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Opinión

HAITI-BOLIVIA - Tropas bolivianas en Haití

Andrés Soliz Rada

Lunes 22 de enero de 2007, puesto en línea por Andrés Soliz Rada

El 5 de noviembre de 2006, la Liga Haitiana Antiimperialista
dirigió una carta abierta a los presidentes Evo Morales de Bolivia y Lula da
Silva de Brasil para pedirles el retiro de sus tropas de Haití, las que forman
parte de la Misión de las Naciones Unidas para la estabilización de ese país,
integrada, además, por Estados Unidos, Francia, Canadá, Argentina, Chile,
Uruguay, Croacia, Ecuador, España, Guatemala, Jordania, Malasia, Marruecos,
Nepal, Paraguay, Perú, Filipinas y Sri Lanka (www.anarkismo.net).

La carta recordó a Evo y Lula que la ONU “es un instrumentos en manos de
las potencias imperialistas, particularmente de la superpotencia imperialista
norteamericana”. Añadió que es explicable la actitud de otros presidentes
conservadores, neoliberales y reaccionarios, pero que se podía esperar una
actitud más equilibrada y justa de otras autoridades que tienen mayor
sensibilidad “frente al drama que sufre nuestro país, víctima, una vez más, de
la política intervencionista de EEUU”.

Nueva masacre

La demanda no fue escuchada y el 22 de diciembre pasado, 400
soldados de las fuerzas de ocupación, dirigidas por el general brasileño José
Elito Carvalho Siquiera, con el apoyo de helicópteros, vehículos blindados y
armas pesadas realizaron un masivo ataque contra los barrios pobres de Puerto
Príncipe (la capital), causando por lo menos 17 muertos y 40 heridos. La
represión fue ordena por el Consejo de Seguridad de la ONU y ejecutada por
soldados de Brasil, Bolivia, Chile y Uruguay. . La crueldad de los invasores
llegó al extremo de impedir que ambulancias de la Cruz Roja atendieran a los
heridos.

El “regalo” navideño se debió a que la gente pobre de Puerto Príncipe
protestó en las calles el 16 de diciembre por el fraude en los comicios
municipales del 3 de diciembre y en contra la ocupación foránea. El pretexto
consistió en afirmar que se trataba de reprimir a secuestradores y bandidos, que
existen en todas las zonas de la ciudad y no sólo en los barrios marginales
(www.rebelion.org 28-12-06).

El poder ejecutivo y el parlamento

En la segunda reunión de gabinete del flamante gobierno boliviano
(febrero de 2006) , el Ministro de Defensa, Walter San Miguel, informó que
estaba enviando al parlamento la solicitud de autorización para el traslado de
soldados boliviano al Congo y que se trataba de la undécima misión que cumpliría
nuestro país, dentro de acuerdos con la ONU.

Como Ministro de Hidrocarburos y Energía me opuse a la iniciativa,
aduciendo que si Bolivia respaldaba la ocupación militar de otros países, ¿con
qué argumento nos opondríamos a que nuestro país sea objeto de agresiones
similares, sobre todo en momentos en que nos aprestábamos a iniciar profundos
cambios estructurales en Bolivia? La pregunta tiene enorme actualidad ya que,
una vez más, como ocurrió en los gobiernos de Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez
Veltzé, se especula en la prensa extranjera de la posible llegada de “Cascos
Azules” de la ONU ante los conflictos sociales y políticos existentes en nuestro
territorio. El triunfo electoral de Evo Morales, por 53.7 % de los votos no es
ninguna garantía para que la
intervención foránea no ocurra. El Presidente haitiano Jean Bertrand
Aristide fue expulsado, por primera vez, en 1991, después de haber ganado los
comicios con el 67 %.

San Miguel explicó que se trataba de cumplir compromisos previos y que
sería la última vez que se solicitaría la autorización mencionada. El
razonamiento fue respaldado por el Jefe del Estado y demás ministros. Cabe
recordar que la presencia de tropas extranjeras en El Congo se ha traducido en
una “rampante explotación sexual” de las mujeres congoleñas. Sólo el contingente
uruguayo dejó 59 niñas y adolescentes embarazas en el 2006, mientras se
acrecentaban los escándalos de corrupción por el trueque de alimentos por
petróleo, en los que se vieron involucrados altos funcionarios de la ONU
(Indymedia - 3-01-05)

Cuatro meses después se repitió el pedido al parlamento para el envío de
tropas a Haití. El ex vice Ministro de Gobierno, Rafael Puente, (quien asistió
al gabinete por inasistencia de la Ministra Alicia Muñoz) manifestó su oposición
con argumentos parecidos a los míos. El Presidente le dijo que el tema ya había
sido dilucidado con ocasión del tema del Congo. En el Parlamento, sólo los
senadores Antonio Peredo y Gastón Cornejo se negaron a respaldar las solicitudes
del Ejecutivo. Luego me enteré que el Senador
Peredo fue recriminado desde el Palacio de Gobierno por esa actitud. Ningún
parlamentario tuvo el coraje de presentar una petición de informe y menos una
interpelación al Ministro de Defensa por esas decisiones.

Premio Nobel de la paz

Numeras personalidades y organizaciones internacionales, como Adolfo Pérez
Esquivel, Rigoberta Menchú, Leonardo Bolff, Hebe de Bonafide, la Asamblea de
Derechos Humanos de Ecuador, los Círculos Bolivarianos de Venezuela, las “Madres
de la Plaza de Mayo” de Argentina, la Escuela Nacional de Cuadros de Defensa de
la Revolución Cubana están realizando una activa campaña para que se otorgue al
Presidente Evo Morales el Premio Nobel de La Paz. Sería importante que en la
campaña incluyan el pedido al Jefe de Estado para que retire las tropas
bolivianas del Congo y Haití, por elemental defensa de las soberanías nacionales
y la autodeterminación de los pueblos.

El caso de Haití, geográficamente ubicado entre Cuba y Venezuela, tiene
especial connotación para la política norteamericana, interesada en mantener una
cuña, entre dos países contestatarios a sus políticas de sometimiento de
América Latina. Recordemos un solo dato. En 1919, los marines fusilaron a 10.000
campesinos haitiano durante la ocupación estadounidense. A raíz de la
masacre del 22 de diciembre, Eduardo Galeano escribió lo siguiente: “Haití es un
país arrojado al basural por eterno castigo a su dignidad. Allí yace como si
fuera chatarra” (Página 12, Buenos Aires. 5-IV-07). Lo anterior no puede seguir
ocurriendo con la participación de un gobierno empeñado en ejecutar una
revolución cultural y democrática.

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