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HONDURAS - ¿Importa la educación?

Ollantay Itzamná

Lunes 4 de octubre de 2010, por Jubenal Quispe

El país nuevamente es testigo mudo de la pulseta entre el sector magisterial y el Estado. El argumento recurrente, de las partes en conflicto, es la educación de la sociedad hondureña. Pero, ¿es la educación lo que le importa, tanto a las y los maestros, y al propio Estado? No. Los primeros paran las labores educativas porque como trabajadores defienden sus derechos sectoriales, y el Estado busca recortar su gasto social.

Honduras es el país más empobrecido y desigual en el mundo. Las condiciones de sobrevivencia en la Honduras de las montañas, no es nada distinto al dolor africano. Esto ocurre porque el país subsiste, por cerca de dos siglos, bajo la tiranía del analfabetismo. Y para desgracia nuestra, los fallidos intentos de sistemas educativos ensayados en el país terminaron aniquilando los conocimientos y tecnologías de las civilizaciones originarias que cohabitaron en este territorio.

Fue en 1822, al año de la “independencia” nacional, que el Presidente de la Provincia de Honduras, Juan Lindo, decretó la creación de escuelas en las aldeas más importantes de la Provincia. Ocho años después, en 1830, el General Francisco Morazán, proveyó al país con la primera Ley Educativa. Morazán buscaba prevenir el sometimiento del pueblo hondureño. La revolución liberal, de finales del siglo XIX, apostó a la masificación de la educación. El siglo XX también está preñada de leyes educativas. Pero, ¿por qué Honduras continua postrada en la oscuridad del analfabetismo? Por varias razones:

Las políticas educativas del país siempre fueron y son copias de sistemas educativos foráneos. Por eso nunca funcionó, ni funcionará, porque no corresponde a la realidad diversa de Honduras.

La labor educativa se convirtió en el oficio más seguro y académicamente poco exigente en el país. Como sociedad perdimos la perspectiva de la importancia de la educación para acceder a condiciones de vida más plena.
El Estado jamás asumió la educación como “su máxima función” como indican las leyes. En el mejor de los casos, para el Estado, la educación es un gasto económico, mas nunca una inversión fundamental. Mire Ud. la distribución del presupuesto nacional. La educación está lejos de las prioridades estatales.

Las escuelas no estimulan el pensamiento crítico. Las y los maestros no enseñan para la vida, sino para el examen. Las universidades quizás nunca fueron templos del saber, lo más seguro es que ahora son laboratorios donde se fabrican técnicos/as urgidos por ganar más plata. ¡Verdaderos mercados de títulos! El sistema educativo ya no responde a los intereses de la sociedad, sino a las empresas y al libre mercado. ¡Ni hablar de la función ética de la educación!

En términos más realistas, la educación ya no la controlan ni los maestros, ni el Estado, sino las empresas de información masiva. ¡La TV y el internet configuran la mente, el espíritu, la personalidad y la conducta de las y los educandos!

En estos tiempos, la responsabilidad histórica nos exige a que asumamos la deuda pendiente de la educación. Honduras exige una transformación cultural radical construida con la amplia participación y acorde a la realidad nacional. El Estado está en la obligación de invertir primordialmente en la educación e investigación. Nuestra tarea es vigilar y exigir a los sujetos de la educación para que éstos asuman sus roles. La ignorancia y la actitud sumisa son instrumentos eficaces para la dominación y el atraso de los pueblos. Si como país soñamos despegar, entonces, apostemos a la educación liberadora y descolonizadora.

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