gobernantes latinoamericanos reunidos en Buenos Aires el 2 de mayo de 1959 y colocó los factores causales del desastre político-social latinoamericano en la “base económica”, es decir, en “las relaciones sociales de producción”, definidas por Carlos Marx en el I Tomo de El Capital. “La inestabilidad política de los gobiernos y de los pueblos de América Latina en estos tiempos no es la causa del subdesarrollo –afirmó Fidel- sino la consecuencia del subdesarrollo”. Al cuestionar la tesis predominante en el foro, el líder cubano argumentó y afirmó que “el mal no está en nosotros, que el mal está, fundamentalmente, en nuestras condiciones económicas y sociales, que no hemos tenido la fortuna de podernos desarrollar como se han desarrollado los países del norte, y que las causas no están en el hombre latinoamericano, (…) que las causas están en la base económica, en los tremendos problemas económicos que desde los orígenes hemos afrontado estos pueblos de Centroamérica y de Suramérica”. Y más adelante Fidel lanzó una de sus primeras críticas públicas a los EEUU, ante la mirada atónita de los delegados estadounidenses que habían exaltado el “sacrificio” financiero hecho por su sociedad para poder invertir en el extranjero. “No lo ha hecho en favor de los pueblos de la América Latina –exclamó Fidel- no se han dirigido hacia aquí, hacia la familia de este hemisferio. Se han dirigido esos sacrificios hacia Europa, para su reconstrucción después de la guerra, se han dirigido hacia los lejanos países del Medio Oriente”. Este tipo de denuncia abierta hacia EEUU y sustentada profundamente en la realidad, es otra característica genética del legado de Fidel al que teme Trump.

El “republicano” Eisenhower fue quien rompió las relaciones diplomáticas en enero de 1961 con Cuba, pocos días antes de entregar el poder a Kennedy, como para dejar comprometido al “demócrata” de forma legal y fácticamente, pues la invasión mercenaria ya él la tenía preparada y solo Kennedy debía ejecutarla. Al ser derrotados los mercenarios por el pueblo cubano en armas, liderado eficazmente por Fidel, este lanzó una premonitoria sentencia: "Y algo sí podemos comunicarle al señor Kennedy: que primero verá una revolución victoriosa en Estados Unidos, que una contrarrevolución victoriosa en Cuba" (discurso del 13/3/61). Esa visión estratégica de Fidel es una de las cualidades de su legado al que teme Trump. Una visión fundada en la concepción filosófica marxista de Fidel expuesta desde 1959, antes de declarar en abril de 1961 el carácter socialista del proceso revolucionario cubano, con el que asiste como miembro fundador a la primera Cumbre del Movimiento de Países No Alineados en septiembre de ese mismo año celebrada en Yugoslavia.

El poder del pueblo trabajador es la clave

El eje potencial del legado de Fidel radica y está centrado en el poder del pueblo trabajador, en el poder de la clase obrera, desde el primer año de Revolución. “Los obreros saben que nosotros sí que no andamos defendiendo intereses contrarios a los intereses de los trabajadores”, declaró Fidel en el 1er Congreso de Trabajadores Azucareros. Y concluyó: “¡Qué casualidad que ha sido el año de más paz, de más orden, de menos huelgas y conflictos sociales! ¿Por qué? Por la identificación que existe entre los trabajadores y el Gobierno Revolucionario”.(FC 15/12/59)

El carácter obrerista del discurso y la praxis clasista de Fidel son ejes conductores que desde 1959 guiaron la organización, los planes y las movilizaciones del pueblo, factor decisivo en la lucha antimperialista, y que constituye parte sustancial del legado fielista que más teme Trump.

“El Gobierno Revolucionario –dijo Fidel desde 1959- después de restablecer todos los derechos sindicales, después de restablecer el derecho de huelga, el derecho de desfilar el 1ro de Mayo, el derecho de escoger a sus dirigentes, después de haber restablecido todos los derechos de los trabajadores, puede contar con ese apoyo espontáneo y libre, y esa actitud de los trabajadores que libre y espontáneamente han evitado las huelgas”. (FC 15/12/59)

Lo más temeroso para Trump, como para los once presidentes que le antecedieron, es que en el legado de Fidel o paradigma fidelista la solución real y profunda de los graves problemas económicos y sociales de los pueblos está en manos de la propia clase obrera, de los propios trabajadores y trabajadoras, que deben enfrentarse a los poderes fácticos y saber vencer las campañas mediáticas capitalistas. Un mes antes de la ruptura de relaciones diplomáticas por Eisenhower, las palabras de Fidel ante el Congreso de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros (FC 15/12/59) fueron determinantes en la decisión imperial pero también fueron premonitorias de ese proceder oligárquico-imperialista que hoy, seis décadas después, es más indigno y vergonzoso.


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