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VENEZUELA - Medios comunitarios v/s golpe mediático

Pedro Santander

Jueves 1ro de noviembre de 2007, puesto en línea por Chiara Sáez Baeza

La mejor defensa es el ataque , dijo Hugo Chávez ante las cámaras.

No, corrigió el comandante Fidel Castro, la mejor defensa es el
contraataque. Hablaba en ambos casos la voz de la experiencia, la de
Chávez con un paro patronal, un intento de golpe de estado y una
sistemática campaña de desestabilización en su contra, y la de Fidel con
todo eso y centenares de ataque más contra su persona y contra el
proceso revolucionario cubano por 50 años.

Pero, además de la diferencia en cantidad, hay un elemento muy
particular que hace una diferencia en las experiencias de ambos
mandatarios: el golpe de estado contra Chávez en abril de 2002, es el
primero que ocurre en América Latina en el Siglo 21 y el primero en el
mundo en ser calificado por diversas voces (intelectuales, políticos,
periodistas, etc.) como un golpe mediático.

Los medios de comunicación venezolanos jugaron un papel crucial en la
planificación, preparación y ejecución del golpe contra Chávez, operando
como verdaderos centros de conspiración. De esa experiencia parece nacer el contraataque que el gobierno bolivariano está llevando a cabo en
Venezuela en el campo de los medios de comunicación, tras una primera
etapa de ataque bolivariano que no comentaremos en este artículo, el
contraataque nos interesará en esta ocasión.

A diferencia de lo que una lectura rápida y superficial pudiera sugerir,
el contraataque no se concentra en el ámbito de las restricciones o
prohibiciones a los medios privados que son mayoritariamente opositores
al Gobierno bolivariano. De hecho, el 78% de las estaciones de TV en VHF
son utilizados por el sector privado; en la banda UHF, en tanto, el 82 %
es operado por privados. Con la prensa escrita pasa otro tanto. Es
decir, el 80% de la producción y circulación de los mensajes mediales de
Venezuela lo producen corporaciones. Incluso el bullado caso de RCTV no
fue un cierre, dicho canal sigue transmitiendo, sólo que por bandas
distintas a la señal abierta del espacio radioeléctrico, propiedad del
Estado.

El contraataque no pretende limitar la libertad de expresión en
Venezuela (sin ninguna duda muy superior a la existente en Chile), sino
ampliarla aún más y volverla participativa. Tres son los pilares de esta
estrategia que es revolucionaria no sólo en el sentido político, sino
también en el desafío que plantea a las experiencias y a las teorías de
la comunicación; ya veremos por qué.

En primer lugar, la nueva carta fundamental reconoce la comunicación
como un derecho constitucional, tanto privado como público; se
garantiza el secreto e inviolabilidad de las comunicaciones privadas en
todas sus formas , reza el art. 48 y el art. 58 al que la oposición se
opuso tenazmente- señala toda persona tiene derecho a la información
oportuna, veraz e imparcial, sin censura, así como derecho a réplica .

El segundo lugar, se establece un apoyo que es inédito en las
experiencias mundiales a la comunicación local y a los medios
comunitarios. La Ley Orgánica de Telecomunicaciones (art. 191) impide la
concentración de la propiedad e incentiva específicamente el desarrollo
de los medios comunitarios (radiodifusión sonora y tv abierta
comunitaria). ¡Qué diferencia con Chile, país desde donde escribimos
estas letras! No sólo estamos en nuestro país asfixiados por la
concentración económica y su consiguiente clausura discursiva, además,
acá se establecen todo tipo de restricciones a las experiencias de
comunicación alternativa. Por ley, las radios comunitarias no pueden
transmitir publicidad (a diferencia de las comerciales), tienen que
renovar permiso cada 3 años (a diferencia de los 25 años de las
comerciales); su capacidad de transmisión está limitada a 1Watt de
potencia (a diferencia los 20 W. de las comerciales.), etc. En cambio,
en Venezuela la concesión para una emisora comunitaria no es otorgada a
privados, sino a una fundación comunitaria , es decir, una fundación
plural y local que obliga a la comunidad a organizarse en torno a la
problemática de la comunicación.

En tercer lugar, y esto es lo que resulta de lo más sorprendente para la
teoría de la comunicación: el Reglamento de Radiodifusión Sonora y TV
Abierta Comunitaria exige que el contenido, es decir, la programación de
una emisora comunitaria, sea producido en un 70% ¡por y dentro de la
comunidad!, la estación por sí misma sólo puede producir un máximo de 15
% a 20% de la programación, por lo tanto, el resto del contenido tiene
que ser producido por voluntarios de la propia comunidad.

De este modo ocurre una situación no prevista por los estudios y las
experiencias clásicas de comunicación: la propia audiencia se convierte
en emisores de sus medios, de hecho, está por ley obligada a serlo si
quiere que su medio de comunicación funcione. Esta idea de que cualquier
persona puede ser emisor y, a su vez, forme parte de la comunidad que lo
recepciona es revolucionaria.

Tradicionalmente en los medios pocos producen mensajes para muchos (la
audiencia) y esos muchos están estructuralmente impedidos de acceder al
polo de la producción de mensajes, por lo tanto, de influir en el
contenido de manera directa. Eso lo que algunos autores denominan
asimetría estructural o flujo asimétrico. Por eso esta iniciativa
respaldada por la Constitución- es revolucionaria en todo el sentido de
la palabra: es nueva, pone patas arriba la teoría y las experiencias
tradicionales, obliga a la comunidad a capacitarse y a organizarse e
impide que la lógica comercial imponga sus condiciones a los medios de
comunicación.

En ese contexto se han otorgado desde el año 2000 más de 25 estaciones
de TV comunitarias, más de 150 estaciones de FM comunitarias, y otras
tantas decenas de estaciones de TV UHF.

Es el contraataque al golpe mediático, o sea, la mejor defensa.

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