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Proceso bolivariano

VENEZUELA - Revolución con arepa y ron blanco

Carlos Mauricio López

Jueves 3 de enero de 2008, por Diego Olivera

Con casi diez años dirigiendo los destinos de Venezuela, Hugo Chávez ha entrado en la fase definitiva para cambiarle el rostro a la sociedad de su país. Bajo la Revolución Bolivariana, que no ha estado exenta de estorbos y caídas, el socialismo del siglo XXI, según ellos, llegó para quedarse.

Realizado el Referendum, un nuevo escenario ha quedado planteado y este se caracteriza fundamentalmente por las nuevas expectativas que se abren para la oposición, si es que hay capacidad política en ese sector para asumir el desafío. El proyecto del gobernante venezolano está en pié y este 2008 se retoman todos los esfuerzos para una nueva Venezuela posible. En este marco cabe retomar los hilos de la historia para construir futuro.

De tanto en tanto las afiladas garras de Estados Unidos se entierran presurosas en Latinoamérica para defender sus intereses cuando éstos se ven amenazados por algún gobierno de corte más social. Lo advertía sabiamente Simón Bolívar al sugerirle a los patriotas sudamericanos liberarse del yugo español, pero también cuidarse de los intereses norteamericanos que desde esos tiempos ya tenia entre ceja y ceja las riquezas que en esta parte abundaban.

Víctimas de estos embates hay muchos y la historia triste, los recuerda a sangre y fuego. Joao Goulart en Brasil, Juan Velasco Alvarado en Perú, Salvador Allende en Chile o Jean-Bertrand Aristide en Haití, entre otros, sufrieron, cual más cual menos, las irrupciones que desde el norte, acabaron de golpe con el sueño de construir una patria más justa y con más oportunidades para todos.

Hoy, la situación no se aleja mucho de lo ocurrido antaño y nombres tales como Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega o Fidel Castro, sufren el sofoco de la bota opresora norteamericana que ve en cada uno de sus procesos, una seria amenaza a sus eternos intereses en esta región. Pero, y sin duda, tal como ha ocurrido con Cuba estos últimos casi cincuenta años, Venezuela ha sido el rostro visible del asedio y la sedición en pos de destruir y arrancar de raíz una nueva vía de justicia social.

Hugo Chávez es un líder popular y nacionalista que ha sabido conectar bien con amplios sectores de las masas explotadas y oprimidas venezolanas y latinoamericanas. Su liderazgo se ha convertido en un importante factor en la formación de opinión y educación política de éstas. El armazón intelectual del proceso, llamado “Socialismo del Siglo XXI”, es teorizado por Heinz Dieterich, sociólogo alemán y principal asesor ideológico de Chávez, quien, entre sus postulados propone una democracia participativa y directa, la instauración de un estado por sobre los ciudadanos, un programa de reformas pacíficas al servicio de un proyecto de desarrollo de un capitalismo nacional y una completa educación de corte socialista.

La vía Bolivariana se presenta como una alternativa donde se amalgaman algunos conceptos marxistas junto a un marcado carácter de humanismo, moralismo e idealismo filosófico de raíz religiosa. Una ruta que entre otras tareas va encaminada a una mayor estatización de la economía, la consolidación de un partido “revolucionario”, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), y la propuesta de organizar una economía mixta son algunos de los instrumentos principales sobre los que se basa el “Socialismo del Siglo XXI”.

El nacimiento de una nueva Venezuela

El Pacto de Punto Fijo, alianza por la cual los tradicionales partidos de centro-derecha venezolanos, Acción Democrática y COPEI, buscaron conseguir la estabilidad de la democracia alternándose ambos en el poder durante 40 años, la derrota de las tesis insurrecciónales de los años 60, y el deterioro de las condiciones de gobernabilidad de Venezuela, que tuvo su cúspide de crisis en la respuesta espontánea de los sectores populares en los sucesos conocidos como el “caracazo”, masacre realizada por el gobierno de Carlos Andrés Pérez contra manifestantes que habían creado una fuerte ola de protestas y saqueos ocurridos el 27 de febrero de 1989 en la ciudad de Caracas a causa de un desproporcionado aumento del precio del transporte en aquella ciudad como rechazo a los políticas de ajuste estructural impuestas por el FMI e implementadas por el gobierno, fueron creando condiciones objetivas, a la espera de un rompimiento con las maneras tradicionales de “hacer política” en Venezuela.

Cuando los jóvenes oficiales del Ejército venezolano, organizados en el Movimiento Bolivariano Revolucionario -200 (MBR-200), y al mando del teniente coronel, Hugo Chávez, intentan -en coordinación con organizaciones civiles y de base de izquierda- derrocar al responsable de la masacre, el presidente Carlos Andrés Pérez, el 4 de febrero, encuentran grandes simpatías en los movimientos sociales y la población empobrecida, sin necesidad de posteriores explicaciones, puesto que fue una base de clases sociales bajas que se rebeló con toda violencia en contra de una dirección deslegitimada y de manera totalmente antagonista, arriesgando todo, incluyendo la vida. Y su discurso no hablaba de orden sino de libertad, justicia y marginalización.

Cuando Chávez vio que el levantamiento había fracasado y habló 57 segundos por televisión pidiendo a sus compañeros bajar las armas y evitar más derrame de sangre, también agradeció su participación y asumió toda la responsabilidad del intento de golpe y de su fracaso, lo que causó admiración en un país acostumbrado a que nadie en la política durante décadas haya asumido la responsabilidad de sus actos. Además, declaró que el objetivo no había sido alcanzado "por ahora" y que el país definitivamente tenía que tomar otro rumbo, dejando en claro que el proyecto político del golpe seguía vigente. Así, de la noche a la mañana Chávez se volvió el símbolo del cambio para amplios estratos de la población, elevando su popularidad incluso estando encarcelado.

Todo esto se ve coronado con su triunfo en los comicios presidenciales de 1998, elección que logra con 56,5% de los votos, y tras la cual promete refundar Venezuela bajo las directrices de los postulados bolivarianos y del socialismo.

El primer año del mandato de Chávez fue usado para elaborar una nueva Constitución, que a finales de 1999 fue aceptada en un referéndum popular con 72% de los votos. A partir de 2000, el Gobierno empieza con medidas sociales y a reestructurar la empresa estatal petrolera, Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA), para tomar el control de la fuente más importante de financiamiento, que en la práctica actuaba como una empresa transnacional evitando dejar recursos al Estado. Además se empieza a transformar la realidad constitucional en realidad jurídica, lo que inmediatamente provoca la reacción de la oposición, que desemboca en paros, sabotaje, conspiración, terrorismo, un golpe de estado y varios intentos de derrocamiento; de modo que el Gobierno y los movimientos pasan a una fase de defensa del proceso que durará hasta finales de 2003, con la implantación de programas sociales a gran escala, nombrados "misiones", que irán en ayuda de situaciones de urgencia social que vivía el pueblo venezolano.

La nueva etapa

Antes de las elecciones presidenciales del 4 de diciembre de 2006, arbitrio que lo ungió nuevamente como Presidente de Venezuela con casi ocho millones de votos, Chávez aclaró que no se trataba solamente de votar a favor de un candidato u otro sino también de una decisión a favor o en contra de poner en marcha un proyecto socialista: el Socialismo del siglo XXI, proceso que se basaría en la democracia, la libertad y la participación real de todos los sectores de la sociedad.

Hoy, y tras sendas victorias en cada comicio que se presentó o que fue convocado para validar lo que llevase a cabo su gobierno, Hugo Chávez sufrió su primer revés electoral al caer por un estrecho margen -49,29% contra un 50,07%- en el referéndum que decidiría, entre otros aspectos, la reelección indefinida del Presidente de la República, nuevos tipos de propiedad social, reordenar la economía, modificar el mapa político y consolidar la democracia participativa.

Con esta derrota, muchos ven en esto un gran triunfo para el proyecto bolivariano, pues, y sin quererlo, la oposición venezolana legitimó la constitución del 99 al presentarse, votar y vencer en el referéndum del 2 de diciembre, además de mostrarle al mundo –sin intención, claro está- de que en Venezuela jamás existió una dictadura al ser aceptado de manera integra el resultado electoral por parte del Gobierno.

Sin embargo este traspié y, en definitiva, la revolución social del presidente Chávez no tiene precedentes en América Latina y sus resultados son tan impresionantes como inesperados. Venezuela es la prueba patente de que un gobierno puede contribuir rápidamente a una reducción drástica de la pobreza -la que se refleja en una mengua del 32% en la pobreza general, es decir, una baja de 50% cuando llegó Chávez al poder en el año 98 a un 33% en el año 2006- y a mejorar sensiblemente el bienestar de su población -esto expresado en logros tales como la educación gratuita en todos los niveles de instrucción, crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de un 39.5 billones de bolívares en 1999 a 50 billones de bolívares en el 2006, sueldo mínimo equivalente a 240 dólares, el salario más alto de Latinoamérica, o un crecimiento económico promedio en los últimos tres años de 12,6% - con la condición a la vez de disponer de la voluntad política necesaria, evidenciada en los más de cuatro millones de electores que apostaron por el proyecto socialista votado en el reciente referendo, y de destinar una parte de las riquezas nacionales a los más despojados.

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