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La lucha por la independencia y la integración

AMÉRICA LATINA - Que no nos lleve otro bicentenario

Ernesto Tamara

Miércoles 2 de junio de 2010, puesto en línea por Barómetro Internacional, Ernesto Tamara

En estos días se realizaron en Buenos Aires los festejos y las conmemoraciones por el bicentenario del inicio de la lucha por la independencia de las ex colonias españolas, en los territorios conocidos como América. Ya en abril, esa misma recordación comenzó en Venezuela.

El 25 de mayo de 1810, el Cabildo de Buenos Aires decidió ignorar al virrey, y siguiendo el ejemplo de los cabildos españoles que se oponían al gobierno impuesto por el invasor francés, decidió constituirse en gobierno para preservar sus territorios para el rey español. Claro que aunque para algunos ese era el principal objetivo, para muchos otros era el primer paso para emanciparse de la corona de España. Algunos ya soñaban con una república, aunque otros sólo querían cambiar de patrón. De todas maneras, la gesta de los habitantes de Buenos Aires estimuló las ansias libertarias de varios pueblos y ello abrió el camino para las luchas de independencia de los territorios que hoy ocupa en parte Estados Unidos (casi todos los estados del sur eran colonia española y pasaron después a ser parte de México), hasta Tierra del Fuego.

En esta conmemoración del bicentenario, se recuerda que muchos antes del inicio de esas luchas, existieron levantamientos indígenas contra la corona española. Quizás no tenían como objetivo la construcción de una república ni promovían los valores que divulgaban los pensadores francesas de la revolución de 1789, ni buscaban la construcción de una patria común latinoamericana, pero fueron un antecedente del espíritu autonomista y de la posibilidad real de derrotar al ejército colonial.

El bicentenario –con toda la confusión de sus inicios- recuerda más que nada, en el imaginario colectivo la construcción de una patria común en todo el continente.

Aunque muchos de los precursores de la independencia de las colonias españolas tuvieron conceptos avanzados de la justicia social, en aquel entonces, el desarrollo del capitalismo era el único camino que vislumbraban como posible. América vivía todavía en una sociedad casi feudal aunque en su seno ya se formaban las clases sociales que definen el capitalismo. Esa etapa de consolidación del capitalismo en América se extendió por décadas y permitió que, aunque formalmente, se constituyeran las nuevas naciones independientes y cayeran bajo el dominio de la entonces potencia capitalista mundial, Gran Bretaña, que controlaba el comercio internacional.

El proceso de formación de las nuevas naciones fue sangriento y balcanizó un continente que incluso hasta mucho después de iniciadas las luchas por la independencia, seguía siendo considerado por sus habitantes como una entidad única.

No es casual que caudillos y combatientes independentistas nacidos en una región, haya combatido en otra, y hasta muy avanzado el siglo XIX, el trasiego de oficiales de un ejército nacional a otro se hacía con gran facilidad. Ese espíritu, aunque puede haber sido disminuido después por las nuevas naciones, siguió vivo en los luchadores sociales que siguieron combatiendo por una sociedad más justa. Ernesto ”Che” Guevara es quizás el ejemplo más relevante y conocido, pero por suerte, antes y después del Che, miles de latinoamericanos siguieron y siguen esa senda.

Una nueva etapa

Hoy, a 200 años de aquellos inicios, los pueblos latinoamericanos enfrentan una nueva etapa de aquella lucha y en un momento muy especial, no sólo para la región, sino para el mundo. La crisis financiera y económica iniciada en 2008 tiene hoy otras consecuencias, y hasta los defensores acérrimos del capitalismo, están aceptando la idea de que ”hay que refundar” el mismo, como si ello fuera posible.

En estos 200 años de lucha por la independencia, los pueblos latinoamericanos fueron protagonistas y testigos de varios intentos de reforma del sistema capitalista, y de lucha por sustituirlo por uno más humano y justo. En estos últimos años, después de décadas de vigencia de una de las versiones más radicales del capitalismo moderno, el neoliberalismo, varios pueblos de la región intentan construir un sistema alternativo. Por desgracia, el fracaso del llamado ”socialismo real” bajo la órbita de la Unión Soviética, ha confundido a algunos sectores que ahora sólo aspiran a reformar el capitalismo. Para muchos otros, ese fracaso sólo representa la necesidad de buscar otros caminos para construir un socialismo, aunque no se pongan de acuerdo en como hacerlo ni como definirlo.

La crisis de todo el sistema presenta la urgencia en formular e iniciar el camino de construcción de un modelo alternativo.

Este año parece ser particularmente clave para la reafirmación de algunos procesos de cambios, o para al menos comenzar a discutir con seriedad como avanzar y recuperar terreno ante una nueva ofensiva de un capitalismo en crisis. Usando un lenguaje de computadoras, da la impresión de que el capitalismo buscar resetearse, es decir recuperar su sistema básico al costo de borrar todo lo demás. Ello puede implicar salidas fuera de ”manual” o que parecían olvidadas, como la interrupción de los procesos democráticos al estilo de Honduras.

En este nuevo debate sobre los caminos a transitar para la transformación de la sociedad, es bueno recordar, actualizando, algunas de las enseñanzas casi olvidadas de la gesta de 1810. Por ejemplo es válido destacar la prédica radical de Mariano Moreno, primer Secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta de Buenos Aires, asesinado por envenenamiento en marzo de 1811, que no sólo reclamaba vigor en la lucha independentista, sino también valores republicanos y control ciudadano.

Por ejemplo, al lanzar la edición de un periódico, la ”Gazeta de Buenos Ayres”, con el objetivo de controlar al gobierno, escribió: El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, deben aspirar a que nunca puedan obrar mal”. Pero quizás más valioso resulte su reclamo de educar políticamente a los ciudadanos, para alertarlos sobre los intentos de cambiar algo para no cambiar nada, tan de moda en nuestros días.

”Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada uno no conoce lo que vale, o que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir jamás la tiranía”, escribió en el prólogo de la edición por capítulos de la obra ”El contrato social” de Jean J. Rousseau.

Un bicentenario con nuevos desafíos

Este año del bicentenario comenzó con la advertencia de la derrota del gobierno de la Concertación en Chile y el triunfo del derechista empresario Sebastián Piñera en la presidencia, un fortalecimiento de la derecha argentina que frenó varias iniciativas de la presidenta Cristina Fernández, la declaración de guerra de las organizaciones indígenas contra el gobierno de Rafael Correa en Ecuador, y serias dificultades energéticas y económicas en Venezuela y Cuba.

Junto a la crisis económica internacional, los partidos de la derecha local iniciaron un proceso de convergencia, dejando para más adelante las diferencias, en un intento por revertir los procesos de cambios iniciados a principios de este siglo XXI. Al mismo tiempo, el imperialismo, más débil, pero no por ello menos peligroso, emprendió algunos cambios en lo interno, pero sin modificar su esencia y aspirando a controlar la región con viejos métodos. Aunque el triunfo de Barack Obama, y su anuncio de una nueva forma de relacionamiento con América Latina, prometían distender la región y asegurar la autonomía de los países, su política concreta fue más de la forma más vieja de relación.

Además de establecer nuevas bases militares en Colombia, auspició y respaldó el golpe de Estado en Honduras, y mantuvo el bloqueo a Cuba y el respaldo a las fuerzas de derecha en la región, involucrándose sin complejos en la política interna de los países. Estados Unidos propicia una especie de eje ”anti Alianza Bolivariana (ALBA)” en la región, que integran más o menos indisimuladamente, México, Honduras, Colombia, Perú y ahora Chile. Curiosamente, ese esquema de reunir a países con ciertas diferencias con el objetivo de combatir un proceso de integración idependiente, se está repitiendo en lo interno de cada país, donde los sectores de derecha conforman bloques anti progresistas.

Por otra parte, los procesos de cambios iniciados en la región, todavía debaten que caminos seguir y sus ensayos enfrentan dificultades que requieren de esfuerzos colectivos para superarlas. Los dirigentes de los procesos de Venezuela y Ecuador han proclamado el ”Socialismo del siglo XXI” como alternativa al capitalismo imperante. Sin embargo, ese socialismo elude alguna de las definiciones clásicas del socialismo denominado científico, como la propiedad de los medios de producción y el papel del Estado. Quizás sea el camino ante el fracaso del llamado socialismo real de Europa del Este, pero en la práctica se muestra como un proceso lento que transcurre dentro de un sistema económico capitalista, donde el Estado y los trabajadores van asumiendo el control de parte de la estructura, y deben ir enfrentando boicots nacionales e internacionales, campañas propagandísticas de los medios de comunicación en su mayoría en manos privadas, y respetando todavía las normas heredadas de la democracia representativa que buscan sustituir.

Venezuela enfrentará en septiembre un nuevo proceso electoral donde el presidente Hugo Chávez espera que su partido –Socialista Unido de Venezuela, PSUV- obtenga una mayoría calificada para asegurar otros seis años de respaldo parlamentario.

Esa mayoría es necesaria para seguir avanzado en la transformación del Estado y seguir democratizando la sociedad con la construcción del poder popular. La oposición, que sigue dividida, cuenta con el respaldo económico de la oligarquía local y el apoyo externo de gobiernos extranjeros, especialmente de Estados Unidos que apenas disimula su intervención en los asuntos internos venezolanos.

Las dificultades provocadas por la especulación de alimentos, los intentos de fuga de capitales, los sabotajes, la carencia de producción de energía, y la constante campaña publicitaria en contra del gobierno de los principales medios de comunicación, exige un esfuerzo extra del nuevo Partido Socialista Unido de Venezuela.

A su vez Cuba, ejemplo de resistencia y base para el avance de toda la izquierda en Latinoamérica, debate cambios en momentos de afectación por la crisis económica internacional, el bloqueo que no cesa después de 50 años, y buscando mantener el modelo socialista y la justicia social.

El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, que también se ha definido por un socialismo del siglo XXI, después de vencer en tres importantes procesos electorales, incluyendo la reforma de la Constitución, ha tenido que frenar algunas de sus iniciativas ante la resistencia de las comunidades indígenas. El más reciente incidente fue el corte de rutas y carreteras y el cerco al parlamento de los indígenas para impedir la aprobación de la llamada ”ley del agua”. Los grupos indígenas cuestionaban la ley porque sostenían que habilitaba la privatización del recurso –cosa que el gobierno negaba- y reclamaban el control del agua en sus territorios. El fin de semana pasado el presidente Correa decidió congelar ese proyecto de ley para superar ese conflicto, pero un comunicado de la la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), de febrero, rompía relaciones con el gobierno y lo acusaba de ”seguir fortaleciendo el modelo neoliberal capitalista, traicionando al pueblo ecuatoriano”.

Bolivia también enfrenta una especie de bloqueo internacional, y el presidente Evo Morales debe conducir un proceso que en principio debe asentar las bases para una verdadera democracia participativa, restituyendo derechos al pueblo que deberían existir desde mucho antes.

Por otra parte y aunque Chile no formaba parte de la avanzada del proceso de cambios, el triunfo electoral de la alianza de derechas que llevó al gobierno al empresario Sebastián Piñera es un freno a las aspiraciones de integración en la región, y promete un mayor alineamiento de ese país con las políticas de Estados Unidos.

En el mismo sentido, el avance de la derecha en las elecciones municipales en Uruguay, aunque no influyen en el plano internacional, revela una tendencia de unificación de los sectores retrógrados que dejan de lado sus diferencias para enfrentar cualquier opción alternativa aunque ella no modifique la base del sistema.


ernestotamara[AT]gmail.com

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