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VENEZUELA - Iconografía y desconcierto

Miguel Guaglianone

Sábado 11 de agosto de 2012, puesto en línea por Barómetro Internacional, Miguel Guaglianone

Este 24 de Julio, enmarcado en la celebración de los 229 años del nacimiento de Simón Bolívar, el gobierno bolivariano presentó al público el resultado de una investigación que promovió y financió, con el objetivo de recrear el rostro del Libertador a partir de sus restos mortales.

En acto público el presidente Hugo Chávez develó una reproducción bidimensional de la imagen resultante, así como presentó a la antropóloga forense venezolana Lourdes Pérez, representante del equipo multidisciplinario y multinacional que llevó a cabo la investigación y produjo ese resultado, quien relató algunos pormenores del trabajo realizado.

La reproducción de los rostros a partir de la calavera no es algo nuevo. Ya a finales del Siglo XIX los arqueólogos y médicos forenses se planteaban el problema. Incluyendo los trabajos del renombrado Cesare Lombroso, médico criminólogo que intentaba probar la teoría de que los criminales tenían características biológicas especiales. Sus técnicas de medición antropométrica y clasificación de características físicas son precursoras de los modernos sistemas de reproducción de rostros.

Es a fines del Siglo XX cuando se consolida la base de la actual técnica. A partir del cráneo, un escultor o escultora va colocando “tacos” cilíndricos sobre su superficie, que tienen las medidas de altura de los promedios de grosor de los “tejidos blandos” (músculos, tendones y cartílagos) de acuerdo a las características genéticas y de vida (geografía, alimentación, etc.) de la persona en cuestión. Finalmente a partir de esta nueva superficie de apoyo, se va moldeando arcilla para configurar el rostro. Este es un sistema que ha dado buenos resultados, pero depende fundamentalmente del talento y la experiencia plástico-estética-anatómica del artista involucrado(a).

Finalmente, en la primera década del Siglo XXI, con los grandes adelantos en digitalización y escaneo, y el desarrollo de los programas de tercera dimensión (3D), el proceso se hace a través de la informática en forma virtual. Ya no es necesario disponer del cráneo para realizarlo, basta con hacerle un escaneado en 3D (generalmente a través de la tomografía axial computarizada) y con la información adquirida, un programa especializado genera una “imagen virtual” corpórea. A partir de allí el procedimiento es similar al anterior, con la ventaja de tener hoy a disposición la información digitalizada de numerosos bancos de datos respecto a la distribución de los tejidos blandos. Esta técnica es usada por la Antropología Forense, tanto para reconstrucciones de personajes históricos como para fines policiales con excelentes resultados. Según los expertos, el talento de quien o quienes van reconstruyendo el rostro sigue siendo fundamental, aunque con esta técnica es más sencillo realizar este trabajo en equipo.

Como todas las técnicas de reproducción, esta deja como resultado una “representación” de la realidad (nunca es la realidad “real”) con un porcentaje de aproximación muy satisfactorio, cercano al de una fotografía. Antes de asombrarse, recuérdese que la propia fotografía es solo una representación de la realidad, que depende en alta medida de cómo y quien realiza la toma. Además, la fotografía crea una representación en dos dimensiones de un objeto tridimensional, lo que también representa una limitación estructural a su realismo.

En el caso de esta técnica usada, es posible una reproducción en volumen, ya que la imagen que se genera digitalmente es tridimensional. Utilizando un aparato de tallado láser guiado por el computador, es posible reproducir ese mismo rostro de Bolívar logrado, en una escultura.

Teniendo en cuenta estos elementos es que podemos apreciar la importancia científica y tecnológica del trabajo realizado, que incorpora los últimos elementos disponibles al objetivo final y da resultados excelentes.

Iconografía y pertenencia

Una de las múltiples carencias en la cultura actual de nuestro continente –uno de los múltiples obstáculos a los que se enfrentan nuestros esfuerzos por la integración de la Patria Grande– tiene que ver con la pobrísima representación iconográfica de los héroes y heroínas de la Independencia. En toda América Latina, los cuadros y retratos de de los libertadores, con escasas excepciones, son de muy mala calidad, generalmente contradictorios y confusos. Esto no es una casualidad. Está relacionado directamente con la política imperial de España hacia sus colonias, fundamentalmente hacia las Indias Occidentales.

El dominio sobre las grandes masas humanas del continente, mucho mayores en número que las de la propia metrópoli, estaba basado, además de en el uso de la fuerza, en el más estricto control de su cultura. La política oficial era que no debía permitirse el desarrollo cultural de las Indias. Entonces, desde acciones tales como la rígida prohibición de la llegada de imprentas a América, hasta el desaliento, represión y persecución de las Artes, eran parte integral de esa política de la corona española.

Las artes plásticas sufrían así de esas limitaciones. Por eso, mientras en Europa el arte del retrato tenía ya siglos de haberse consolidado (sobre todo a partir del Renacimiento), en nuestra América no existieron retratistas de nivel.

“Para la mayoría de los historiadores y críticos del arte decimonónico, el estilo que se practicó en Hispanoamérica no fue el mismo que manejaron en Europa sus máximos exponentes…se les censura con severidad su condición de malos imitadores…se les reprueba el no haberse preocupado por respetar la anatomía de sus personajes bajo los esquemas académicos, al convertirlos en una suerte de rígidos muñecos acartonados dentro de los severos trajes almidonados de moda. Asimismo se les subestima por no haberles otorgado la adecuada volumetría confiriéndoles una apariencia plana…cromáticamente uniformes con una ausencia absoluta de claroscuros…”

En el caso de Simón Bolívar, basta con consultar los dos más importantes trabajos de investigación sobre el tema, las obras iconográficas de Alfredo Bulton y de Enrique Uribe White, para constatar rápidamente que los retratos de la época del Libertador constituyen una heterogénea amalgama de rostros que –exceptuando en casi todos los casos las características comunes de un rostro triangular y una ancha frente– nos muestran diferentes caras del mismo hombre, dependiendo de la interpretación y del talento personal del autor del retrato.

Hemos logrado entonces con esta investigación una especie de hazaña, la aproximación y la humanización del rostro de Simón Bolívar, para convertirlo en un hombre más real, más cercano a nosotros.

Por estas razones es que el trabajo de reconstrucción realizado cobra una importancia internacional. Si fuera posible generar los verdaderos rostros de todos aquellos hombres y mujeres que realizaron la gesta de la Independencia en toda América Latina, se estaría realizando un importante aporte al sentido de pertenencia de nuestros pueblos, estaríamos más cerca de “vernos con nuestros propios ojos” como dice Aram Aharonian. Creemos que es la importancia fundamental de esta investigación.

Oposición y desconcierto

La presentación del rostro de Bolívar ha tenido una gran repercusión a nivel global, ha sido reproducida como noticia en todas las cadenas corporativas y en los medios alternativos en todo el planeta.

Sin embargo lo más llamativo son las reacciones que se han dado en la oposición política venezolana.

En primer término nos encontramos con la descalificación absolutamente racista de la imagen presentada, por tener rasgos que pueden calificarse genéticamente de no ser “blancos puros”, que tuvo diferentes manifestaciones a nivel de la prensa y la televisión, pero que pueden sintetizarse en lo dicho por un reconocido mercenario del periodismo, quien afirmó que ese no era el rostro de Bolívar, sino el de un “afroamericano rojo”. Inclusive se mencionó que Bolívar era hijo de españoles y que la inclusión de rasgos mestizos sólo podía obedecer a un interés político. Aparte de la reacción visceral de una oposición radical fanatizada y racista, estas declaraciones ligeras demuestran una absoluta falta de información.

Al respecto de la ascendencia racial de Bolívar, reproducimos un jugoso texto: “Aunque las fuerzas y los espíritus ambientes lo hubieran influido, no hubiera podido tener acceso –como lo tuvo– a las capas más profundas del alma de las Indias, si su familia no hubiera absorbido, quizás más de una vez, sangre negra y sangre india. En su vigorosa defensa del Libertador, Simón Rodríguez se preguntaba: ’¿Qué dirán las naciones europeas cuando lleguen a saber que Bolívar es zambo? ¿Qué dirán los rubios de Inglaterra, los de Escocia, los de Francia y sobre todo los de…Andalucía? –un zambo mandando indios en el Perú… ¡qué impropiedad!–’ ”

Pero si bien hasta sería entendible que aquellos que están en primera línea en la guerra mediática del lado de la oposición (en período pre-electoral) reaccionen de esta manera, lo lamentable y desconcertante es la opinión de varios “historiadores(as)”, y “expertos(as)” en los medios (prensa y TV) quienes obnubilados por su posición política llegaron a afirmar cosas que desconciertan y rayan en el ridículo.

Alguno de ellos explicó por ejemplo, que lo realizado en la recuperación del rostro de Bolívar no tenía ningún valor, ya que la iconografía existente ya nos había dicho como era el prócer. Mencionaba como paradigma al retrato de cuerpo entero realizado por José Gil de Castro en Lima en 1825. Cualquier persona, aunque no sea versada en Artes Plásticas que analice ese retrato, puede constatar como tiene todos los defectos que mencionaba la cita de Mondoño ya expuesta. En lo que se refiere la cabeza pintada en ese cuadro, las evidentes desproporciones la alejan de todo realismo, dejándola en el mejor de los casos como una lejana referencia a las características fundamentales del rostro.

Otras declaraciones fueron por el estilo: “exceptuando algunas diferencias, como una nariz menos ganchuda y un mentón bastante más ancho que el que conocíamos (“pequeñas diferencias”, apuntamos nosotros), no descubrimos nada nuevo del rostro de Bolívar”. O también la descalificación de los resultados, con la acusación que la investigación está guiada por fines políticos. Como si generar conocimiento tuviera que ver con las posiciones políticas. (Por ejemplo, fue la cohetería desarrollada por los nazis la que permitió la exploración del espacio, sin mencionar que la guerra moderna utiliza las tácticas de la “blitzkrieg” creada por ellos).

Roberto Hernández Montoya dice que en Venezuela, ser de oposición embrutece. Cuando nos encontramos con estas declaraciones y estas actitudes, parece que su afirmación es totalmente justificada. Sólo así se explica que personas que por lo menos tuvieron un pasaje y una formación en la academia, sean capaces de dejar de lado todos sus conocimientos, subordinando su opinión exclusivamente a una actitud política.

Igualmente, si bien sabemos de la pobreza política de la oposición venezolana, estas posiciones son también otro motivo para dejarnos desconcertados. Una regla fundamental de la lucha política dice que cuando el adversario realiza alguna acción correctamente orientada, los mejor que se puede hacer es ni siquiera comentarla, hacer la vista gorda y dejarla pasar. Intentar descalificarla cuando se trate de algo claramente bien realizado, solo nos resta credibilidad (aún entre nuestros propios partidarios).

Esto es de aplicación en nuestra posmodernidad, que está muy lejos de otros tiempos en los cuales aparentemente existieron algunos políticos capaces de actuar de acuerdo al brindis del maestro de esgrima antes de empezar el combate: “por quien me venza con honor”.

Parece que ya no quedan actores políticos capaces de reconocer algún mérito a sus adversarios. Esa es una parte de la crisis general de valores que vive nuestra sociedad.


miguelguaglianone[AT]gmail.com

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