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GUATEMALA - De El Estor a Sepur Zarco. Un viaje por territorios marcados por el impacto de las empresas extractivas y la memoria de quienes viven en él

Linda Gare, CEPPAS-GT

Jueves 2 de marzo de 2017, puesto en línea por Dial

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27 de febrero de 2017 - CEPPAS-GT.

Caminos de lucha

Jueves por la mañana. Subida en el picop con los ojos abiertos, empieza a avanzar y empieza la palma africana.

El camino que lleva hasta Sepur Zarco desde El Estor es un camino de lucha por la tierra. Apenas pasados unos kilómetros aparecieron las plantaciones de palma africana, le señalé a mi compañero de viaje mientras el conductor decía “eso no es nada, las acaban de sembrar”.

Más adelante, un grupo de personas maya q’eqchi’ se empezaba a reunir frente a un asentamiento, tenían carteles, exigían el cese de plantaciones de palma africana y la liberación de Abelino Chub Caal. A lo largo de unas cuatro manzanas de terreno se extendían champas hechas de nylon, costales y palos, en donde familias q’eqchi’ decidieron vivir en defensa del territorio. Es decir, mientras escribo esto y usted lo lee, hay personas defendiendo con su vida la tierra guatemalteca.

Continuamos el camino a la expectativa, mientras algo más apareció: la Compañía Guatemalteca de Níquel (CGN), el paisaje se tornó café, las montañas empezaban a aparecer partidas y los camiones llenos de tierra pasaban sin parar. “Abajo llevan el níquel”, agregaba el chofer. A la altura del río Cahabón, son los guardias privados, empleados de la CGN, quienes dirigen el paso por un puente público que tiene una sola vía. En este momento nos detuvimos unos minutos. Nos recomienda el piloto, y guía, que no grabemos ni saquemos fotos.

Nos pedía lo mismo cuando avanzamos en el camino, “pueden estar viéndonos”, nos dijo, y sus palabras estaban acompañadas de letreros cada cuanto que nos decían “no pasar”, “propiedad privada”, “no ingrese”. Sin embargo, era imposible no fotografiar los mares de palma africana sembrados en Guatemala de forma sistemática y ordenada; que, como todo monocultivo, atenta contra los ecosistemas naturales, desplaza o acaba con los miles de animales que vivían de forma natural en el lugar y pueden hacer imprescindible el uso de pesticidas. Si el monocultivo no se rota, por lo menos, también la tierra se vuelve infértil. Lejos quedan entonces los paisajes silvestres que uno recuerda de los viajes, en donde la flora y fauna guatemalteca daba para tanto que merecíamos llamarnos biodiversos.

Monocultivos, criminalización y exclusión

Sembrar en grandes extensiones de tierra sólo el mismo cultivo, no sólo tiene consecuencias ecológicas desastrosas. Detrás de los campos de monocultivos, pues a lo largo del camino además de palma africana se apreciaba hule y caña, también se esconde otra realidad histórica: la propiedad de la tierra. Cuesta trabajo imaginar que son los campesinos quienes se organizan para sembrar hectáreas y hectáreas de palma africana, porque no es así. En realidad, los dueños de la tierra izabalense, como en otras regiones del país, son grandes corporaciones. En la región, es posible identificar, por su propia publicidad, a Naturaceites, una empresa con un largo historial de trabajadores inconformes por sus salarios, como ocurrió recientemente en agosto de 2016 cuando trabajadores de campo exigieron mejoras salariales, decidiendo como última medida la toma de las oficinas administrativas.

La propiedad de la tierra les garantiza a estas familias guatemaltecas la seguridad alimentaria y su sustentabilidad, además de continuar con el desarrollo de su cultura y de sus conocimientos generacionales. Abandonar este modelo de vida para pasar a ser, mal, asalariados y dependientes, no es en lo más mínimo una vida digna. Esta y otras luchas, son las que defienden las comunidades, por estas luchas la policía apresó el 4 de febrero al defensor de los Derechos Humanos, estudiante universitario y promotor de la Fundación Guillermo Torriello, Abelino Chub Caal. Una compañera q’eqchi’ activista de los derechos de las mujeres y quien ha caminado hombro a hombre con Abelino, nos compartía su dolor “…él era quien animaba las marchas con el altavoz, como la Marcha por el Agua…”. A Chub Caal se le acusa de usurpación agravada, incendio, coacción, asociación ilícita y agrupaciones ilegales de gente armada; paradójicamente, todo de lo que se le señala, podrían ser imputaciones para quienes le acusan. A propósito, múltiples organizaciones sociales se han sumado en la exigencia de su liberación.

El derecho de vivir en paz

Continuando el camino, cuando ya llevábamos hora y media de viaje, vimos también ríos secos o desviados; el agua, vital para la existencia y una de las exigencias más fuerte de las comunidades en resistencia, está siendo utilizada para regar las hectáreas de monocultivos. Fue este el motivo por el que no pudimos atravesar el picop en lancha para llegar a Sepur sino continuar por otro camino, más largo, en el que veíamos cómo la palma africana ya se expandía de forma natural hacia las montañas. Llegamos a Sepur Zarco para conocer y documentar la lucha que sus valientes mujeres libraron hace un año. Entramos por el camino de Izabal, pero hay otro, por Alta Verapaz, que atraviesa una finca privada en donde hay que identificarse para pasar, aun parece una práctica natural, que una empresa privada tenga tus datos, no es seguro.

Aunque queda mucho por contar, la comunidad nos repitió una y otra vez su deseo para el futuro: vivir en paz. Haber atravesado una guerra por demás violenta y ahora defender la tierra y el agua, ha sido el duro camino que les tocó recorrer a las mujeres de Sepur. Exigir que en el futuro sus hijos, hijas, nietos y nietas puedan tener donde vivir dignamente, es lo mínimo que puede hacer este país por ellas.

Así, con todo lo observado, emprendimos el regreso, siempre con los ojos abiertos viendo el verde oscuro de la palma y sus frutos rojos, como roja es la sangre; viendo a los niños trabajar en la caña, las piedras secas en donde solían pasar los ríos, los guardias habían dejado de dar el paso por el puente, para volver mañana, la montaña seguía a la mitad, café, el plantón se disolvió, pero las champitas seguían erguidas, la noche caía mientras nos decíamos: si este es tan solo el camino de El Estor a Sepur Zarco, ¿cuántas otras luchas desconocemos?


https://www.ceppas.org.gt/article/de-el-estor-a-sepur-zarco/

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