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En la naturaleza están las claves para la refundación

Somos cada vez menos y más divididos

Ariel Zúñiga

Martes 31 de marzo de 2009, por Ariel Zúñiga

La militancia de izquierda es minoritaria, tanto a nivel planetario como nacional. Sus miembros componen una fracción insignificante de la población mundial, sin embargo, entre tan acotado grupo no ha sido posible conciliar ni una táctica ni una estrategia; ni siquiera ha sido posible hacerlo a nivel regional.

Los dos primeros foros sociales de Porto Alegre se suponen que tenía la misión de constituir una nueva “internacional”. Pero ni siquiera existió una discrepancia sobre quién la lideraba como ocurrió a mediados del siglo XIX entre anarquistas y socialistas, orientales y occidentales, y luego entre radicales y socialdemócratas, bolcheviques y troskistas, o el Comitern versus todos los demás.

Esto es consecuencia de que la crisis de 1989 es algo mucho mayor a la cesación de pagos del bloque soviético, es un estado de falencia argumental, la carencia absoluta de principios y finalidades.

El resultado es que cada quien sigue su camino propio y cualquier resultado es valorado como un aporte aunque se trate de reiteraciones compulsivas de modelos fracasados, populistamente defendidos, y que allanan el camino hacia un colapso de la biósfera, y por ende de la economía, es decir, de nuestra base material.

La crisis es tan grave que, del mismo modo que no existen referentes conceptuales para instituir los gobiernos alternativos de los estados, dependientes cultural y económicamente; tampoco los hay para criticarlos. Entonces se decreta que el proyecto “bolivariano” es de izquierda por ser discursivamente contrario al “imperio” estadounidense siendo que el país del norte es el principal comprador del crudo venezolano. Cuba será alimentado con trecientos millones de dólares adicionales al año gracias a las remesas provenientes de los EE.UU más una cifra aún no cuantificada gracias al turismo ¿Qué diferencia habría con la Cuba de Batista? Mientras las FARC insisten con su patriada y desde la izquierda no se organizan repudios enérgicos a su actuar sino que se los sigue apuntalando, por omisión, debido aura romántica que los sigue cautivando.

A nivel nacional se confunde un catálogo del jubilado criticón, con mucho tiempo libre, entre consumista resentido y ciudadano anacrónico, con un programa de izquierda. Los más jóvenes, que en su mayoría no están inscritos en los registros electorales, y que aún se autorice la votación por chat no lo harían, intuyen lo falaz de la prédica del semanario “El Siglo” o el “Punto Final”, del monseñor Teillier, de todo ese discurso rancio, ferrocarrilero, de empanada con vino pipeño sin filtrar. Pero carece de un acervo conceptual al cual asirse lo que lo motiva a reproducir lo compulsivo, como parte del espíritu de la época, con acciones directas, autonomistas, que carecen de principios o de finalidades pues se agotan en sí mismas. El fin es okupar una vivienda, aunque se diga que es protestar; la gestión de ese proyecto irónicamente ocupa todo el tiempo de los okupas por lo que su pequeño mundo autónomo se transforma de un paréntesis al mercado a un mercado alternativo. Tal crítica, que se entienda bien, no debe personalizarse en los okupas, existen miles de ejemplos durante el siglo XX para ilustrar el punto pero al carecer de un marco conceptual tampoco es posible exigir que no se comentan errores que ya se han cometido. Sin una teoría estamos condenados a tropezar con las mismas piedras de nuestros abuelos y padres, del mismo modo que a nuestros hijos los condenamos trágicamente al mismo destino.

Somos pocos y divididos, lo que augura malos tiempos. La crisis económica en vez que fortalecer nuestra posición ha dejado en evidencia nuestra falta de propuestas. Años de desvelo criticando al neoliberalismo, el mismo que los lideres del mundo han derogado en un par de semanas y ¿Qué ha cambiado?

Apelaciones al pueblo, a lo legítimo, a lo democrático son meros palos de ciego en estos momentos de agitación en que estamos inmersos precisamente porque no existe tal sistema democrático, popular o legítimo. Y el pueblo es ignorante, como soslayar eso a sabiendas de la magra educación pública y los esfuerzos ingentes de las agencias de estupidización ¿Cómo dejaremos que ellos nos gobiernen? Se intenta repeler el populismo imperante con otro populismo, las viejas recetas fracasadas por otras recetas, aún más viejas y fracasadas.

La academia, y los academicistas, mientras veneran al dios onán desde Lacan hasta Derridá, pasando por los falsos positivos de Debord y Benjamín, descansando todos en la arena movediza nietzchana y o foucaultiana. Desde luego que esto ni es un avance ni un retroceso; sólo es la pérdida del tiempo y de ingentes recursos.

¿Qué parte del pensar para cambiar olvidaron?

Todo.

Unos creen que se debe resucitar una filosofía de la praxis, qué pelotudez más grande, porqué necesitamos una teoría que confirme aquello que todos damos por descontado: El cambio. Otros que las respuesta se encuentra el el opio gramatical o semántico. Qué obsena dilapidación de vidas y cerebros que construir una lógica que emancipe lo real con lo fantasioso.

Marx tenía muy clara la película, mucho más de lo que sus sucesores. Para él el hombre era naturaleza y cultura. Era un simio que devino en hombre primitivo, matriarcal, que necesariamente llegaría a ser civilizado, capitalista y luego comunista. Si dejamos todo tal cual pronto los simios se bajarán de los árboles y serán humanos.

Su comprensión de la naturaleza era precaria, recién se descubría a Darwin y al morir aún no se hacía público el legado de Mendel. La izquierda posterior a la segunda gran guerra condenó la burda eugenesia hitleriana y confundió toda indagación sobre la naturaleza humana como reaccionaria e incluso fascista, eso es lo que impide reconstruir el pensamiento marxista pues sólo se transforma en una compleja teoría idealista si entendemos al hombre sólo como cultura. Es plátónico pensar que el hombre es sólo software, es decir meramente espíritu o alma según se prefiera. Existe una base material del hombre así como la economía es la base material de la humanidad. Eso es lo que se ha olvidado por más de una centuria.

Y resulta que lo que nos dice la ciencia hoy es que las variaciones genéticas, mutaciones, no sólo son mera adaptación al medio, en el sentido del siglo XIX, como una sólo respuesta correcta ante una pregunta meridianamente acotada. Las fórmulas adaptativas son tan complejas que inclusive factores conocidos desde hace mucho hemos tardado en aceptar como evidencias: El ejemplo del pavo real, conocido y divulgado por Darwin, es demostrativo que la selección natural, mediante el apareamiento, es comúnmente un modo en que una hembra elige a un macho motivada por la estética. Los estudios de Prigogine por otra parte se han extrapolado mucho más allá de la química, a la historia social pero fundamentalmente a la historia física; durante las fases de equilibrio, extraordinarios esfuerzos producen insignificantes cambios y durante las crisis, una minúscula variación puede trasformar radicalmente las estructuras.

El desafío consiste en declararnos soberanos para reformular las teorías, empezando por las fracasadas. Eso no nos hace ni más ni menos izquierdistas pero la urgencia de una teoría hace de esta tarea algo prioritario e impostergable.

La historia material, desdeñada por años por gran parte de la izquierda, debe asumirse como propia pues eso mismo hizo en su momento Marx con la antropología de Bashofen y Morgan o las teorías de Darwin. No me parece que recurrir a las neurociencias sea, necesariamente, naturalizar al hombre puesto que, insisto, el hombre es naturaleza y cultura por lo que debemos, necesariamente, naturalizarlo y culturalizarlo.

Las variaciones culturales se producen en un par de generaciones, y en crisis, en un par de décadas a lo sumo; sin embargo las variaciones genéticas, de hardware demoran entre eones [1] y decenas de miles de años y en fases de crisis desde miles de años hasta un par de décadas. Incluso cataclismos pueden transformarlo todo de la noche a la mañana. Todo lo invariable está en constante cambio, las altas cumbres nevadas eran el fondo del océano e incluso, hubo un tiempo en que no existían especies biológicas pero tampoco los minerales.

Rescatar el conocimiento sobre nuestra base material es urgente e indispensable. No por que debemos naturalizar, entendiendo por esto deprivar de voluntad a los procesos, sino por todo lo contrario. La naturaleza es mucho más compleja, e incluso libre, voluntarista y arbitraria, de lo que se creía hace un siglo, y de lo que creen incluso hoy en día prestigiosos pensadores sociales.

responsabilite


[1Un eón es una unidad de medida de tiempo: Es un millón de millones de años

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