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Locuras de un mundo a la deriva

Bruno Peron Loureiro

Jueves 9 de diciembre de 2010, por Barómetro Internacional, Bruno Peron Loureiro

Las tentativas de ascenso ¿o supervivencia? de América Latina frente a un mundo tomado por el capital, la hegemonía y la intolerancia, causan perplejidad.

Más de 1600 haitianos murieron de cólera –enfermedad que se transmite por el agua y los alimentos contaminados– desde que se detectó el primer brote de la epidemia en octubre de 2010, según el Ministerio de Salud y Población de Haití. El terremoto del 12 de enero de 2010 entregó el país al azar y a la especulación de países aprovechadores y oportunistas, ya que el gobierno de René Preval comprobó su incompetencia en lidiar con la situación de crisis humanitaria.

La prensa brasilera mientras tanto, conmemora la victoria de la “fuerzas de seguridad” sobre los traficantes de la Favela de Alemão, en Río de Janeiro, Brasil. Todavía existe la esperanza, por lo que indican los esfuerzos de rescatar el incomprensible título de “Ciudad Maravillosa” para la actual arena de guerra de un lado y los condominios lujosos de actores de telenovelas del otro.

¿Cuál sería el escenario frente a la legalización de las drogas? Casos de la policía pasarían a integrar índices de salud pública, el tráfico de drogas dejaría de ser un negocio altamente rentable para convertir las sustancias en un bien fácil de adquirir, y sería más fácil identificar a los adicto-dependientes a fin de orientarlos para su tratamiento. Por estas y otras razones, soy vehemente a favor de la legalización de los tipos de droga cuya producción, comercialización y consumo son punidos por las “fuerzas de seguridad”.

Es una forma de tratar al drogadicto en lugar de perseguirlo como un ser degradado.

Los morros cariocas hospedan estilos de vida bastante diversos: desde familias humildes y trabajadoras hasta cooptadotes de menores y malandros dispuestos al dinero fácil. La noticia de que las casas fueron invadidas, destruidas y expoliadas indiscriminadamente por los grupos policiales entristece al país y los coloca –con las debidas excepciones– al mismo nivel que los bandidos cazados.

El “Complejo de Alemão” esconde mucho más que lo que la red Globo expone en las escenas de conflicto. La tal “liberación” de la comunidad no convence porque el Estado brasilero oprime más que cualquier bandido de favela, alberga la cima de la pirámide del tráfico (de armas, drogas, medicamentos) e irrespeta al contribuyente con la impunidad de los crímenes de “cuello blanco”, como aquel gobernador que fue sorprendido in fraganti escondiendo en sus medias el dinero de la corrupción.

La red Globo, en vez de valorizar la expresión pobre y común de Río de Janeriro, entrevistó mientras tanto que se daba el triste e inocuo conflicto, al verdugo Joe Jackson porque le traería mayor audiencia. Este sujeto vino a Brasil desde Los Ángeles, EE.UU. para expresar, junto con un escritor secuaz de Atlanta, que el dinero póstumo de Michael Jackson es de la familia Jackson y no de las empresas disqueras.

Al mismo tiempo que el Brasil vive experiencias idílicas de inserción internacional y prepara el escenario de las Olimpíadas en la fatídica Río de Janeiro, la Unión Europea inyecta dinero en la economía de Irlanda y se discute, como pocas otras veces antes, por qué aumentó la emigración en Portugal, país que por muy poco no llenaría las condiciones mínimas para pertenecer el bloque de integración de ese continente.

Portugal es una de las matrices culturales más importantes en la formación del Brasil y su pueblo, pero es aquí donde se habla un idioma medio portugués, medio inglés, pero que al mismo tiempo no es ninguno de los dos. Y a eso le llaman asimilación, mestizaje, diversidad, receptividad y cualquier otra cosa.

La polémica en torno a Irán y su programa nuclear mientras tanto, se alivió temporalmente. En su lugar se habla de ataques de Corea del Norte a sus hermanos de Corea del Sur. Este último país meridional, mientras tanto, inició maniobras militares con los Estados Unidos en el mar Amarillo, que queda al Oeste de la península coreana.

Es cada vez más difícil saber a quien creer, visto que los detentadores de la “verdad” están lejos de ofrecer buenos ejemplos. Siendo Corea del Norte un país cerrado, ¿Cómo conocer la versión de los hechos de este país para poder formarnos una opinión acertada sobre el asunto?

La perplejidad a la que me referí en el primer párrafo se debe a la convicción de algunos de que por un lado, nuestros países deben recorrer un camino de “desarrollo” (empleo este término a propósito entre comillas, en lugar de “evolución”) capitalista, de reducción drástica de los impuestos (ya que en su visión el Estado atropella) y la industrialización de la vida.

Por otro lado, algunos y yo no conseguimos admitir que se agoten los recursos de la naturaleza para mantener un stock de mercaderías (que pueden o no ser consumidas), se concentre la renta y las tierras de tal modo que hay haciendas en Brasil que tiene el tamaño de países enteros, y se tome la salud como un negocio o un servicio disponible sólo para quien lo pueda pagar, como en los Estados Unidos.

Tampoco podemos admitir que el mundo llore por los tres mil (no diez mil como nos hicieron creer, pero aún así un número significativo) que murieron en las torres gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, pero pocos se sensibilicen con un número mayor que contrajo el cólera en Haití, enfermedad hasta entonces considerada como controlada y fuera de riesgo.

Esta perplejidad sin embargo, barre el mundo entero, que está a la deriva, pero que logrará enderezarse con el esfuerzo de los ciudadanos de bien, como Ud.

Los disparates de este mundo nos causan perplejidad, pero nada impide que mantengamos un rayo de luz, brillante y erguido.


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