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MÉXICO - La alianza contra las alianzas políticas

Amando Basurto

Martes 9 de marzo de 2010, puesto en línea por Amando Basurto

Todavía no se terminaba la dilapidación de Alonso Lujambio por afirmar que la democracia mexicana es “tonta” y ya teníamos una prueba fehaciente de la torpeza, no necesariamente de la democracia mexicana, pero sí de algunos de los principales actores políticos de nuestro país. El convenio que hizo público César Nava firmado por él y Beatriz Paredes para no establecer alianzas electorales con partidos con ideologías contrarias en el Estado de México (entiéndase principalmente con el PRD) a cambio de la aprobación de la Ley de Ingresos para este año, deja entrever los tejes y manejes a los que el PAN se ha visto obligado tras los nefastos resultados electorales que obtuvo el año pasado, pero también deja muchas dudas sobre la lógica política detrás del mismo convenio.

Frente al éxito electoral del PRI durante las elecciones intermedias del 2009, el gobierno federal se vio en la necesidad de negociar, de entrada, las leyes de ingresos y egresos de la federación. Este es contexto en el que el convenio fue firmado. Pero si esto es así, ¿cómo es que el la dirigencia del PAN convenció a su contraparte del PRI para firmar un acuerdo en el que pareciera que el primero es el que logró los mayores éxitos electorales del año? Porque, ¿qué ganaba el PRI con el convenio? ¿Será que desde noviembre del año pasado la cúpula priista estaba nerviosa y temerosa de la posible alianza del PAN y del PRD (los partidos políticamente desfondados y en crisis durante el año pasado)? Es muy difícil de creer que César Nava o el secretario Fernando Gómez-Mont le hayan hecho creer a Beatriz Paredes, con la experiencia política que tiene, que la firma del “convenio” a cambio de colaboración legislativa garantizaría que el PAN no se aliara electoralmente con otros partidos políticos. El hecho de que el convenio pretenda aparentar ser un instrumento jurídico pareciera indicar que fue propuesto por el Secretario de Gobernación; aunque resulta obvio que un documento así no es vinculante y que vale tanto como la palabra a la hora de comprometerse políticamente.

Ahora, si la intención de Paredes era hacer que Nava se comprometiera por escrito a fin de asegurar una forma de balconearlo y acusarlo públicamente en caso de incumplimiento, no se entiende que aquélla no haya hecho público el documento inmediatamente para demostrar que el PAN había sido culpable de elidir el compromiso. A menos que el problema haya sido, como nos enteramos después, que el grupo priista en el Senado liderado por Manlio Flavio Beltrones no hubiese sido incluido originalmente en el convenio o que, incluso, hubiese estado en contra del mismo. Esto explica no sólo que César Nava acuse al PRI incumplir el convenio al abstenerse de votar la aprobación de la ley de Ingresos en el Senado, sino también que Beltrones diga que no tenía conocimiento del convenio, desentendiéndose del mismo, exigiéndole una explicación, que no necesita, a la dirigencia nacional de su partido, y acusándole de deshonestidad.

De tal manera, el convenio en cuestión no sólo es resultado de aquello que comúnmente se conoce como “negociación en lo obscurito.” También demuestra la poca lucidez de aquellos que lo firmaron por no preveer que lo que estaba en penumbras saldría a la luz en algún momento con sus consecuencias lógicas y, aun más, pone en evidencia la poca articulación y unidad al interior del PRI.

Quién gana y quién pierde con este acontecimiento es difícil de evaluar todavía. Sin embargo, parece que el equilibrio de poder al interior del PRI se cimbrará un poco pero sin mayores repercusiones; las patadas seguirán bajo la mesa, eso sí ya sin mantel. El PAN, por otro lado, lleva un rato pagando las consecuencias porque ahora queda a descubierto, con mayor claridad, la razón principal de la renuncia de Gómez-Mont a su militancia en el PAN, sin estar claro que él haya sido el menos culpable. Pero, tal vez, el mayor costo a pagar por parte del PAN sea evidenciar la falta de coordinación entre el operador político y el operador electoral del presidente (Gómez-Mont y Nava respectivamente), siendo ambos tan cercanos a Calderón, y especialmente en este momento en que las alianzas con el PRD significan un hito en la historia de ambos partidos. El PRD, por su parte, mejor ni se pronuncia a pesar de que el convenio es la prueba fehaciente de la tan acusada concertacesión histórica entre el PRI y el PAN.

Así pues, la democracia mexicana puede que no sea “tonta” por no aprovechar su capital humano como afirmó Lujambio, sino que tal vez es “tonta” por el tipo de “capital humano” del que sí echa mano y que tomó parte en este convenio.


Amando Basurto es internacionalista y analista político.

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