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La oportuna Encíclica del Papa Benedicto XVI

Jubenal Quispe

Jueves 8 de octubre de 2009, puesto en línea por Jubenal Quispe

En un contexto mundial en el que la arquitectura del sacrosanto sistema financiero del libre mercado estremecía y estremece al mundo con su estrepitoso desplome, y ante el dinamismo efervescente simultáneo y multitudinario de las y los sobrevivientes al holocausto neoliberal, el Papa Benedicto XVI, contra todo pronóstico, ha lanzado al mundo su Encíclica “Caritas in Veritate” (29/06/09) con un contenido oportuno, desafiante y esperanzador. Por su contenido y la coyuntura mundial, este documento se podría comparar con la Encíclica “Rerun novarum” de León XIII o con la “Populorum progressio” de Pablo VI, encíclicas que han marcado, en buena medida, la Doctrina Social de la Iglesia (DSI).

En esta su última Encíclica, Benedicto XVI, nos plantea que la actual crisis financiera mundial es una oportunidad para repensar el modelo de desarrollo hegemónico desde los valores trascendentales. El Papa indica que el derrumbe del socialismo real, a finales del siglo pasado, fue una oportunidad perdida para repensar profundamente el modelo de desarrollo capitalista ahora en crisis (n.23°).

La Encíclica nos recuerda que la justicia y el bien común son los criterios morales básicos para el “desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres” (n.5°-8°). Luego nos indica que el déficit de fraternidad entre los pueblos es la causa del subdesarrollo (n.19°). Inmediatamente después describe los efectos más perniciosos del inmoral sistema económico capitalista bajo los siguientes términos: “los efectos perniciosos sobre la economía real de una actividad financiera mal utilizada y en buena parte especulativa, los imponentes flujos migratorios, frecuentemente provocados y después no gestionados adecuadamente, o la explotación sin reglas de los recursos de la tierra, nos induce hoy a reflexionar sobre las medidas necesarias para solucionar” (n.21°).

Repensar la economía y superar el sistema neoliberal

La crítica al sistema capitalista en su expresión neoliberal es contundente. Refiriéndose a la economía del libre mercado dice: “la exigencia de la economía de ser autónoma, de no estar sujeta a «injerencias» de carácter moral, ha llevado al hombre a abusar de los instrumentos económicos incluso de manera destructiva. (…) que no han sido capaces de asegurar la justicia que prometían” (n.34°). Situación que “sigue produciendo ‘el escándalo de las disparidades hirientes’” (n.22°), y saqueo de la riqueza de los pueblos empobrecidos (n.40°).

Frente a este modelo económico que prácticamente redujo la soberanía de los estados a su mínima expresión, el Papa plantea un rol reinventado y protagónico de las instituciones públicas en los siguientes términos: “Hoy, aprendiendo también la lección que proviene de la crisis económica actual, en la que los poderes públicos del Estado se ven llamados directamente a corregir errores y disfunciones, parece más realista una renovada valoración de su papel y de su poder, que han de ser sabiamente reexaminados y revalorizados, de modo que sean capaces de afrontar los desafíos del mundo actual, incluso con nuevas modalidades de ejercerlos” (n.24°).

Pero, la Encíclica no está planteando el retorno al capitalismo de Estado, sino, más por el contrario, apuesta por una profunda democratización de la economía (n.38°) basada en la solidaridad y la caridad (sacrificio por el prójimo). Plantea la interacción de la economía solidaria, la economía estatal, la economía privada (n.38°). Es decir, una economía mixta, con la activa y plena participación de los pueblos (n.39°).

Para asombro de las y los promotores de la soberanía de la economía sobre la política, el Papa plantea que la política tiene que regir a la economía (n.37°). Pero este cometido sólo será posible en la medida en que la ciudadanía asuma la virtud de la participación política permanente como un estilo de vida (n.24°). De este modo, la llamada de atención también deja perplejo a los y las defensoras de la democracia representativa excluyente.

El rol activo de la sociedad civil en el desarrollo de los pueblos está claramente desarrollado, con renovadas llamadas a las y los trabajadores a organizarse para defender sus derechos, desarticulados por el sistema neoliberal (n.25°). Esta revisión profunda de la economía lo demanda, según Benedicto XVI, “el estado de salud ecológica del planeta; lo requiere sobre todo la crisis cultural y moral del hombre, cuyos síntomas son evidentes en todas las partes del mundo desde hace tiempo” (n.32°)

Reinventar los organismos financieros internacionales

El fracaso de los programas de desarrollo promovido por los organismos financieros es duramente criticado en el documento. Por ello el Papa convoca a que dichos programas sean contextualizados, transparentados y fiscalizados por los pueblos implicados, tanto en sus objetivos como en su financiamiento (n.47°). Exige una cooperación internacional al desarrollo, más allá de los porcentajes establecidos actualmente, y de una manera más horizontal y menos vertical, con la activa participación de los pueblos (n.59°).

Refiriéndose a la ONU dice: “Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres” (n.67°).

Soberanía alimentaria, ecología y migración, contenidos nuevos de la DSI
Plantea la soberanía alimentaria como una garantía vital para la subsistencia de los pueblos (n.29°). Incorpora también el cuidado de la naturaleza como parte del contenido de la DSI (n.50° y 51°). Referente a la migración, denuncia la vejatoria instrumentalización laboral a la que son sometidos las y los migrantes en los países de destino (n.63°)
Haciendo una alegoría del calvario humano que significa la migración internacional, hoy, el Papa concluye invocando proféticamente a los países ricos en los siguientes términos: “Mientras los pobres del mundo siguen llamando a la puerta de la opulencia, el mundo rico corre el riesgo de no escuchar ya estos golpes a su puerta, debido a una conciencia incapaz de reconocer lo humano. Dios revela el hombre al hombre; la razón y la fe colaboran a la hora de mostrarle el bien, con tal que lo quiera ver; la ley natural, en la que brilla la Razón creadora, indica la grandeza del hombre, pero también su miseria, cuando desconoce el reclamo de la verdad moral” (n.75°). Y a quienes nos encontramos en los enclaves de los procesos de empobrecimiento, nos convoca a asumir el compromiso activo y permanente con la polis para salir de nuestras condiciones de vida menos humanas a más dignas (n.7° y 8°).

Esta Encíclica, leída desde situaciones sociopolíticas como la boliviana y/o latinoamericanas, es un espaldarazo moral a los diferentes movimientos sociales que luchan a muerte por hacer realidad una democracia integral, con una economía comunitaria y solidaria entre los pueblos. Para las y los católicos que aún sospechan de la eticidad de las demandas antineoliberales de los nuevos actores sociopolíticos organizados, es hora de definirse y acompañar el sueño compartido de las y los cómplices por la Vida. Después de todo, estos tiempos no admite medias tintas.

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