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CHILE - Cobre barato una oportunidad, pero sólo si hay visión y coraje

Diego Cerda Seguel

Jueves 11 de diciembre de 2008, por Jordi Berenguer

Ante la caída mundial de los mercados financieros y su repercusión incremental en la caída de la economía real global, el impulso de mayores políticas de intervención del Estado en la economía nacional se hace hoy imperativa, fenómeno de política económica que de hecho ha sido impulsado desde las economías del primer mundo. Cómo en países como el nuestro sólo se toman decisiones cuando son impuestas desde el mundo desarrollado, lo más probable es que la derecha chilena, partiendo por nuestro ministro de Hacienda, no tenga argumentos ni deseos de oponerse a esta tendencia mundial, que aparece como la única opción para evitar que la actividad productiva y de consumo no se detenga catastróficamente.

En este escenario, la caída del precio del cobre y otros minerales que nuestro país posee en abundancia, impulsada por la menor demanda de las principales economías, enfrenta al país a sufrir un gran daño por la disminución del ’sueldo de Chile’, como se le llama a nuestro principal commodity. Sin embargo lo que podría parecer una amenaza a la economía nacional podría ser enfocado con voluntad y coraje como una oportunidad para mejorar las condiciones de la infraestructura del país.

Pensar en usar nuestro cobre en nuestro país implica romper con el tradicional inmediatismo chileno, que prefiere deshacerse de sus commodities para recibir divisas a cambio. Pero cuando las divisas no son suficientes para costear la propia producción de cobre, entonces Chile se ve ante la encrucijada económica de cerrar las explotaciones o exportar a precios por debajo del costo de producción. Probablemente el mayor desafío al inmediatismo chileno sea el pensar en usar ese cobre, desde luego que no podemos pensar aún en usar el cobre en producción de tecnología, puesto que los años de bonanza no han sido suficientemente buenos, al parecer, para convencer a nuestros líderes económicos, privados y estatales, de mejorar sustancialmente tanto las capacidades de producción de cerebros (reforma educacional real y positiva) ni las infraestructuras necesarias (transformación productiva cualitativa). Por esto no podemos pensar que vamos a usar el cobre en términos productivos avanzados.

Pero, significativamente debemos señalar que el otro uso, el uso en actividades de producción de menor calificación y complejidad, no resulta poco beneficioso para nuestra economía, y como pié a una transformación mayor de nuestra capacidad productiva. El cobre es un material muy versátil en sus usos, no solo alimenta la industria automotriz, la computación, o la tecnología espacial, también es un material muy beneficioso en la construcción de edificios (cableado, tuberías, sistemas térmicos, techumbre, terminaciones, estructura) e infraestructuras vitales para un país en proceso de desertificación.

Muchos chilenos se preguntan por qué no hemos resuelto el problema de las sequías simplemente creando un acueducto desde nuestro lluvioso Sur a nuestro Norte en proceso de desertificación (hay que considerar la estructura jurídica de la propiedad del agua, que amarra este tipo de decisión a los costos de comprarle el agua de Chile a sus propietarios). La respuesta es la de siempre inmediatismo, cortoplacismo, poca visión, avaricia, lo que se puede englobar en la idea de incomprensión del concepto de riesgo.

En el caso de que el precio del cobre siga reduciéndose, el valor de este material permitirá pensar en muchas opciones para su uso nacional, pero sólo si hay visión y coraje. Con visión y sin coraje, nos quedaremos, como otras tantas veces, en el paso de haber gastado decenas de millones de dólares en pre-estudios que probablemente se llevarán firmas de consultoría extrajeras, y no se tomarán las decisiones por miedos irracionales, derivados de la incomprensión del concepto de riesgo. Por el contrario, sin visión y sólo coraje, bueno, no se llega a ninguna parte, es fuerza sin inteligencia, acción sin idea, dilapidación sin rumbo.

No debemos olvidar el trato que tiene Chile con la empresa China Minmetals: este país asiático paga 0.50 centavos de dólar la libra (precio que fluctúa indexado a indicadores globales), tras el embarque, es decir, el embarque se paga al precio del momento. Ello resultaba un muy mal negocio durante los dos años que el cobre se encumbró sobre los 3 dólares la libra, pero ya que esas condiciones han desaparecido, este contrato viene a ser un seguro para Codelco, de que sus operaciones estarían financiadas. Pero ello se restringe a este cliente, si bien mayoritario de Codelco. Añadamos que la bajada del precio del petróleo implica una bajada de los costos de operación.

Respecto del resto de los mercado de compra del cobre, lo probable es que su demanda siga cayendo y nos veamos en la alternativa de reducir la producción de los stocks disponibles para la exportación, y desviar el flujo de este commodity hacia las necesidades de infraestructura nacional, como se propone en este breve artículo, en primer término, pero también regional, considerando que el aumento de la intervención del estado en la economía en países como Argentina y Brasil, significaría poder instalar los productos derivados del cobre, de baja tecnología en dichos países, con lo cual se fortalecería el comercio regional y la demanda agregada de las economías del Cono Sur.

Chile ha estado hipnotizado por muchas décadas por los cantos de sirena de las exportaciones. Hoy el escenario para los exportadores en general es negativo, hoy comienza a pesar en los hombros de los decisores político económicos, privados y estatales del país, la triste constatación de que no haber puesto un poco más de esfuerzo en crear una demanda interna variada e intensiva; de no haber mejorado las condiciones de desigualdad en la distribución de la riqueza – el medio correcto de hacer crecer la demanda interna; de no haber desarrollado capital humano intensivo y extensivo, con una reforma educacional que forme emprendedores en vez de pionetas a lo largo de Chile; hoy todos estos factores se transforman en un vehículo más de la tendencia catastrófica de la economía mundial y de nuestra realidad económica local, isleña, que rehúsa mirar a su propio país y menos aun a su región.

Las alternativas de uso del cobre para desarrollar infraestructura no solo podrían ayudar a amortiguar la caída mundial, también podrían ayudar al proceso de recambio del chip mental de los chilenos, que cualquier persona sin mayor educación sabe que necesitamos con urgencia, y esto especialmente en la capa de decisores, hamacados hace ya demasiado tiempo por el mantra del libre mercado exportador, y de la explotación y destrucción extensiva e intensiva de los recursos naturales de los chilenos.


Diego Cerda Seguel es Sociólogo Arena Pública, plataforma de opinión de UARCIS

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