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Detalles desconocidos de una vieja historia

Leche China

Ariel Zúñiga

Lunes 29 de septiembre de 2008, puesto en línea por Ariel Zúñiga

Para incrementar la concentración de proteínas en la leche de vaca los empresarios chinos no encontraron nada mejor que añadirles melamina, un tóxico compuesto utilizado por la industria de los polímeros y las maderas aglomeradas. Las moléculas de este químico se acumulan en los riñones saturando sus conductos, en poco tiempo causan insuficiencia renal lo que impide que se filtren las toxinas que produce el cuerpo humano con su metabolismo.

La prensa aclaró que cincuenta mil niños chinos se encuentran hospitalizados por síntomas derivados de la intoxicación y un número no precisado ha fallecido. También indicó que los responsables son políticos, pues ese es el nombre que se les da en china a los grandes empresarios. Al menos ahí no existe la hipocresía de occidente y está meridianamente claro que políticos y empresarios pertenecen a la misma casta.

A principios del siglo XX miles de mujeres fallecieron en los estados unidos de norteamérica intoxicadas por el popular, hasta hoy, desinfectante doméstico Lysoform. Sin pudor el producto se publicitaba como un efectivo abortivo casero que era capaz de desinfectar el piso de la cocina y solucionar el embarazoso problema que angustiaba a la cocinera.

A finales de los ochenta miles de chilenas quedaron embarazadas contra su voluntad a propósito que el analgésico de paracetamol, cuyo nombre de fantasía era Zólben, se publicitaba aludiendo a la falta de deseo sexual femenino producido por la jaqueca. El sexista aviso, destinado a un público machista e hipócrita, ambientado con un popular tema musical, adjudicaba al producto la virtud de conseguir el consentimiento sexual de la mujer y remataba con una frase que recalcaba que el analgésico ayudaba para “esos momentos”.

Hace unos meses fueron detenidos los responsables de adulterar leche no pasteurizada, destinada a alimento animal, proveniente de Uruguay. En la operación participó un empresario que causó una intoxicación masiva a principios de los noventa, las tristemente célebres galletas “Cómpeta” que ocasionaron al menos veinte víctimas fatales.

Fuera de estos casos delictuales se encuentra la industria de alimentos preocupada del gusto del cliente más que en su nutrición. A principios del dos mil el servicio nacional del consumidor de Chile realizó un estudio sobre los zumos de fruta que se comercializaban envasados. La primera conclusión es que ninguno contaba con fruta dentro de sus ingredientes y que se utilizaba goma para aumentar su densidad y otros químicos no letales para simular las celdillas de los cítricos. En cuanto al alimento “Ades” no se le encontró ningún elemento nutritivo salvo el agua.

Que los capitalistas avancen hasta que alguien los detenga no es ninguna novedad. Tampoco el que le sea indiferente las calamidades sociales que produce su codicia.

Según los ideólogos del sistema, una mano invisible permite que la competencia entre individuos codiciosos incremente la riqueza y estabilice un sistema materialmente más justo que cualquier otro.

Sin embargo los ejemplos reseñados demuestran que lo que ocurre es lo inverso.

Pero el tema de la leche china es aún más escabroso. La principal causa de la crisis alimenticia que experimenta la humanidad es el incremento de la demanda de los chinos de trigo, carnes y leche de vaca. El milenario imperio que durante cinco mil años sobrevivió sin mayores contratiempos sin estos productos hoy, a propósito de la propaganda occidental, quiere desayunar cereales con leche representando eso un símbolo de estatus. La clase pudiente china hoy supera en población a la totalidad de los estadounidenses y su demanda produce estragos en la agricultura mundial puesto que una porción de carne vacuna requiere del uso de suelo y riego equivalente al de diez porciones de trigo. El rendimiento por hectárea del trigo es inferior al del maíz y del arroz por lo cual los chinos obligan a sustituir las plantaciones de esos insumos con su demanda de alimentos ineficientes. Tal cual todos los primer mundistas el consumo de cada chino rico equivale en energía, suelo y agua el de cien pobres.

El economista chileno Manfred Mac Neff creó en los ochenta un indicador denominado ecosón para calcular la cantidad de recursos comunes que consumía cada habitante. Eso demostraba que el problema alimentario en el mundo no es demográfico sino que es producido por el excesivo consumo de unos pocos.

Quizá lo peor no es que los chinos sustituyan el arroz por el trigo y la leche por el pescado, sino que la leche de vaca, y los productos lácteos en general, que culturalmente estamos habituados a consumir, no redundan en ningún beneficio para el ser humano y ocasionan una serie de perjuicios que sobrecargan los sistemas de salud pública del mundo entero. El trigo además es un cereal muy pobre nutricionalmente en comparación al maíz y el arroz; qué decir si lo comparamos con la quínoa.

Así como los chinos no han precisado de leche de vaca durante sus cinco mil años de civilización el ser humano, antes de la revolución neolítica, producida en mesopotamia hace nueve mil años, tampoco la necesitó. Es decir durante siete millones de años el ser humano pudo evolucionar desde un primate superior bípedo hasta lo que somos consumiendo únicamente la leche materna. Aproximadamente hace dos millones de años nuestros antepasados pasaron de ser exclusivos consumidores de frutas a omnívoros al incluir la carne en su dieta lo que les permitió sobrevivir a los radicales cambios climáticos que desertificaron áfrica. El consumo de carne, más blanda en general que la cáscara de los frutos que consumían, y que exigía porciones más pequeñas gracias a su alto contenido proteico y energético, posibilitó que se atrofiaran las poderosas mandíbulas y que quedara vacía una amplia bóveda y se tensaran las cuerdas vocales. El hombre consiguió articular el lenguaje hace ciento cincuenta mil años gracias a las últimas mutaciones genéticas que experimentó pero su dieta no varió sustancialmente durante dos millones de años.

La leche de vaca otorga proteínas a cambio de una alta ingesta de grasa, un severo daño en el sistema inmunológico y graves consecuencias al aparato digestivo. Deberíamos nosotros aprender a alimentarnos como los chinos pero sucede que el modo del obeso estadounidense se ha impuesto culturalmente acercándonos a una carestía alimentaria generalizada que le permite a los capitalistas ejecutar millonarios negocios.

Mientras la mano invisible mece la cuna.

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