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COLOMBIA - El centro de semillas nativas que frena la deforestación y restaura la Amazonía

Astrid Arellano, Mongabay

Lunes 21 de octubre de 2024, puesto en línea por Françoise Couëdel

13 de octubre de 2024 - Mongabay - En cinco años, la organización Amazonía Emprende ha logrado restaurar una gran finca deforestada por la ganadería en el departamento de Caquetá, Colombia. En este sitio estableció una escuela, un centro de semillas nativas y un vivero para compartir conocimientos sobre la restauración de ecosistemas.

Su modelo de rescate de semillas y propagación de plántulas de árboles nativos ha resultado replicable y ahora acompaña en el proceso a familias interesadas en conservar el bosque, mientras que reciben incentivos económicos por recolectar semillas y construir viveros comunitarios.

Un equipo integrado por un botánico, el propietario de una finca, un identificador de especies de árboles, un escalador y una ingeniera forestal, se abre paso por la Amazonía colombiana.

Escudriñan el bosque a pie, primero, volteando hacia el cielo y luego rastreando pequeños tesoros regados sobre el suelo. “Buscamos árboles semilleros”, dice Yohana Montenegro. “Tienen que ser grandes, sanos, vigorosos y con una copa frondosa”, agrega la ingeniera forestal. Estas características son clave para tomar una decisión: ¿cuáles de sus semillas se recolectarán para llevar al vivero y cuáles se quedarán allí, en el bosque, para alimentar a la fauna y a la tierra, en su ciclo natural?

“Puede ser que, en unas 40 hectáreas de bosque —casi siempre intervenido por la ganadería extensiva— sólo encontremos entre 50 y 100 árboles que verdaderamente cumplan con esas características; eso significa estar en campo tres o cuatro días”, detalla Montenegro, sobre la búsqueda de árboles nativos, muchos de ellos en alto grado de vulnerabilidad, amenaza o peligro de extinción.

En Florencia, Caquetá, uno de los seis departamentos amazónicos de Colombia, Montenegro es parte de Amazonía Emprende un proyecto que, desde el 2019, busca soluciones ante la deforestación. Según la plataforma Global Forest Watch, entre los años 2001 y 2023, Caquetá perdió 791 000 hectáreas de cobertura arbórea, lo que equivale a una pérdida del 9.8 % de sus bosques.

Todo empezó con la compra de una finca de 30 hectáreas en Florencia. “La deforestación está extensamente documentada y sigue siendo una agenda sin atender. Tomamos la decisión de empezar a contar una historia distinta al comprar un terreno deforestado que hoy es nuestra sede”, explica Julio Andrés Rozo, líder de estrategias y cofundador de Amazonía Emprende, junto a Julie Hernández.

Curiosamente no son ecólogos, biólogos o ingenieros forestales, sino emprendedores con estudios en ciencias económicas y sociales, pero que han dedicado los últimos cinco años a rescatar la selva.

Con la colaboración de personas expertas en la naturaleza, voluntarias, estudiantes y empresas privadas, han logrado restaurar 13 hectáreas que solían ser un potrero en la finca —con la siembra de más de 13 000 árboles nativos de 60 especies distintas—, y enriquecieron 17 hectáreas más de bosque con especies nativas de alto porte. Este sitio, hoy en día, es considerado un gran laboratorio al que llamaron “Escuela Bosque”. Desde allí se comparte conocimiento y se aprende en colectividad —especialmente con comunidades campesinas, indígenas y ganaderas— sobre restauración de ecosistemas, gestión de suelos, especies nativas, viverismo, biodiversidad y captura de carbono.

“Nuestra meta, entre 2019 y 2022, fue contar la historia de que es posible restaurar un predio deforestado por la ganadería extensiva. En estos cinco años hemos logrado un avance en la restauración de estas 30 hectáreas, pero lo más importante ha sido recolectar los aprendizajes que se convirtieron en una metodología para compartir nuestros errores y aciertos ante líderes del sector comunitario, privado, académico y público a nivel nacional”, describe Rozo.

Al proceso se le sumó la creación de un Centro de Semillas Nativas, diseñado para abastecer los procesos de restauración con material vegetal de alta calidad, es decir, con las mejores y más viables semillas que serán devueltas al bosque convertidas en pequeños árboles.

Viveros replicables

El vivero principal del proyecto es, básicamente, como cualquier otro. No pretende ser extremadamente tecnificado, sino sencillo y con las herramientas elementales para que sea un modelo replicable por las comunidades campesinas, indígenas y ganaderas que acuden a capacitarse en la Escuela Bosque.

“Lo importante es la magia, todo lo que sucede detrás”, dice Julio Andrés Rozo.

“¿De dónde vienen las semillas? ¿Cómo se propagan? ¿Cómo se germinan las plántulas? Ahí está el valor del Centro de Semillas Nativas”, afirma. Los procesos que allí se realizan son producto de una cuidadosa experimentación basada en el conocimiento científico y el empírico, que van de la mano para lograr los procesos de restauración de la biodiversidad.

Según la especie de árbol, se determinan sus requerimientos y protocolos para lograr la germinación y aumentar la supervivencia de las plántulas en cada hectárea restaurada. ¿Deberán regar con agua caliente o fría? ¿O quizás realizar un corte en la piel de la semilla? ¿Hay que remojar el ejemplar previamente? ¿Por cuánto tiempo?

El primer paso para lograr la viabilidad de estas semillas es garantizar su trazabilidad, es decir, saber exactamente su origen. A través del monitoreo se sabe que estas vienen de árboles sanos y de una gran diversidad de especies e individuos. Se recolecta únicamente entre el 20 y 40 % de las semillas que genera cada árbol y el resto se queda en el sitio original. Esto se ha logrado a través de una red de árboles semilleros —que hoy cuenta con un acervo de más de 70 especies—, construida con la colaboración de las comunidades, pues las semillas se recolectan en diversos predios propiedad de familias que son también las dueñas de los árboles.

“Desde el 2019, hemos capacitado a más de 1000 personas; un 60 % son habitantes de la comunidad amazónica y el resto son otros actores, como empresas, academia y emprendedores de Colombia y otros países”, dice Rozo. Las comunidades campesinas y ganaderas que han sido parte de los procesos de capacitación de la Escuela Bosque, son mayormente de los municipios de San Vicente del Caguán, Florencia y Morelia, pero también comunidades campesinas que son parte de los Núcleos de Desarrollo Forestal, una estrategia propuesta por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y el Fondo Nacional Ambiental (FONAM) para la contención de la deforestación. Es decir, se trata de sitios que pasaron de ser núcleos activos de deforestación, a sitios que ofrecen el uso y acceso de los recursos a las comunidades, con procesos que buscan la inclusión social, incentivar la economía y la protección de la biodiversidad.

“Nos dedicamos a buscar árboles semilleros sobre todo el piedemonte amazónico y hacia la planicie de la Amazonía. Después de conversar con los líderes, entramos a territorios, hablamos con las comunidades, les explicamos toda la parte técnica de los árboles semilleros. Si ellos deciden ser parte de esta red, iniciamos todo el proceso de monitoreo, la trazabilidad de información y la colecta y compra de semillas”, describe Yohana Montenegro.

Esta parte del proceso ha sido clave, pues las familias ya están comenzando a obtener ingresos económicos por la venta de su cosecha de semillas —a través de proyectos con financiamientos privados y públicos—, lo que ha ayudado a cambiar la percepción sobre la importancia del cuidado de estos ejemplares, por lo que han comenzado a cuidarlos y a evitar la ampliación de los desmontes.

“Ahora, una familia ya no ve a los árboles semilleros como un estorbo o al área donde está como un potencial potrero para ganado, sino que ya lo ven como un área de conservación y eso es un tremendo logro”, celebra Rozo.

Por ello iniciaron también una articulación estrecha con la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonía), la autoridad ambiental local, para construir con ellos y otros actores presentes en el territorio, los protocolos de monitoreo, de uso y aprovechamiento. “Es decir, es una apuesta también para construir política pública y normas de juego claras para que, el día de mañana, muchos más usuarios y habitantes del bosque puedan aprovechar y utilizar sus semillas y derivar de ello una fuente de ingreso”, agrega Rozo.

Por su parte, Amazonía Emprende comenzó, como siguiente paso, a tejer una red de viveros comunitarios. Una vez que los líderes campesinos, indígenas y ganaderos que acuden a la Escuela Bosque aceptan ser parte del proyecto, se echan a andar las actividades de monitoreo y colecta de semillas que deriven en la creación de su propio vivero.

“Por eso, nuestro trabajo durante el monitoreo es identificar árboles sanos, para que los viveros comunitarios puedan reflejar diversidad genética, salud, trazabilidad e información para que la restauración sea inteligente, bien hecha y con el mayor impacto posible”, afirma Rozo.

La próxima meta que se busca consolidar con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo y su laboratorio BID Lab, así como con la organización no gubernamental Acumen, es identificar, conectar y sensibilizar a familias poseedoras de más de 2500 árboles semilleros de 20 especies nativas relevantes para la restauración, algunos de ellos catalogados en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

“Nuestro vivero ya está certificado por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) y también estamos avanzando en el fortalecimiento de tres viveros para la producción de material vegetal de calidad, para certificarlos al final del año; esos pequeños logros van sumando a la meta general”, dice Montenegro, y Rozo agrega: “La macro meta es contribuir a restaurar más de 150 000 hectáreas para el año 2030, es decir, generar buenas prácticas, protocolos, inventarios forestales, metodologías de recolección de semillas, conectar con las comunidades para que puedan pedir los permisos ante la autoridad ambiental, fortalecer a los viveristas e inspirar a los que financian la restauración”.

Abejas para restaurar

En la vereda La Libertad, ubicada en la zona rural del municipio de Florencia, Wilder Mahecha comenzó a cuidar a las abejas para proteger el bosque. En una finca con 55 hectáreas de bosque primario, rodeada por un proceso de deforestación para el establecimiento de pasturas ganaderas, inició un proyecto familiar al que, junto a su esposa, nombró Cosechas de Mi Finca.

“Esta finca fue parte del proceso de colonización y le quedó esa reserva muy grande que se conserva desde hace más de 100 años. Sigue en pie y la idea es mantenerla para que las futuras generaciones la sigan cuidando”, dice Mahecha. “Entre estos dos individuos —las abejas y el bosque— hay una simbiosis. Los árboles producen flores, las abejas los polinizan y nosotros recolectamos ese recurso convertido en miel, entonces nos beneficiamos los tres: el bosque, las abejas y nosotros”, sostiene.

En todo ese territorio, con la colaboración que inició con Amazonía Emprende en el 2022, se logró identificar más de 60 especies de árboles maderables.
“Son especies que, en la época de la colonización, fueron maderas muy apetecidas por los colonos para hacer sus casas, puentes y demás. Los tumbaban y se fueron acabando”, narra Mahecha. “Los árboles que tenemos ahora son semilleros que se están cuidando, la intención es rescatar esas especies que se han perdido: el ahumado, el achapo, el fono, el arenillo, el costillo… es una lista larga”, describe.

Ahora una parte de sus jornadas diarias, según la temporada, consiste en el monitoreo de épocas de floración y de semillas, en la colecta de estas para la propagación, en realizar un inventario y en transportar su cosecha hacia la Escuela Bosque, a hora y media de distancia en auto o motocicleta.

En Florencia, Wilder Mahecha se ha convertido en un vocero de la conservación al sensibilizar a sus vecinos sobre los beneficios de mantener el bosque en pie.

“Ya no solamente se trata de pensar que se va a sembrar un árbol para obtener madera, sino también en el beneficio del oxígeno o del regreso de especies nativas de fauna. Es bien interesante. Los que estamos trabajando con Amazonía Emprende somos personas que hemos tomado una decisión de apostarle al medio ambiente, a la restauración y estamos convencidos”, afirma.

La gran meta

El sueño de los cofundadores de Amazonía Emprende es lograr una metodología tan robusta —pero tan robusta, insiste Julio Andrés Rozo— que sirva como una réplica para restaurar bosques a nivel Latinoamérica.

“Que la metodología de la red de árboles semilleros, la información de las semillas, la generación de ciencia, sirva para que un usuario del bosque en Ecuador, un usuario del bosque en el norte de Colombia u otro usuario en Guatemala puedan recurrir a la metodología del Centro de Semillas Nativas y pueda hacer uso y aprovechamiento de las semillas para fines de impacto positivo. Esto más que un sueño, es algo que tiene que pasar”, sostiene Rozo. La mira está puesta en el año 2027.

“Nosotros debemos ser ese centro de consulta de propagación de material vegetal y rescate de la biodiversidad y semillas en América Latina. Esa es nuestra meta”, comenta. La visión, reitera, es que esto no solamente contribuya a la restauración de 150 000 hectáreas en la Amazonía, sino en amplificar el esfuerzo y hacer eco para que millones de hectáreas en Colombia, y en otras regiones de América Latina, recuperen sus bosques.


Nota del editor

Esta cobertura periodística forma parte del proyecto «Derechos de la Amazonía en la mira: protección de los pueblos y los bosques», una serie de artículos de investigación sobre la situación de la deforestación y de los delitos ambientales en Colombia financiada por la Iniciativa Internacional de Clima y Bosque de Noruega. Las decisiones editoriales se toman de manera independiente y no sobre la base del apoyo de los donantes.


https://es.mongabay.com/2024/10/escuela-del-bosque-frena-deforestacion-restaura-amazonia-colombiana/.

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