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BRASIL - Las manifestaciones: un balance político

Bruno Lima Rocha y Julia Klein

Domingo 14 de julio de 2013, puesto en línea por Barómetro Internacional, Bruno Lima Rocha

11 de Julio de 2013 - La movilización contra el aumento de las tarifas de transporte público tuvo inicio en Porto Alegre, en Río Grande del Sur. Entre marzo y abril de 2013, dos manifestaciones reunieron diversos grupos frente al Ayuntamiento de la capital gaúcha, pidiendo la reducción del valor de los pasajes de autobús. Las protestas en Porto Alegre dieron origen a una serie de eventos, llevando a cientos de miles de personas a las calles en todo el país. La acción policial durante los actos fue cada vez más agresiva, rebelando a la población brasilera. La mayoría de los manifestantes eran jóvenes, sin experiencia política y dieron la voz a diversas reivindicaciones de los brasileros. La lucha por la revisión de precios de los pasajes dio fuerza a otras solicitudes, como la disminución de los gastos para la Copa del Mundo, el mejoramiento de los servicios públicos y el fin de la corrupción en el país.

Al llegar a la capital paulista, San Pablo, el movimiento convocado en Porto Alegre por el Bloque de Lucha por el Transporte Público, y organizado por el Movimiento Pase Libre (MPL) que se coordina a nivel nacional desde enero de 2005. Al llegar a Río de Janeiro y en San Pablo, la lucha puntual extrapola una pauta específica y se nacionaliza. Por eso la presidenta Dilma Rousseff convoca al MPL de algunas capitales, buscando dialogar con este sector legítimo, con gran capacidad de convocatoria y no pro gobierno.

El Movimiento Pase Libre, Dilma y la cabra en la sala

La reunión que el Movimiento Pase Libre tuvo con la presidenta Dilma Rousseff ocurrió el día 24 de junio, antes que la Jefe de Estado se reuniera con gobernadores y alcaldes de diversas capitales. Al mismo tiempo que sería una ligereza no reconocer la importancia de estas reuniones, nos deja mucho más esperanzados la postura pública del MPL que los cinco puntos del proyecto de Dilma para, en teoría, sacar al país del impasse. La delegación del Movimiento presentó propuestas a la Jefa del Poder Ejecutivo e inquirió si Dilma conocía las bases del movimiento (ella las desconocía) y salió con la impresión que no estaba por llegar ninguna medida concreta.

Cuando la presidencia considera alguna demanda como razón de Estado, abre el abanico de maniobras para hacer posible tal realización. Así viene siendo con las obras de la Copa y también con la Usina de Belo Monte (represa hidroeléctrica en tierras indígenas de la Región Amazónica) a pesar de los impactos y daños ambientales irreversibles a consecuencia de su construcción.

Esta vez, a pesar de toda la confusión en las calles, de la mezcla de civismo y lucha popular, de la gran prensa insuflando elementos despolitizados y aumentando la pérdida de foco, del equívoco entre movimiento no-partidario y una postura totalizante anti-partidaria; se ve una luz.

Luego de la instancia con la presidenta, los delegados del Movimiento Pase Libre no quedaron impresionados con la dimensión que tomó la lucha, y menos todavía salieron con la guardia baja. Es interesante notar la buena capacidad de articulación entre el basamento teórico de la causa defendida (el transporte como un derecho y no como un negocio) y las relaciones con las otras demandas no atendidas en la última década.

Luego de diez años de co-gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) y otros partidos que antes fueran de izquierda, siempre aliados con lo peor de las oligarquías brasileras y sus grandes agentes económicos, los movimientos populares casi se desarmaron.

Es de la naturaleza de la política que las nuevas formas de organización social se conviertan en frentes sociales no manipulables. En la semana en que el núcleo duro del Poder Ejecutivo y su “vendedor de marketing” colocan una cabra en la sala, en el auge de la paranoia de los “golpes cibernéticos”, realmente la mejor noticia es saber que el Movimiento Pase Libre no se va a entregar.

Tres lecciones políticas de las protestas en Brasil

El Brasil ya no será como antes, no al menos en términos de cultura política. Después de diez años de apatía y 21 años sin manifestaciones masivas, el país se reencuentra con la lucha política de calle y de masas. Algunas lecciones fueron transmitidas, ente las cuales destacamos tres:

Primero, la noción de que los derechos fundamentales no son fruto de la acción institucional, y sí de la lucha colectiva. Dentro del rigor fiscal y de la contingencia de presupuestos públicos, una política distributiva es el fruto directo de la presión popular. De lo contrario, la rutina de las agendas burocráticas siempre supera a la mayoría silenciosa. Cuando una parte de esta mayoría se moviliza, los ocupantes de puestos clave en el Estado se ven contra la pared.

Segundo, la idea de auto organización. Este concepto, fundamental para el sindicalismo, también llamado de independencia de clase, estaba olvidado. NO cabría más colocar a la gente en la calle utilizando como vanguardia una enorme franja roja o amarilla, para hacer un desfile cívico-ciudadano con parlamentarios o candidatos a cargos electivos. Todavía estamos lejos de la consigna de Argentina en diciembre de 2001 (“que se vayan todos”) pero al menos esta instaurada la desconfianza en el proceso decisorio de los gabinetes y en el juego de los poderes constituidos.

Tercero, se nota que finalmente Internet cumple con su destino manifiesto: el de alcanzar a quien se encontraba atomizado, desorganizado. Este papel de hablar con la mayoría que no hace política día a día y se informa poco, fue posible a través de la red mundial de computadoras, en especial en las redes sociales. Las conversaciones entre personas conocidas, grupos afines por causas específicas o temáticas particulares, finalmente consiguió masificarse en Brasil. Hace cinco años participamos en una investigación de campo donde se apuntaba al uso diario de la Web entre jóvenes de 14 a 20 años. Este era banal, para fines privados y sin temas de fondo. Aumentó el tiempo de navegación y de uso de la Internet móvil. Proporcionalmente, el diez por ciento de millones de usuarios hicieron la diferencia en estas jornadas.

El saldo es positivo. La democracia representativa es ejercida por personas en cargos electivos, de confianza, comisión y grupos organizados en pro de los agentes económicos. La democracia que emerge de las calles brasileras es otra. No tiene “paciencia histórica” y aprendió la comprensión viendo el “caminar por arriba” “yaciendo y rodando”. Primero se presiona para después negociar márgenes de conquistas. Definitivamente esta es una nueva etapa política, pero sus avances dependen de la unidad de la izquierda que está a la izquierda del gobierno, por lo tanto no gubernista y sin haber pactado con lo peor de la oligarquía y de los agentes económicos brasileros a lo largo de estos últimos diez años. Respecto a esta posible unidad, elaboramos la conclusión de este texto.

Respecto a la unidad de las izquierdas en el momento actual, participamos algunas nociones básicas

1- La unidad de las izquierdas es cada vez más necesaria, pero dentro de esta unidad es imprescindible separar el pro gobierno de las izquierdas que no comparten el pacto de tal gobernabilidad.

2- Infelizmente los medios alternativos todavía ligados al gobierno y los militantes todavía sinceros que en ella militan, siempre parecen tener una condición binaria, creando así una falsa dicotomía: Las críticas a Dilma están ligadas a la derecha y abren camino al neoliberalismo, luego, tenemos que trabar la Unidad y pelear por la hegemonía del “gobierno en disputa”. La afirmación es falsa. No hay gobierno en disputa, menos todavía hegemonía en juego. Vivimos dos concepciones, donde el Consenso de Brasilia disputa con el Pos Consenso de Washington. Ninguno de estos proyectos es “de izquierda” sea cual sea la tradición evocada.

3- Al apuntar a esa condición binaria, se acaba por defender la vacilación. Ya vivimos antes ese momento, cuando el vacilante gobierno João-Jango- Goulart (1961-1964, seguido por el golpe militar del 10 de abril de 1964), del todavía más vacilante Partido Trabajador Brasilero (PBT, partido creado por Getulio Vargas y que tenía semejanzas con el Partido Justicialista de Argentina), varguista con posición dudosa, llevó a la clase trabajadora a recibir un Golpe de Estado sin condiciones para resistirlo)

4- El lema de la época era “¡manda brasa, presidente!” y la tragedia de la omisión política terminó con un caudillo en huída (Jango) y otro trasvertido frontera abajo (Leonel Brizola) y años para reorganizar los andrajos del Partido Comunista (entonces de línea Moscú, que se recusó a resistir en armas al Golpe). Los héroes y mártires de la lucha contra la dictadura pagaron ese precio por el pueblo brasilero.

5- Es hora de tener el valor de decir. Existen compañer@s válidos aún dentro del Partido de los Trabajadores. Éstos, por más reformistas que sean realmente creen en la socialización del poder y la renta. Insistimos, estas personas son valiosas, más ese partido y sus aliados ya no lo son. Menos todavía sus dirigentes políticos de carrera. Luego, no puede haber unidad con estos operadores políticos.

6- Las conquistas en forma de anuncios de futuras políticas públicas emergentes solo vienen porque ganamos las calles, a trancos y barrancos, pero ganamos, y por la izquierda, sin hacer coro o referencias a los pro gobierno. Esta es la única unidad de acción que interesa y ninguna otra.


blimarocha[AT]gmail.com / www.estrategiaeanalise.com.br

Bruno Lima Rocha es politólogo, periodista y docente de relaciones internacionales, Julia Klein es periodista.

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