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Utopías Capitalistas

Ariel Zuñiga

Martes 4 de septiembre de 2007, puesto en línea por Chiara Sáez Baeza

En el artículo anterior afirmé que las opciones capitalistas son: La socialdemócrata, la liberal y la neo liberal. Junto con ello señalé que el capitalismo, en cualquiera de sus variantes aseguraba una vida mejor para la humanidad en su conjunto tanto a corto como mediano plazo, en comparación a un cambio de rumbo experimental, pero que conducía a un inevitable colapso a largo plazo. Este colapso puede ser adelantado si se lo combina con otros factores.

Desde luego que las ciencias sociales no han avanzado, y quizá nunca lo hagan, en la dirección de obtener la predicción de los eventos, pero el saber acumulado disponible rebosa en evidencia de algunas cuestiones al menos: Que la humanidad cambia y que ese cambio es producto de una crisis y genera otra crisis; que el cambio no es necesariamente para mejor; y que ningún sistema político, económico, jurídico, religioso o moral es eterno.

Entonces señalar que el capitalismo colapsará puede entenderse nada más que en su acepción retórica, o sofistica si se prefiere, pero también puede ser comprendida la afirmación en el sentido de que las externalidades negativas que produce el sistema capitalista (los costos ambientales y sociales) lo puedan tornar ingobernable y que dicha crisis deje a la humanidad al garete.

No sabemos cuándo ni cómo, pero sí sabemos que no hay mal que dure mil años ni sociedad que lo aguante, y que las gastadas ideologías que intentan obtener la legitimidad del sistema a fin de evitar los costos de la coacción fallecerán junto con los cuarentones convencidos que aún quedan.

El resto de la población, incluyendo nuestra generación y la que nos secunda, habita en un abismo ideológico y sobrevive gracias a un individualismo selvático, a un instinto de supervivencia en estado puro, sin creer en la sociedad, en sus gobernantes, en el sistema económico en el cual trabajan y consumen, en sus Dioses, y en la posibilidad de transformar el mundo.

Cada cierto tiempo, se deja seducir por algo o por alguien, pero el encantamiento dura un instante y luego se desvanece como todo lo sólido que ha visto difuminarse en su corta vida.

Pero el conformismo de supervivencia de nuestra generación no nos dice nada de lo que pasará con el resto de las generaciones, las cuales pueden entender ese vacío ideológico como el principio de nuevas ideas y valores, y por cierto una nueva crítica.

Y cualquier crítica por más liviana que sea llega a la sobrexplotación de los bosques y los océanos, al trabajo infantil, al trabajo adulto asimilable a la esclavitud, al hambre y la pobreza, a la polución, a la guerra, a los ejércitos, a las cárceles, a los loqueros y a las policías.
Del diagnóstico adecuado sólo queda la organización, y que la organización resultante se procure los medios adecuados para obtener el triunfo.

Nada dice que el sistema se retirará a los cuarteles de invierno cuando sea interpelado, entonces tales movilizaciones serán enfrentamientos, y enfrentamientos cada vez más sangrientos a medida que se fortalezca la posición de los críticos y se debilite la del sistema. El resultado de esa brega es incierto, pero si se origina como producto de una movilización de carácter mundial no cabe duda que habrán muchas víctimas independiente del resultado.

El caso del colapso ambiental es distinto. No pienso que los resultados divulgados por los Al Goristas sean ciertos, pero sí contienen algo de verdad.

Ya a fines de los sesenta la lluvia ácida obligó a que los europeos se plantearan estos temas en serio. El resultado del ambientalismo ha sido el abandono del programa de progresismo industrial promovido globalmente desde el término de la segunda gran guerra, hasta llegar a la economía pos industrial de la actualidad.

Si bien el término no es el más feliz, la economía post industrial refiere a un sistema productivo en que los bienes materiales son menos valorados que los bienes inmateriales o puramente intelectuales, esto permite el predominio de economías desindustrializadas (es decir, carente de complejos industriales productores de bienes corporales) sobre otras altamente industrializadas, por ejemplo Finlandia sobre Brasil.

Esto obliga a los países desarrollados a tolerar una alta cesantía dentro de sus fronteras no de una forma transitoria sino que definitiva y en ascenso. Por otro lado los grandes complejos industriales, que producen todas las chucherías que requiere el mundo, se sitúan en donde el valor de la mano de obra sea más barata y se explota a los obreros al estilo inglés del siglo XIX. Estos grandes complejos industriales son metalmecánicos y químicos pero también mineros, pesqueros, silvoagropecuarios y proveedores de servicios.

El resto de la población, que ni siquiera puede optar a que se lo explote en las industrias, queda librado a su suerte en un momento de la historia en que se encuentra prohibida la caza y en que tampoco existen animales que cazar.

Nada nos dice que esta situación pueda resolverse dentro del sistema capitalista, ya que la racionalidad del capital, incrementada a niveles inimaginables gracias a la informática, sólo da para pensar en que el propio sistema buscará el método de hacerse sustentable socialmente para no sucumbir, eso mientras las personas no hagan suyos esos mismos recursos informáticos y puedan racionalizar el descontento común en la forma de una organización política global.

Del mismo modo la crisis ambiental no amenaza ni al sistema ni a la humanidad, sólo hará aún más precaria nuestra calidad de vida. Las crisis que promete si no logran ser manejadas adecuadamente por el sistema nos llevarán a un caos que hasta lo puede hacer caer, pero caer a un abismo y con todos nosotros adentro. Ya que el objetivo primordial de los capitalistas es que el barco no se hunda, hoy se encuentran movilizados para evitar el colapso regulando de antemano la crisis ambiental que se adviene. Y cómo en cualquier orden de cosas, el hilo se corta por lo más delgado, y serán los pobres quienes pagarán el costo de la crisis que sea.

Utopías

Pero los cuarentones convencidos aún nos dicen que el neoliberalismo, el niberalismo o la socialdemocracia, pueden revertir la tendencia del capitalismo hacia el abismo.

Sus argumentos son meros autos de fe que no convencen a nadie pero el negocio de ellos es que los breves arrebatos de credulidad que padecemos los mortales les permitan defender el statu quo, con unas tenues variaciones cosméticas.

Pero la sustentación del sistema requiere algo más que esos breves arrebatos de credulidad. El sistema requiere que se crea efectivamente en él o la antijuricidad resultante desnuda ante todos al gobierno y a sus agencias como meros recaudadores de impuestos de un ejército invasor.

¿Porqué nombro al liberalismo en esta triada y no incluyo otras opciones igualmente capitalistas como el militarismo o el integrismo religioso? Porque pienso que el Liberalismo, muy ya nadie se diga a sí liberal, es el género que perfectamente engloba a las tres primeras como a las segundas opciones a que me he referido.

El liberalismo es un cristianismo laico que apela a las acciones de los individuos como si ellos por sí mismos, pudieran sustraerse a los condicionamientos de un sistema económico - político.

El resultado son continuos sermones en uno y otro sentido, escarmentando a los que van a misa por los que no van; a los que dan limosna por quienes la evitan; y a quienes creen que los individuos se dan una sociedad por quienes piensan que la sociedad produce a los individuos.

Los DDHH, las ONG, la ONU y todas las organizaciones e instrumentos que intentan denunciar, conmover, visibilizar, y etc, confían en un Dios terreno que premiará sus esfuerzos y traerá la justicia que existe en sus cabezas a la cruda realidad.

Pero nunca se cuestionan si esos esfuerzos van en la dirección adecuada o si tamaña dilapidación de energía no hace más que coadyuvar al sistema a gestionar sus excrecencias de modo que se mantengan bajo la suela de sus zapatos.

Y si todo falla, el sistema no dudará de darle la bendición a cualquier caudillo o a cualquier profeta que asegure no minar el barco o remar a un lugar distinto.

Sólo la superación del modo de pensar místico que adolecen muchos críticos puede sentar las bases para plantearse utopías razonables mediante las cuales obtener adhesiones y así pasar de las ideas a los hechos.

Neoliberales y Socialdemócratas

Muchos sofistas actualmente señalan que no existen derecha e izquierda. Claro, es posible también llegar a esa conclusión si uno señala de antemano que la Derecha es la defensa reaccionaria del antiguo régimen y la izquierda, el comunismo soviético. Ambos extremos se encuentran bien enterrados y nadie los echa de menos pero se sigue definiendo a los neo liberales y a los socialdemócratas por su cercanía genealógica con cada uno de estos polos.

Los liberales se opusieron al antiguo régimen y los combatieron hasta prácticamente eliminarlos de la política. Por otra parte, los socialdemócratas son y fueron liberales que aprendieron la jerga izquierdista para convencer a las masas oprimidas y capitalizarlo políticamente.

El comunismo soviético por su parte, se inspira en la crítica liberal que hace Marx al liberalismo: El hombre tiene derechos inalienables que el capitalismo viola, por ejemplo, la teoría de la plusvalía ya la había defendido Santo Tomás de Aquino fundamentándola en el derecho que tiene el hombre de hacerse dueño del fruto de su trabajo, pero ¿porqué el hombre tiene derecho a ese producto? Ya que la ciencia impide una respuesta se apuesta por la moral: El hombre DEBE ser dueño de su producción, lo que no significa otra cosa que exigirle al liberalismo el respeto de sus propias normas fundamentales como el de la Accesión que deriva del Derecho romano.

Pero aunque moralmente fuera liberal, el modo de llevar a la práctica la moral liberal que encontró el comunismo fue el de obligar a los ciudadanos a que se comportaran de acuerdo la moral definida de antemano por la cúpula. Para quienes han entendido la liberación del hombre el horizonte de la izquierda, la U.R.S.S se sitúa en las antípodas. Su colapso y el posterior desmascaramiento de China como una de las economías capitalistas más importantes demuestra que si existieron los polos de Derecha e Izquierda estos nunca fueron U.R.S.S versus occidente, sino que la connivencia capitalista de la U.R.S.S y occidente (y luego de China) tuvo siempre la misión de acumular el poder en unos pocos y ese es hoy el antiguo régimen al que se debe combatir.
La diferencia entre los Socialdemócratas y los Neoliberales se produce sólo en el nivel en que los segundos, serios historiadores de la economía soviética, intentan evitar las distorsiones económicas que produce el querer vender al sistema capitalista como un sistema justo, y apuestan por el reconocimiento y la defensa de esa injusticia. Por otro lado, los socialdemócratas harán todo lo posible para convocar a un electorado menos aterrizado y que cree fielmente en que un par de leyes puede hacer la diferencia, y les darán el gusto en la forma, descontándoles por planilla y ad eternum sus arrebatos populistas.

Ambos, capitalistas. Ambos liberales. Jamás tendrán en su agenda el cambio social sino que sólo el llegar un día al timón y sacarse fotos con el capitán del barco.

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